Con promesas de seguridad, unidad territorial y denegación del Estado palestino, Netanyahu triunfó en las elecciones israelíes

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Benjamin Netanyahu da un discurso anoche las conocerse los primeros resultados electorales, en Tel Aviv. Foto: AFP

 

El gobernante partido Likud del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, logró una rotunda victoria en las elecciones del país según el recuento final del miércoles en una impactante remontada tras una ajustada carrera que había puesto en peligro su ya largo liderazgo.

Con el 95% de los votos contabilizados, Netanyahu, venció por 30 bancas a 24 en las parlamentarias de ayer a Isaac Herzog, quien encabezaba la coalición Campo Sionista, y se abocó a la formación de un gobierno puro de derecha dura en Israel.

El triunfo de su partido, el Likud, sobre Herzog y su ex ministra Tzipi Livni, otorga a Netanyahu la condición de ser el primer israelí nativo que accedió al cargo de premier, y ahora el único que fue electo en cuatro oportunidades.

Tanto el canciller Avigdor Lieberman como el ultrarreligioso Naftali Bennett, se apresuraron a informar que estaban dispuestos a formar gobierno con Netanyahu, luego de que el premier los convocara en su exultante discurso de anoche a última hora junto con el resto del "campo nacional".

El sorpresivo resultado, por otra parte, propagó inquietud local y mundial por el proceso de paz en Medio Oriente.

Ante la perspectiva cierta de que un gobierno de Netanyahu sea más duro aún que el precedente, el laborista Isaac Herzog desistió de todo acuerdo de "unidad nacional", según declaró a la radio del ejército la parlamentaria del mismo partido Shelly Yacimovich: "Hablé con Herzog esta mañana y me dijo explícitamente que pasamos a la oposición".

El negociador jefe palestino, Saeb Erekat, advirtió que Palestina acudirá a la Corte Penal Internacional (CPI) para denunciar a Israel por crí­menes de guerra, y otros dirigentes expresaron su decepción o previeron un futuro "drástico".

Tampoco faltaron los que indicaron que esperaban este resultado o que no creían que hubiera mayores diferencias entre el Likud y Campo Sionista.

A las 6 de la mañana (1 de Argentina), el recuento oficial alcanzó el 99% de los votos emitidos, y el Likud se aseguraba 30 bancas en la Knesset (Parlamento) mientras que Herzog obtenía 24 con su Campo Sionista. Fue el mejor logro del laborismo desde 1999, pero tuvo sabor a poco.

Así se cerró, prácticamente, un comicio donde 5.900.000 ciudadanos mayores de 18 años decidieron en 10.400 sedes electorales apoyar a quien ofreció seguridad, unidad territorial, denegación del Estado palestino y correcciones de rumbo que atiendan a los graves problemas socioeconómicos del país.

El otro gran ganador, la Lista Árabe Conjunta, acumuló 13 escaños debido, paradójicamente, a una decisión parlamentaria que tendía a excluir a los partidos pequeños. Los árabes optaron por unificarse y terminaron sumando más votos que cuando iban separados.

La dirigencia palestina fue tajante: varios funcionarios declararon a la prensa, en especial al diario Haaretz, que los israelíes, al reelegir a Netanyahu después de que negó que pudiera existir un Estado palestino, revelaban que no eran un socio para hablar de paz.

El Likud obtuvo las mejores votaciones en Jerusalén, el sur y el norte del país, donde la relación con los árabes y los palestinos es de primera prioridad.

En Jerusalén obtuvo apoyo gracias a su declaración tajante en contra de la división de la ciudad, que permanecerá, en lo que de él depende, "eternamente" en manos israelíes.

El norte y el sur del país estuvieron bajo fuego de milicias palestinas en reiteradas oportunidades, y también durante el ataque israelí a Gaza en 2014.

Uno de los picos más altos de apoyo al Likud, por ejemplo, se dio en Sderot, próxima a la Franja de Gaza y blanco usual de los proyectiles del brazo militar de Hamas (43% de los votos).

Pero los kibutzim de la zona rural donde la ciudad está enclavada -varios con raíces argentinas- votaron por Herzog pese a compartir a veces el borde mismo con el enclave palestino.

En el centro del país, donde la política neoliberal provocó los más graves problemas sociales y económicos, le fue esquivo al Likud. En Tel Aviv venció Campo Sionista (34,3%), y el Likud alcanzó al 18,3%, con Meretz llegando al 13%.

En cuarto lugar apareció la agrupación centrista laica Hay futuro, de Yair Lapid, con 11 escaños, seguida por la agrupación de centroderecha Kulanu con 10, seguido de Hogar judí­o, de Bennett, partido ultranacionalista religioso de los colonos, que obtuvo ocho lugares.

Otro gran perdedor, ví­ctima de la política de moderación que debió imponerle a su cargo de canciller y también de la tracción final de Netanyahu, fue el ministro de Relaciones Exteriores Lieberman, cuyo Israel nuestro hogar obtuvo seis bancas.

Los dos partidos ultrarreligiosos Shas y Judaí­smo Unido de la Torá, obtienen siete bancas cada uno.

Meretz, centroizquierda, apenas mantuvo su status parlamentario con cuatro bancas, recogidas mayormente en las ciudades víctima de la polarización social neoliberal.

Fuente: Télam

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