Cristina está en Roma para reunirse con el papa en el Vaticano y luego ir a París para entrevistarse con el presidente Hollande

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El lunes la mandataria almorzará con Bergoglio, en el tercer encuentro entre ambos desde que el argentino fue ungido sumo pontífice.  Diez días después, Francisco se verá cara a cara con Obama.

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Cristina Fernández llegó este domingo a Roma. Al pie del avión camina con el canciller Timerman y el embajador en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero. Foto: Presidencia.
Cristina Fernández llegó este domingo a Roma. Al pie del avión camina con el canciller Timerman y el embajador en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero. Foto: Télam.

 

Por Martín Piqué
Para Tiempo Argentino

La presidenta Cristina Fernández llegó a la Ciudad Eterna para iniciar una semana que promete ser estratégica en términos diplomáticos, con encuentros y gestiones claves para la política internacional de la Argentina y, también, de América Latina.

El momento más esperado de la semana –precedido por mucho suspenso– será el almuerzo privado que la jefa de Estado compartirá con el Papa Francisco el lunes a las 13 en la Casa de Santa Marta, el lugar de residencia del pontífice. Será el tercer encuentro de Cristina con el jefe de la Iglesia desde que Jorge Bergoglio, ex arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado, inició su pontificado.

Son muy pocos –Cristina y Dilma Rousseff, en rigor– los presidentes en funciones que han visto a Francisco tres veces en el año que lleva al frente de los 1.200 millones de católicos del mundo. La gira internacional de la presidenta continuará varios días en París, donde Cristina se reunirá con el presidente de Francia, el socialista François Hollande, en una audiencia bilateral confirmada con mucha antelación. En términos económicos, el objetivo central de ambas reuniones es resolver la negociación para pagar la deuda con el Club de París –será el temario central con Hollande–, y seguir reforzando la posición argentina para sumar apoyos en el litigio con los fondos buitre, que aún debe resolver la Corte Suprema de los Estados Unidos. Otro de los temas que se abordará en la reunión con Francisco será la situación interna en Venezuela.

El almuerzo entre la presidenta y el Papa, fechado para el lunes 17, se realizará diez días antes de la publicitada visita que hará Barack Obama al Vaticano: el presidente estadounidense se entrevistará con Francisco el jueves 27 de marzo, como anunció el vocero de la Casa Blanca a principios de enero. Hace dos días, ante la presión de un senador del Partido Republicano estadounidense, el secretario de Estado John Kerry aseguró que el gobierno estadounidense no presentará un amicus curiae para respaldar los planteos de la Argentina en el juicio iniciado por los fondos buitres. "La respuesta es no, no lo haremos", fue su afirmación.

En la Casa Rosada aún confían en que terminará primando la idea de dar seguridad a los mercados financieros ante la posibilidad de que en el futuro haya nuevas renegociaciones de deudas soberanas. Esa expectativa, puntualmente, destaca la figura del vicepresidente norteamericano, Joe Biden, de credo católico, y recuerda que varios de los miembros de la Corte Suprema de EE UU profesan la misma religión. Entre los católicos estadounidenses, pero también entre los protestantes, la figura del Papa Francisco viene adquiriendo mucho predicamento, según muestran los sondeos.

Cristina llegó a Roma junto a una delegación integrada por el canciller, Héctor Timerman; el secretario de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro; y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri. En la capital de la península la recibirá el embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero. En la sede de la embajada, sobre la calle Via Banco Santi Spirito y a unos 100 metros del magnífico Castel Sant’Angelo (el castillo inexpugnable en el que solían refugiarse los Papas cuando tropas enemigas ingresaban a Roma), ya comenzaron a analizar los preparativos de la nueva visita al Vaticano. La definición final de la agenda, como sucede con cualquier comitiva presidencial, se tomará recién hoy, una vez que Cristina aterrice en suelo romano.

La conversación entre la presidenta y el Papa volverá a mostrar que entre ellos hay coincidencias que se mantienen, incluso preocupaciones a las que siguen con atención: no es casualidad que Timerman, uno de los acompañantes de Cristina en este viaje, haya participado de la cumbre de cancilleres de Unasur en la que se analizó el panorama en Venezuela. Fue la semana pasada.

Timerman también se entrevistó con el secretario general de Unasur, Alí Rodríguez Araque. En el caso del Papa, la actualidad en el país que gobierna Nicolás Maduro no es un tema ajeno a sus prioridades: el flamante secretario de Estado del Vaticano, el italiano Pietro Parolin, quien llegó a ese lugar por iniciativa de Francisco (y así remplazó a Angelo Sodano), se desempeñó durante cuatro años como nuncio apostólico en Venezuela. Parolin, considerado un diplomático, tejió lazos con todos los sectores políticos venezolanos. Tiene su mirada sobre lo que ocurre en Venezuela: la polarización que atraviesa al país incluso llegó a afectar al clero. Es muy probable que todos estos antecedentes formen parte del diálogo entre Cristina y Francisco.

La relación entre la presidenta y el ex arzobispo de Buenos Aires, como se sabe, tampoco está exenta de cuestiones personales, hasta afectivas. El pontífice suele utilizar la frase "ayuden a Cristina" cuando recibe visitas del ambiente empresario: lo puede probar José Ignacio de Mendiguren, de la Unión Industrial Argentina. La jefa de Estado suele hablar por teléfono con él. Los gestos mutuos se fueron sucediendo, sobre todo en los últimos tiempos.

Algunos conocidos en común, por citar un caso, le hicieron llegar a la presidenta una copia digitalizada de la homilía que pronunció el entonces arzobispo –hoy Papa– en la catedral metropolitana, el 27 de octubre de 2010, el día del fallecimiento de Néstor Kirchner. Todos estos entretelones, los personales y los políticos, las amenazas económicas –el default técnico si prospera la posición de los hold outs en el juicio ante la Corte de EE UU–, la cuestión de la soberanía sobre las Islas Malvinas y las preocupaciones por la región darán el marco de un diálogo, como mínimo, privilegiado.

 

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