La obra fue quemada por los militares y este miércoles el mendocino, junto a Darío Grandinetti y Luisa Kuliok, la rescató de las cenizas para convertirla en llama viva de memoria.
Por Jésica Vargas
“Un leve movimiento de la palabra quieta”, al menos eso pretendía el autor. Lo que pasó fue un revuelo de emociones. Una ráfaga encendida en las voces de Luisa Kuliok y Darío Grandinetti hizo vibrar al público que anoche acudió a la presentación de la reedición de “Pautas eneras”.
Pasadas las 20.30, la sala Roja del Espacio Cultural Julio Le Parc comenzó un viaje en el que acompañó a Rodolfo Braceli hasta su adolescencia.
Se apagaron las luces, se levantó el telón y de repente era marzo de 1962, y en la radio se escuchaba el anuncio de la caída de Frondizzi. Los militares tomaron el poder y así comenzaba una dictadura que caló hondo en el entonces joven poeta mendocino.
El autor recorrió la historia de la censura y quema de su primer libro, “Pautas eneras”, hasta la segunda edición a finales del mismo año gracias a Gildo D´Accurzio.
En medio de esa historia, un Grandinetti solemne arrancó del papel las palabras de hombre que alguna vez un joven de tan sólo veinte años acuñó en versos. Luisa Kuliok agregó dramatismo a esos poemas que iban de la pena, la soledad a la euforia y la alegría, pasando incluso por el dolor.
Ambos actores dijeron estar conmovidos con la presentación del libro en la propia tierra del autor y ahora en época de democracia. Y expresaron su asombro y admiración por la corta edad que tenía Braceli cuando escribió esos poemas.
Para mayor delicia, Patricia Cangemi interpretó algunos de los versos, musicalizados por Jorge Valcarcel, integrando melodías a esta fantástica semiteatralización.
Con reflexiones y a modo de homenaje a quienes fueron víctimas de la última dictadura militar y a las Madres de Plaza de Mayo, también se recitaron versos de dos textos actuales del escritor “La condición humana del fuego” y “Los traspapelados de siempre”, con hincapié en la importancia de la memoria.
Braceli recitó en conjunto con Kuliok y Grandinetti un poema de su libro “La misa humana” que reza en una de sus estrofas: “Que sea el vino y que el vino sea, ¡por los que pierden la vida pero no pierden su dignidad! ¡Por los que fueron borrados del mapa pero jamás podrán ser borrados de la memoria del aire que tiene memoria!”
El vino, aunque metafórico, fue justamente el elemento que terminó de sellar lo que fue para Braceli una celebración y así lo explicó a EXPLÍCITO: “Tenemos que celebrar este tiempo de democracia. Este librito fue quemado durante un gobierno de facto y ahora es resucitado durante un gobierno democrático y ojalá siga pasando con muchos más.”
Video: Jésica Vargas