Deja que siete tigres vivan en su casa, naden en su piscina e incluso que su nieta dé paseos en sus espaldas. Y ahora el brasileño amante de los felinos Ary Borges quiere construir un parque ecológico ahí mismo, en Maringa, cerca de San Pablo.
El jefe de la familia asegura que estar tan cerca de estos enormes animales “no es peligroso” e insiste en que si se los trata con respeto, ellos responden bien.
La familia Borges está trenzada en una batalla legal por no perder los tigres y funcionarios federales intentan quitárselos. Aunque Borges tiene licencia para criar a los animales, funcionarios brasileños manifiestan que parieron ilegalmente a los felinos, lo que constituye un peligro para el público.
Borges dice que todo comenzó en 2005, cuando rescató a dos tigres víctimas de abuso en un circo itinerante. El hombre defiende su derecho a criar a los animales y dice que les ha dado una mejor vida que en cualquier otra parte de Brasil.
“Lamentablemente, hay muchos animales que mueren en los parques zoológicos sin supervisión. Mis animales reciben un trato excelente... estamos preservando y conservando la especie'', afirmó Borges. “Tenemos un gran equipo de veterinarios, pero nos quieren enjuiciar'', añadió.
La entidad de protección ambiental de Brasi ha solicitado a los tribunales que ordenen a Borges que someta a los tigres a una vasectomía para que no puedan reproducirse, confiscarle la licencia de cuidador y confiscarle los felinos, Borges apeló y el asunto está ahora en manos de un tribunal federal.
Nayara Borges, de 20 años y quien creció con los cachorros de tigre durmiendo con ella en su cama hasta que fueron demasiado grandes, piensa que si se llevan a los animales no los tratarán debidamente “y nuestra familia sufrirá de una severa depresión''.
Su hermana Uyara, de 23 años, concordó, y dijo que los tigres son parte de la familia después de tantos años con los Borges.
“Es una locura'', dijo Patty Finch, directora ejecutiva de la Federación Global de Santuarios para Animales, con sede en Washington. “Es una situación muy peligrosa, especialmente si hay niños pequeños, que provocan con facilidad el instinto de caza de un tigre''.
Finch dijo que “hay personas que tienen suerte un tiempo, pero tarde o temprano hay un accidente. Uno nunca sabe qué va a pasar con estos animales, porque son salvajes''.
En vez de promover el bienestar de los animales, dijo Finch, los Borges han hecho lo contrario.
“La cría en cautiverio no ayuda a conservar la especie a menos que se reproduzcan en su hábitat natural y haya un plan para liberarlos'', dijo. “No se pueden habituar a la gente. Están condenado estos tigres a una vida en cautiverio''.