Murió Rogelio García Lupo, uno de los fundadores del periodismo de investigación en Argentina

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garcialupo

El periodista y escritor Rogelio Carlos García Lupo, considerado uno de los fundadores y grandes exponentes del género de investigación periodística en Argentina, murió este viernes a los 84 años en la Clinica de la Trinidad donde permanecía internado.

Pajarito, como lo llamaban sus colegas, participó durante más de seis décadas en decenas de publicaciones de actualidad argentinas y extranjeras, incluyendo la fundación de la agencia cubana de noticias Prensa Latina (Prela) y en numerosos proyectos editoriales, entre ellos Eudeba.

Dejó media docena de libros que compilaron sus artículos publicados en diarios y revistas, que le dieron fama de sabueso metódico por el uso de datos precisos y fuentes diversas que mostraron aspecto ocultos pero decisivos de la realidad. Entre ellos figuran La rebelión de los generales (1962), Contra la ocupación extranjera (1968) y Mercenarios y Monopolios en la Argentina -de Onganía a Lanusse (1971), Diplomacia secreta y rendición incondicional (1983) y en El Paraguay de Stroessner (1989).

Se retiró como colaborador del diario Clarín, pero hasta hace pocos años seguía editando libros para una editorial española, además de publicar sus sus últimas obras Últimas Noticias de Perón y su tiempo (2006) y Últimas noticias de Fidel y el Che (2007).

García Lupo nació en la ciudad de Buenos Aires como primer -y luego único- hijo de Ramón Rogelio García Fernández (visitador médico) y Carmen Ángela Lupo (ama de casa). Formado en la educación pública (primaria en la escuela Gregoria Pérez de Recoleta, secundaria en el Julio Argentino Roca de Belgrano), a los 13 años ya militaba en la Alianza Libertadora Nacionalista, junto a Jorge Ricardo Masetti (de su misma edad) y Rodolfo Walsh (cuatro años más grande), con quienes simpatizaban por el coronel Juan Domingo Perón y por el que llegaron a la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945.

Tras el secundario, García Lupo entró a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y también como auxiliar noveno de un juzgado de primera instancia en lo criminal. Por no adherir al luto ante la muerte de Eva Duarte, se quedó sin trabajo y fuera de la nómina estudiantil. Pero con la precisión y síntesis que había aprendido al tomar declaraciones tribunalicias debutó en 1952 en el periodismo en dos publicaciones peronistas: Continente, revista mensual de arte, literatura, viajes y costumbres (dirigida por Oscar Lomuto y en la que colaboraba Osvaldo Bayer) y La Opinión Económica, una semanario de la Confederación General Económica (CGE).

“La relación entre el gobierno y la prensa siempre es tensa en todas partes –opina en diálogo con DsD-. En el primer gobierno de Perón el tema de la libertad de prensa estuvo muy en crisis, sin hablar del caso La Prensa que es paradigmático. En 1950 clausuraron 120 diarios del interior por no haber puesto en la fecha ‘Año del Libertador General San Martín’ como se había decretado. Como viví esa época puedo decir que no me parece que este episodio (N de la R.: se refiere al “bloqueo” sindical a una planta impresora de Clarín) sea tan grave como aquel, pero lo que puede ocurrir es que esté en curso un pensamiento acerca de la función del periodismo que no se haya conformado con esta expresión de fuerzas sino que esté en desarrollo una aceleración de la crisis de las relaciones con los diarios. El periodismo es una materia muy sensible. Si se hacen proyectos de control de prensa y leyes reglamentarias y todo los demás fatalmente se llega a un punto de crisis, pero la crisis es el mundo normal en el que se desarrolla la vida del periodismo”.

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Periodismo militante y revolucionario

En 1955, García Lupo publicó en Esto es una investigación sobre las condiciones de vida y trabajo en los ingenios de Salta y Tucumán y fue a parar cien días al cuadro nueve de la cárcel de Villa Devoto (destinado a presos políticos) por participar de una campaña contra los contratos petroleros del gobierno de Perón con empresas extranjeras. Allí compartió pabellón con obreros y comunistas como Osvaldo Pugliese y Raúl Larra.

Con la llegada de la autoproclamada Revolución Libertadora y el cierre de publicaciones, García Lupo se sumó al vespertino Noticias Gráficas y dos años más tarde a la revista Qué, donde, entre otros, también escribían Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, de quien recordó haber aprendido la capacidad que tenía “de organizar la información económica de tal manera que pudiera ser leída por el público”. En aquella época también incursionó en radio (Belgrano y Radio argentina) y en el rubro publicitario como redactor de la agencia Publi-art, a cargo la campaña permanente de las máquinas de escribir Olivetti.

En 1958, al participar junto a Walsh de la investigación del asesinato de Marcos Satanowsky (abogado del director de La Razón), abrazó para siempre el periodismo de investigación. Un año más tarde, junto al autor de Operación Masacre, acudieron al llamado de Masetti para fundar la agencia Prensa Latina de la Cuba ya revolucionaria, junto a Carlos Aguirre, Gabriel García Márquez y Juan Carlos Onetti. Con Walsh se alojaban en el departamento 1 del piso 22, en el edificio FOCSA, el más alto de La Habana.

