Por Maria José García Oramas
Para La Jornada Semanal
Nancy Fraser (Baltimore, 20 de mayo de 1947) es una filósofa política, intelectual pública y feminista estadounidense. Ha ejercido como profesora de ciencias políticas y sociales. En la actualidad es profesora de filosofía en The New School en Nueva York. Es ampliamente conocida por sus críticas y contribuciones teóricas en el ámbito de la filosofía política, especialmente es cuestiones de política de la identidad, sobre el constructo de justicia social y la teoría feminista
Nacida en Baltimore, Estados Unidos, en 1947, profesora de Ciencias Políticas y Sociales, y activista feminista ampliamente reconocida, Nancy Fraser es autora del famoso libro ‘Fortunas del feminismo’ y ‘¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político filosófico’ en coautoría con el filósofo alemán Axel Honneth sobre asuntos de política de la identidad, el concepto de justicia social y la teoría feminista, movimiento que, sostiene, debe construirse con "un gran empuje desde abajo", no sólo para el uno por cierto de las mujeres
Entrevisto a Nancy Fraser en un contexto que no puede ser más propicio: las mujeres se han rebelado masivamente en su país contra un presidente que consideran misógino, han rechazado votar a una mujer que pudiera haber sido la primera presidenta de Estados Unidos, Hillary Clinton, y han emprendido una causa masiva y global que cada año involucra a un mayor número de mujeres de todo el planeta. Nancy Fraser ha sido actora fundamental de estos movimientos.
— ¿Este movimiento feminista global emergente que usted impulsa cuenta con una única agenda global?
— No creo que haya algo remotamente cercano a una sola agenda feminista global y compartida por todas las mujeres, y diría que hay dos razones para no pensar de esta manera en la actualidad: una tiene que ver con una idea de la que mucha gente habla hoy en día, y es la diversidad de las mujeres: diversidad referida a la diversidad de los espacios sociales que habitan y a los problemas de la interseccionalidad, lo que hace que la situación de las mujeres trabajadoras, las mujeres de color, las mujeres trans, las mujeres indígenas, sea diversa y nos enfrenta también a un contexto postcolonial versus uno europeo o estadunidense metropolitano, por ejemplo. Las situaciones son muy diferentes y es completamente normal, natural y deseable que diversas movilizaciones feministas se desarrollen en diferentes lugares y con diferentes énfasis.
— ¿Entonces no tenemos una agenda común?
— Me estoy refiriendo al hecho de enfocarse en diferentes preguntas, lo cual en sí mismo no es problemático, pero sí hay un segundo aspecto que considero que complica enormemente la cuestión de la agenda global y es que en realidad existen muchas ideas antitéticas y enfrentadas acerca de lo que es el feminismo, acerca de lo que implica la igualdad de las mujeres, acerca de lo que es la subordinación femenina y desde dónde se sustenta en nuestra sociedad, por lo que diría que hablando de la perspectiva de Estados Unidos, y aun cuando considero que no es únicamente una cuestión de este país, pues lo hemos visto en los últimos veinte años, de lo que se trata es de la emergencia de una corriente liberal hegemónica del feminismo o incluso podremos llamarle feminismo neoliberal que ha sido enaltecido, por lo menos en el ámbito mediático, y que se trata de un feminismo que sostiene una idea muy limitada y estrecha, diría incluso inadecuada, de lo que es la igualdad. No es en realidad un movimiento por la igualdad sino por la meritocracia, y a lo que me refiero es que incluye frases como “romper el techo de cristal o sobrepasarlo”. Es un tipo de feminismo corporativo que está sustentado en la situación de mujeres privilegiadas, educadas, profesionistas, mujeres empresarias heterosexuales que sostienen la idea de que el problema es la discriminación entendida en su aspecto más limitado y, por ende, sustentan que lo que tenemos que hacer es mover las barreras para que las denominadas “mujeres talentosas” puedan ascender en la escalera corporativa, incluso entre los militares, para obtener su merecido lugar con los hombres privilegiados de su misma clase. Este es para mí un feminismo muy limitado, respecto del cual estoy totalmente en contra y por ello formo parte de un esfuerzo que incluye a mucha gente y en muchos países y que está por desarrollarse, lo que yo llamo el feminismo del noventa y nueve por ciento, que es una alternativa a este feminismo corporativo, en la idea de un feminismo para la mayoría de la población. Y en esta idea del feminismo del noventa y nueve por ciento creo que es posible contar con algo similar a una agenda común, pero ha de ser muy amplia y con suficiente capacidad para que los diferentes grupos de mujeres, movimientos y luchas aquí y allá puedan desarrollar su propios énfasis y encontrar el modo de ir adelante para lograr sus propias necesidades y reclamos. Sin embargo, considero que algunas cosas que deben ser centrales para el feminismo del noventa y nueve por ciento son el que debe incluir una amplia definición de lo que significa la violencia contra las mujeres y no únicamente maltrato doméstico o violación, sino que incluya todas las formas de violencia estatal y policial que sufren las mujeres, incluyendo violencia económica, violencia ambiental y demás. Necesitamos un panorama mucho más estructural de lo que la violencia involucra, y lo mismo opera para las cuestiones relativas a la organización de las formas de provisión y reproducción social. Las mujeres, como todas las poblaciones, están enfrentándose a un movimiento mundial de disminución del presupuesto, de recortes presupuestales estatales que apoyen las actividades de reproducción social. Esto, al mismo tiempo en que las mujeres están siendo reclutadas masivamente al trabajo remunerado, y el recorte de servicios estatales y servicios públicos es una perfecta combinación para una tormenta de estrés, para la locura cotidiana de tiempos acotados, por lo que una gran parte de la agenda feminista para el noventa y nueve por ciento hoy en día tiene que ver con la cuestión del aprovisionamiento social. Para el noventa y nueve por ciento de las mujeres no es cuestión de contratar una nana o no.
