Detuvieron a 10 policías municipales por la desaparición de los 43 estudiantes en Iguala, México

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ayotzinapa

 

Por Enrique Pfaab
Para Un argentino en Ayotzinapa

En las calles de Chilpancingo, la capital de Guerrero, hay un ritmo vertiginoso desde que despunta el sol. Como en todas las ciudades de este país, las veredas están atentadas de vendedores ambulantes y el tráfico es caótico. Así es hasta que comienza a oscurecer. A esta altura del año eso ocurre cerca de las 19. Desde ese momento y durante las siguientes dos horas, los vendedores ofrecen a los gritos al cena de la jornada a los transeúntes, que ya apuntan sus pasos hacia el hogar.

Pero a las 21 ya no hay caminantes y el tráfico ha disminuido sensiblemente, salvo en la Carretera Federal 95 por donde se ven (ahora sí, ya que durante el día estaban ausentes) grandes camiones y un intenso ir y venir de colectivos y autos.

Un hombre flaco, gastado, quizás de unos 45 años mal llevados, se para en una esquina. Tiene colocado un buzo que en la espalda dice “Taxistas”. Al lado suyo hay un muchachito, posiblemente su hijo, que debe rondar los 12.

Una camioneta se detiene junto a él. Es azul y tiene los vidrios oscuros. Se baja el vidrio de la ventanilla del acompañante y un hombre de bigotes, robusto, comienza a hablar con el flaquito de la vereda. No se escucha lo que dicen, pero se nota a los 15 segundos que el de la camioneta comienza a reprocharle algo. Hace ademanes, levanta la voz, y parece estar reprendiéndolo. El otro se encorva, abrumado, y saca unos billetes de su bolsillo derecho y se los entrega al de la camioneta. El niño tiene la cabeza baja. Pese a la entrega del dinero, el de bigotes sigue con el reproche. El otro saca unos pocos billetes más y también se los da, pero desconocido sigue enojado, retándolo. Ya se notan los gestos de amenaza.

La secuencia dura unos 10 minutos. Durante ese tiempo han pasado cerca varios autos y unos pocos peatones, pero nadie le ha prestado atención a la escena. En un momento el gordo de la camioneta se da cuenta que alguien observa. Me mira, frunce el ceño y me clava los ojos. Es tiempo de partir. Doy vuelta la esquina, pero la curiosidad me vence. Vuelvo y miro. La camioneta se está yendo y el hombre delgado y su hijo también se van, caminando, con la cabeza gacha. Encorvados. Sin hablarse.
Aquí, en todo México, la corrupción, el soborno y la extorsión son moneda corriente. Demasiado.

Traspasa a todos los sectores. En voz baja aquí reconocen que la mayoría tiene que pagar una “cuota” para poder tener sus puestos en la calle y no ser levantados por la Alcaidía o ser literalmente saqueados. Al menos 250 taxis que los que circulan les pertenece a algún sector mafioso, que “arrenda” las unidades a los choferes por montos que deben cubrir diariamente. Todos lo cuentan, todos lo saben. Todos. Pero si bien reconocen sentirse agobiados, también parecen entender que esta situación es normal. Es mejor soportar que revelarse y ser asesinado.

El 2 de enero trascendió que otros 10 policías municipales de Iguala fueron detenidos y acusados de haber participado de alguna forma en la masacre del 26 de septiembre, cuando fueron asesinados 6 jóvenes y una mujer y todavía permanecen desaparecidos los 42 normalistas de la Normal de Ayotzinapa.

Con estos 10, suman 90 los detenidos, 60 de los cuales son policías de Iguala. Además está preso el alcalde de Iguala José Luis Abarca Velázquez, que está indicado como el ideólogo del ataque. Incluso dos de los detenidos ayer son parte de su custodia personal.

 

El cumpleaños que no fue

El 2 de enero Adán Abraján de la Cruz debería haber cumplido 25 años. Es uno de los 42 normalistas desaparecidos. El joven tiene dos hijos y vivía en Tixtla, en el barrio El Fortín, muy cerca de la Normal Rural Raúl Isidro Bustos. Con su compañera, pensaban casarse este fin de año. Es de familia campesina. Le gustaba jugar al fútbol e integraba un equipo local: Los Pirotécnicos. Su madre lo busca todavía.

En el día del cumpleaños de Adán, en el Estado vecino de Oaxaca, entre Guerrero y Chiapas, profesores de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE), realizaron una nutrida manifestación frente a un astillero, en la localidad marítima de Salina Cruz, a donde el presidente de México, Enrique Peña Nieto, viajó para anunciar la inversión de 10.000 millones de dólares para construir un corredor bioceánico.

En esa manifestación los docentes declararon a Peña Nieto como persona no grata y se enfrentaron con efectivos del Estado Mayor Presidencial y la Policía Federal, que reprimieron con gases lacrimógenos.

En sus dos años, de los seis que dura su mandato, es la primera vez que Peña Nieto pisaba Oaxaca. No le fue muy bien.

 

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