"Yo diría que este Quijote, jinete del arte, se merece más teatro"

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Ernesto Suárez y María Domínguez, celebrando la Nieta 117. Foto: Flaco Suárez

Fuera del oropel de los premios -esta semana fue nombrado como "Ciudadano ilustre" en la Ciudad-, Ernesto El Flaco Suárez ha pasado por todas las instancias que, abajo y arriba del escenario, construyeron su madera de actor a lo largo de su carrera: de no tener, literalmente, teatro dónde actuar, a tener que irse del país para actuar. En el medio todos los matices.

Hace pocas horas, su hija, Ana, le colgó otra medalla para que su pecho luzca orgulloso. Le escribió esta carta en Facebook:

"Elegir hacer teatro no es una elección cualquiera, mucho menos lo es elegir ser artista, y ni hablar de la elección de ser teatro. Cuando yo lo conocí al Flaco, hace veintidós años y medio, me encontré con un hombre que ya había hecho una elección y con el tiempo me di cuenta de que también el teatro lo había elegido a él hace mucho mucho tiempo.

"Mi infancia estuvo signada por la música, los sonidos, la comunidad, las risas, la gente, las guitarreadas eternas en las que terminaba dormida sobre alguna "falda" soñando con las canciones de protesta y los boleros tan amados por el Flaco, los escenarios, los sábados en el Soul; los viajes en auto eran de tangos cantados a dúo por mis viejos, la vida era de arte y de amistades, los almuerzos eran de 'donde comen 4, comen 5, o 6, o 7', las tardes eran de ir a la escuela de teatro, las mañanas de la escuela de música, el regreso a casa era de acercar un par de alumnos a la parada del bondi y los domingos de invitar un amigo a hacerle el aguante, las fiestas siempre fueron de compartir comida y juguetes con los chicos de los barrios y de Lavalle; me di cuenta rápido de lo que era el 'bicho', ellos dicen el bicho del arte, yo digo el bicho de la militancia y la coherencia.

"Para cuando cumplí ocho años ya lo había escuchado decir tantas veces "nunca más voy a tener un teatro, la burocracia te mata, he tenido desarmar tantos teatros... estoy cansado"; pero el bicho es bicho y te persigue, a una cuadra de casa encontramos un caserón que parecía de cuento, andábamos paseando y jugando como siempre y nos detuvimos a chusmear. 'A cuánto la alquilan?' preguntó el Flaco, la señora le contestó con alguna cifra y después preguntó: 'le interesa con el galpón incluído? ', no me olvido de cómo le brillaron los ojitos celestes al viejo, era el bicho.

"Lo vi sembrar de nuevo, pese a todos sus resquemores, se acercaron pibes que para mi eran enormes, y ahí aprendí lo que es la magia, vi cómo los objetos cobraban vida en un escenario y después se apagaban como velitas, vi como los hombres y las mujeres cobraban vida también y después se llenaban de una algarabía tan gigante que festejaban, brindaban, comían, reían a carcajadas, y vi de qué manera les daba el impulso para seguir construyendo, luchando, peleando, clavando madera sobre madera, cocinando todos juntos lo que había; aprendí de qué están hechas las historias, las utopías y las memorias. Vi como el Flaco los iba contagiando uno a uno, y ellos a otros, y esos otros a otros más.

"Hay tres frases de mi viejo que le he escuchado decir tantas veces que no creo que me las olvide nunca: 'Si uno se olvida de dónde viene, no sabe a dónde va', ' Vivir del teatro y para el teatro', 'A veces uno se encuentra con una pasión tan grande que es difícil que alguna vez se encuentre una pasión que se le parezca'. Cómo no aprender de la coherencia, del estoicismo, cómo no aprender de la militancia, cómo no aprender de la pasión, cómo no aprender a sembrar en el lugar de uno (y lo que es ver al Flaco con lágrimas en los ojos cuando se da cuenta de que esas semillas han brotado, han crecido, han dado frutos).

"Lo veo sembrar, todavía siembra, incluso a través del hambre, del dolor, de la pérdida y de la huída, incluso a través de los golpes de la vida y del sistema, incluso a través de los años.

"Eso, eso para mi es teatro, eso para mi es militancia, y por eso elegir al teatro (o dejar que él te elija) no es una elección cualquiera; y no se bien con qué lustre se lo ha de lustrar y tampoco entiendo muy bien qué es eso de ser un ciudadano, pero lo que si se es que este Quijote, caballero de la utopía, jinete del arte, se merece algo, algo más que aplausos... yo diría que se merece vinos, boleros y tangos hasta las cinco de la mañana, yo diría que se merece más teatro".

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