– Cuando habla del noventa y nueve por ciento ¿se refiere a todas las mujeres, es decir a cada una de las mujeres en el mundo?
– No, noventa y nueve por ciento no es el cien por ciento.
– ¿Qué es entonces?
– Es noventa y nueve por ciento; a lo que me refiero es que el feminismo que ha devenido hegemónico ha sido para el uno por ciento de las mujeres, y necesitamos un feminismo para el noventa y nueve por ciento. La solución para el estrés cotidiano, para el tiempo que nunca alcanza y las presiones que derivan de la reproducción social para el uno por ciento de las mujeres, ha sido contratar mujeres emigrantes, gente de color, mujeres indígenas, pagándoles muy poco y manteniéndolas en situaciones muy precarias, sin ninguna prestación laboral. En muchos casos se trata de mujeres sin papeles, lo que las hace sumamente vulnerables al abuso. Esta no es una solución para el noventa y nueve por ciento. La única solución para el noventa y nueve por ciento es la provisión pública de servicios sociales, cuidado público de la infancia, servicios públicos de salud, soporte comunitario público, etcétera. Por lo tanto, la lucha contra las políticas de austeridad tiene que ponerse al centro del feminismo global para el noventa y nueve por ciento, puesto que los derechos laborales son prioritarios y por ello tenemos que volver a hablar acerca de todas las diferentes formas de trabajo en las que las mujeres están involucradas, el trabajo remunerado, el trabajo relativamente formal, el informal, el precario, las mujeres sin papeles, el trabajo del cuidado. La justicia ambiental es también un tema muy relevante. En muchos lugares del mundo las mujeres tienen la responsabilidad principal de proveer abrigo, agua limpia, cuidado de espacios verdes, de granjas y tierras. Todo esto está marcado por una suerte de dinámica neoliberal peligrosa, que busca extraer valor de todas partes, así que estos son los énfasis que te dan un retrato diferente de lo que una agenda global de mujeres sería para mujeres como Hillary Clinton, cuyas ideas son, ya sabe, “romper el techo de cristal” “subir la escalera”.
— En relación con la institucionalización de la agenda de género, ¿qué piensa usted ahora que tenemos tantas instituciones para las mujeres, tales como ONU mujeres, organizaciones no gubernamentales de mujeres, mujeres en todas las instituciones? ¿Es un logro del movimiento feminista en los términos de lo que usted considera que hay que avanzar, es decir, en relación con lo que usted denomina revisiones sensibles al género de la democracia y la justicia? ¿Hay una crítica estructural al capitalismo androcentrista y un análisis sistémico de la dominación masculina o se trata solamente de una nueva burocracia tecnócrata, que muchas mujeres denominan “femócratas”? Desde su punto de vista, ¿eso contribuye al movimiento o más bien lo desacredita?
— Bueno, yo diría que en la medida en que este tipo de institucionalización está desarticulado de movimientos masivos de base, poderosos y radicales, entonces sí es algo problemático. Eso no quiere decir que estoy en contra de las mujeres involucradas en estas instituciones, porque muchas de ellas tienen muy buenas intenciones e incluso algunas ideas radicales sobre lo que he venido delineando pero, cuando estás en una institución, de alguna manera tienes que ajustarte a su cultura para lograr hacer algo, tienes que hablar su lenguaje, tienes que satisfacer a los financiadores si se trata de una ONG o a los poderes estatales si estás en un gobierno o en Naciones Unidas, así que el único modo en que esto puede ser útil es si se combina con un gran empuje desde abajo. Ahora tenemos este fenómeno, y sobre ello han escrito mujeres como Sonia Álvarez y otras, que se ha denominado la “onegenización” de las políticas feministas, lo que es un síntoma para desviarse de problemas estructurales en toda la organización de la vida política. Esto no es algo específico del feminismo, todos los movimientos sociales tienen este problema y no sustituye la movilización de las bases.
— El feminismo entonces seguirá siendo una fuerza insurrecta y el tercer acto resurgente, como usted lo nombra en su obra Fortunas del feminismo, es entonces este movimiento del noventa y nueve por ciento y marchas como la que acabamos de ver en Estados Unidos en torno a la llegada de Donald Trump al poder. ¿Usted predijo que esto iba a pasar?