La condición de separado de García Lupo lo hacía trabajar de madrugada, pero ello le permitía tener un diálogo casi diario con Ernesto Che Guevara cuando llamaba a la agencia para que Pajarito le leyera los cables. En aquel proyecto fue secretario de redacción y luego corresponsal fugaz en Ecuador y Chile, porque ya en 1960, García Lupo se incorporó al germen de Primera Plana, el semanario Usted y también en Tarea Universitaria, efímera publicación de la UBA.

En 1959 también entabló corresponsalía con el célebre semanario Marcha de Montevideo (que se extendería hasta 1973), que dirigía Carlos Quijano, a quien García Lupo reconoce como otro de sus maestros. “Aprendí de él la cosa del dramatismo y la alegría del periodismo”, comenta hoy.

En 1962 comenzó a compilar su trabajo en libros. El primero fue La rebelión de los generales, secuestrado al salir por el gobierno de José María Guido; dos años más tarde publicó “Historia de unas malas intenciones” y A qué viene De Gaulle y en 1968 Contra la ocupación extranjera.

En 1969 participó del armado del periódico CGT de los Argentinos junto a Walsh y Horacio Verbitsky, experiencia que rememoraba con orgullo: “Trabajábamos gratis, que es algo que en general no se hace; pero allí era amateurismo puro, aunque lo singular era que no era un periodismo amateur sino de todos profesionales. Había una militancia. Ése era periodismo militante”, del que sin embargo aún tiene dudas. “El periodismo militante como forma exclusiva de periodismo me parece muy peligrosa, incluso para el que cree que se beneficia con el periodismo militante. He visto la decadencia de la credulidad del periodismo en Cuba, donde a nadie le interesa leer Granma, que ya ni siquiera se exhibe. Esto pasa porque la gente que compra un diario se imagina que tiene información”, afirmaba.

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Asilo en el hormigón

En 1970, prohibido por el gobierno de la autoproclamada Revolución Argentina (que encabezaron los dictadores Juan Carlos Onganía, Roberto Levingston y Alejandro Agustín Lanusse), fue corresponsal de Interpress de Roma y colaboró en Primera Plana con el seudónimo de Benjamín Venegas (elegido al azar de la guía telefónica).

Dos años más tarde salió un nuevo libro, Mercenarios y monopolios en la Argentina de Onganía a Lanusse 1966-1971, cuyos datos en gran parte sacó de la lectura minuciosa del Boletín Oficial, durante mucho tiempo parte de su rutina, como también la de husmear los avisos fúnebres y las notas frívolas de la temporada veraniega en Punta del Este.

“Es un inquieto crónico. Y a la vez dueño de una impensable paciencia. Todas las mañanas, cuando se levanta, lee los diarios, especialmente la sección de avisos fúnebres (...) Para algunos es una suerte de peligro público que hoy está en la calle Florida y mañana aparece en la avenida Mariscal Santa Cruz, en Bolivia, o en la 18 de julio de Montevideo. Suele ser, ciertamente, un peligro que camina”, lo describía una nota en la revista Primera Plana en mayo de 1972 en la que él advertía que “la denuncia debe ser totalmente invulnerable. El desmentido, ante la denuncia, debe volver imposible, única forma de que aquella se convierta en arma política eficaz”.

En el convulsionado 1973, García Lupo publicó La Argentina en la selva Mundial, colaboró en la parte de prensa de la campaña de Héctor Cámpora y también en la fundación de la revista Crisis, que sacaba su amigo Federico Vogelius, proyecto que tuvo que abandonar cuando lo designaron director ejecutivo de Eudeba.

Con la llegada del golpe de 1976, García Lupo buscó asilo en la constructora Comarco (responsable, entre otros, del actual edificio de la Biblioteca Nacional) y aunque en 1979 pudo publicar cuatro panoramas semanales sobre América Latina en la agencia Noticias Argentinas (encargo de Horacio Tato, hijo del censor Paulino Tato), fue en 1982 que la primicia de la guerra de Malvinas lo devolvió al periodismo, como corresponsal de la revista Tiempo de Madrid y La República y El Nacional de Caracas.

Con el retorno de la democracia publicó Diplomacia secreta y rendición incondicional, se incorporó al armado del semanario El Periodista de Buenos Aires (en el que escribió hasta que cerró en 1989) y también integró la comisión investigadora del Congreso que investigó la venta que José Martínez de Hoz hizo de la compañía Ítalo.

En 1989, García Lupo publicó Paraguay de Stroessner, con el que se había ilusionado con voltear al ex dictador de Paraguay, que se fue antes y ya en la década del 90, incursionó por primera y única vez en la TV en programa Hora de Cierre con Sergio Villarroel (1994-1995). En esos años ingresó a Clarín, donde se jubilaría del periodismo en diciembre de 2007 y donde hasta último día escribió en una máquina de escribir.

“El periodismo digital -razonaba- está cambiando y creando un tipo de concentración evidentemente. Para que Murdoch se atreva a denunciar la muerte del periodismo de papel, es porque ya tiene previsto que será el rey del periodismo digital. Acá hay una tradición de prensa escrita y de papel y hay que ver cuánto puede resistir, no sé. Pero las inversiones que se requieren para hacer periodismo digital, están al alcance de grandes grupos económicos”.

Fuente datos biográficos de Garía Lupo: diariosobrediarios.com.ar

 

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