El arzobispo capitalino fue ungido cardenal el sábado por el papa, quien lo nombró como su sucesor en la Catedral porteña. Pelea por la presidencia de la Conferencia Episcopal.
Por Washington Uranga
Para Página 12
Mario Aurerio Poli, 65 años, arzobispo de Buenos Aires, es desde el sábado cardenal de la Iglesia Católica por decisión de su antecesor en la Arquidiócesis porteña, el hoy papa Francisco. Poli fue “creado” –el término que usa la Iglesia– en esa condición en la ceremonia del sábado en Roma en la que el papa Jorge Bergoglio también designó a otros cinco latinoamericanos: Leopoldo José Brenes Solórzano (arzobispo de Managua); Orani Joao Tempesta (arzobispo de Río de Janeiro); Ricardo Ezzati Andrello (arzobispo de Santiago de Chile); Chibly Langlois (arzobispo de Les Cayes, en Haití) y Kelvin Edward Felix (arzobispo emérito Castries, en la isla de Santa Lucía). En representación del gobierno argentino estuvieron en el Vaticano el embajador Guillermo Oliveri, secretario de Culto, y el embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero.
Poli, quien ahora podrá participar en la elección de un futuro papa, fue nombrado por Francisco como arzobispo de Buenos Aires el 28 de marzo del año pasado, quince días después de su designación papal. La celeridad en la nominación fue leída entonces como uno de los primeros gestos de celo y preocupación pastoral del nuevo papa por su antigua arquidiócesis. Se puede decir que Poli es un obispo hecho al estilo de Bergoglio. Fue sacerdote de la diócesis de Buenos Aires y su llegada al obispado fue propiciada por el propio Bergoglio cuando era arzobispo porteño. Poli acompañó a Bergoglio como obispo auxiliar y fue uno de sus directos colaboradores entre 2002 y 2008. El 24 de junio de ese año Benedicto XVI lo trasladó como obispo diocesano a Santa Rosa, en La Pampa.
El nuevo cardenal es sacerdote desde los 29 años, alcanzó el doctorado en Teología por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA) y es licenciado en Servicio Social por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Si bien se lo considera un fiel continuador de la línea pastoral de Bergoglio, Poli tiene un estilo personal más reservado, elude las apariciones públicas y se muestra mucho menos activo en cuanto a relaciones con el mundo político, sindical, social y cultural. El 18 de abril, poco después de asumir sus funciones en Buenos Aires, Poli se entrevistó con la presidente Cristina Fernández, con quien recorrió la Casa Rosada y mantuvo un diálogo cordial. Se sabe también que Poli le hizo llegar su deseo de que el próximo 25 de mayo esté presente en el Tedéum de la Catedral. No hay información oficial al respecto, pero se estima que podría ocurrir este año, después de varias ocasiones en las que precisamente para mostrar desacuerdos con Bergoglio, tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández pasaron la fecha patria en otras ciudades y participaron en ceremonias religiosas en esos mismos lugares. En las últimas ocasiones, en la Basílica de Nuestra Señora de Luján.
Con el nombramiento de ayer, Poli aparece como un firme candidato a la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina cuando se renueven las autoridades en noviembre. El actual presidente, el arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, termina entonces su mandato y si bien Poli no es el único candidato surge como una de las figuras para sucederlo. Otro de los mencionados es el titular de la diócesis de Neuquén y actual vicepresidente, Virginio Bressanelli.
El 12 de noviembre pasado, un grupo católico de ultraderecha irrumpió en la Catedral porteña durante la celebración de un acto cristiano-judío en conmemoración de la Noche de los cristales rotos, considerada el inicio del Holocausto perpetrado por el nazismo. La ceremonia era presidida por Poli y se produjeron en ese momento actos violentos que fueron repudiados por el arzobispo. “Queridos hermanos judíos, siéntanse en casa, porque los cristianos así lo queremos, a pesar de estos atisbos de intolerancia”, dijo entonces. Siendo obispo de La Pampa, en agosto de 2012, Poli calificó de “irresponsable e imprudente” al cura Jorge Hidalgo, que había saludado al dictador Jorge Videla por su cumpleaños. Para el obispo, fue un “insoportable escándalo” para la sociedad que “causó un profundo pesar y un grave daño a la Iglesia”.
Poli es el duodécimo argentino en ser nombrado cardenal. Antes lo fueron Santiago Copello (1880-1967), Nicolás Fasolino (1887-1969), Antonio Caggiano (1889-1979), Juan Carlos Aramburu (1912-2004), Raúl Primatesta (1919-2006), Eduardo Pironio (1920-1998), Antonio Quarracino (1923-1998), Estanislao Karlic, Jorge Mejía, Leonardo Sandri y el actual pontífice, Jorge Bergoglio.
Ayer en Roma el papa Francisco creó en total 19 cardenales, incluyendo a un grupo de obispos de países que habitualmente no accedían a esa distinción que les permite ser electores de un futuro pontífice. Entre los designados se cuentan el arzobispo de Uagadugu (Burkina Faso), Philippe Nakellentuba Ouédraogo; el arzobispo de Cotabato (Filipinas), Orlando Quevedo; el arzobispo de Abiyán (Costa de Marfil), Jean-Pierre Kutwa, y el arzobispo de Seúl (Corea del Sur), Andrew Yeom Soo Jung. A ellos se suman el nuevo secretario de Estado del Vaticano, el italiano Pietro Parolin, el secretario general del Sínodo de los Obispos, Lorenzo Baldisseri, y el prefecto de la Congregación para el Clero, Beniamino Stella. Además, el prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, el alemán Gerhard Ludwig Müller; Gerard Nichols, arzobispo de Westminster (Gran Bretaña) y Gérald Cyprien Lacroix, arzobispo de Québec (Canadá).
En esta ocasión, Francisco incluyó en el colegio cardenalicio a tres arzobispos eméritos que superan los 80 años y que por tal motivo no podrán participar en el próximo cónclave. Son ellos el arzobispo italiano Loris Francesco Capovilla, el arzobispo emérito de Castries en la isla de Santa Lucía, Kelvin Edward Felix, y el español Fernando Sebastián Aguilar, de 85 años, arzobispo emérito de Pamplona y Tudela.