— ¿Me pregunta si estamos ahí? Bueno, es difícil decirlo, y quien pretenda hacer predicciones sobre lo que va a pasar, ni siquiera mañana, sería absurdo, pero podría decir que estamos en un momento muy intenso y de tensión, mucho mayor que cuando escribí la introducción de Fortunas del feminismo. La crisis de todas las formas de organización social, llámese neoliberalismo, capitalismo financiero o como se denomine, implican una crisis innegable y es lo que sostiene todo el sistema. El capitalismo ha perdido toda legitimidad y por desgracia lo vemos, de manera especial, en el poder y fuerza que mantiene el ala derecha de algunos movimientos, particularmente en sus formas de populismo de derecha, este populismo reaccionario que hay por todas partes y del cual, evidentemente, el fenómeno Trump en Estados Unidos es la estrella de la película. Pero no pienso que este populismo de derecha que estamos observando esté en una posición que pueda asegurar alguna estabilidad, o alguna alternativa segura a lo que yo llamo el neoliberalismo progresivo previo. Por eso pienso que estamos en una suerte de situación de interregnum, es decir en una situación en la que las sociedades están profundamente desestabilizadas y ya hay mucha politización y radicalización –y habrá una radicalización mayor de la derecha, pero esperemos que también de la izquierda, incluyendo movimientos importantes de mujeres, pero aún no estamos listos para esta gran politización y radicalización masiva. Así que pienso que es una crisis real, no sólo a nivel estructural y objetivo, sino que las cosas se han vuelto disfuncionales. Se trata de una crisis donde las personas no se reconocen como tales y están emergiendo estructuras como las que nos habían aniquilado como personas en los últimos treinta años, y por eso considero que es al mismo tiempo un momento de peligro real, pero a la vez de alguna esperanza. Siento que puedo verlo ahora de una forma que no lo pude ver cuando escribía Fortunas del feminismo. Puedo ver ahora una apertura para un movimiento femenino genuino radical de la izquierda y es por ello que me he unido, junto con muchas personas, en este intento de construir un feminismo por el noventa y nueve por ciento. Creo que ahora el movimiento tiene piernas y que está atrayendo mucha atención.
— Hablando sobre México y América Latina, usted estuvo en Argentina en 2014. Allí dijo que América Latina era la única región en el mundo que ha tenido un proyecto sostenido contra el neoliberalismo, tomando diferentes formas en diversos países. Sin embargo, casi todos los gobiernos de izquierda, como los de Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, han sido acusados de severos casos de corrupción y han estado marcados por la tendencia de sus líderes de perpetuarse en el poder y atacar a los grupos de oposición. ¿Qué piensa de esto?
— De nuevo, esto muestra lo que sucede cuando haces algún señalamiento ocasional en un momento particular y en un contexto particular, no vale el papel gastado en el esfuerzo de escribirlo porque las cosas cambian muy rápidamente. Así que obviamente la situación general en América Latina ha ido hacia un serio y triste retroceso y es preocupante. La lección que yo tomo es que es que ciertamente se dieron procesos de desarrollo y muy prometedoras iniciativas en la llamada “marea rosa”, pero también estuvo presente el tema del clientelismo, incluida la corrupción.
Sin embargo, fue un empuje importante por expandir la participación para los indígenas y para la gente de grupos urbanos empobrecidos. Lo que quiero decir es que fue un estallido real de energía democratizadora y un serio esfuerzo por parte de por lo menos algunos gobiernos, de replantear una política no liberal o antiliberal. Podemos decir que quizá Correa en Ecuador, en un cierto grado Fernández en Argentina, etcétera, ninguno de ellos fue perfecto pero yo recojo una lección de todo ello. Al menos una pequeña lección es que muchos de los gobiernos de la “marea rosa” se sustentaron en los altos precios de los productos básicos y esos recursos fueron utilizados –porque dependemos mucho de ellos– y fue algo que resulta inusual y no una situación permanente. El boom de los precios de estos productos permitió obtener, durante un período, una tremenda acumulación de capital a través del mercado y muchos los aprovecharon para distintas formas de redistribución, que fueron desde luego igualitarias, pero no las utilizaron para diversificar y reestructurar sus economías, de tal manera que cuando los precios de los productos básicos cayeron, estos países no tenían ninguna forma de reestructuración para sortear esta situación. Esta es una lección limitada, pero una lección más amplia relacionada con ella es que, en un mundo tan globalizado e interconectado como el que vivimos, la transformación de la estructura social en una región no es posible. Las personas solían decir que el socialismo en un país no es posible; ahora podemos decir que la transformación de la estructura social en un continente no es posible. Simplemente observemos el tema de los precios de los productos básicos, se trata de una economía mundial, no de un país, incluso si este es un país poderoso como por ejemplo Brasil, un gran país que pudo controlar todos estos factores externos. Lo que esto me dice, como alguien de Estados Unidos que, como usted sabe, incluso a pesar de su pérdida de credibilidad moral sigue siendo el elefante del cuarto, el poder mayor, es que especialmente en Estados Unidos tenemos la responsabilidad de hacer un cambio en nuestro país, en nuestra propia casa, porque lo que pasa en nuestro país tiene enormes consecuencias y por ello sentamos parámetros de lo que pueden hacer personas en otras regiones.