Mira mi soledad, mira mi soledad

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Sobre la muerte del Divo de Juárez, el caricaturista hondureño Allan Mcdonald escribió:

Por Allan Mcdonald*

Hace menos de una semana se exhibió la muerte a destajo del ídolo del burlesque
mexicano, del fetiche de las rockolas latinoamericanas, como si fuese un show de los mismos que él montaba en sus arranques de tormento ante miles de personas amparadas en algún momento de dolor arrastrado por el el bendito amor.

Juan Gabriel fue la especie más luminosa de un artista que nació para el escandalo. De origen brutalmente miserable, de una familia trágica y de una historia inhumana arrancada de alguna canción de José Alfredo Jiménez. Alberto, que así se llamaba de niño, vivió la encarnación del infierno en la locura de su padre, que murió en un hospital psiquiátrico abandonado a la suerte de Dios; de su madre, sirvienta explotada en las cocinas de la humillación sombría de las calderas encendidas del dolor. Y él, hacinado en un rincón de la lúgubre prisión de Lecumberri, allí quedó su adolescencia arrancada de la vida.

Juan Gabriel ya muerto, se ha exhibido como un inmortal, como un evasor de impuestos, como un explotador, como un creador de canciones simples y burdas que hasta al mismísimo Paul Anka le produjo discos, una especie de maquila de cancioncitas de amor.

Hoy a menos de una semana, el ídolo que yo recuerdo en un betamax abandonado en mi casa, aun con el cassete de aquel video donde sale con suéter rojo en medio de una velas cantando su “Querida”, la canción que estuvo un año en los primeros lugares. Allí está la foto de él, del divo tercermundista, bañado en perfume y burdel, aniquilado ya por la vida y el sentimiento extraviado en esa foto donde parece decir: “Mira mí soledad. Mira mí soledad”.

[youtube]btsfNW4zlwI[/youtube]

*Allan Norman Sauceda (McDonald). Caricaturista hondureño

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