"El fondo está flojo, el argentino sabe de fútbol; lo que la gente ve es lo que Sabella trata de solucionar"

Share
Tiempo estimado de lectura: 8 minutos

Share
Carlos Bilardo fue campeón del mundo en 1986 y subcampeón en 1990 con la Selección Argentina de Maradona.
Carlos Bilardo fue campeón del mundo en 1986 y subcampeón en 1990 con la Selección Argentina de Maradona.

 

Por Andrés Prestileo
Para La Nación

Visto desde la posición del presente y en el mundo del fútbol, lo que vaya a ocurrir a partir de mediados de julio parece quedar a años luz. Eso pasa cuando en el medio hay un Mundial. Es lo que explica que cualquier involucrado más o menos directo en ese gigantesco show pueda permitirse ignorar hoy, incluso, qué será de su vida más allá del 13 de julio. Le pasa a Carlos Salvador Bilardo. "Todavía no lo sé. Creo que tengo que pasear un poco, dedicarme a la familia. Mi señora no puede seguir haciendo la vida que hizo hasta ahora. Siempre fútbol, fútbol, fútbol... Bancarse el buen o mal carácter según un resultado. A veces pienso más en ella que en mí. O en mi hija. Recuerdo a un doctor Leal, director del Sanatorio Otamendi, que antes de morirse decía «para qué me maté...»", se desahoga quien dirigió al seleccionado nacional en dos mundiales.

Que hable de esa forma un hombre que durante casi toda su vida buscó forjar una obsesiva imagen de animal de fútbol suena, cuanto menos, extraño. Pero insiste. "Cumplí etapas en mi vida. ¿Qué me falta? Estar más con mi señora, mi hija y mis nietas. Mi mujer me acompañó toda la vida. Recién vengo de la casa de mi hija Daniela, que tiene una hija de 12, Micaela, y un chico de 6, Martín. El nene juega en tres clubes y sabe de todo. El otro día me puso en un aprieto. ¿Cómo se llama Neymar?, me preguntó. ¡Neymar! Los brasileños se llaman Dos Santos no sé cuánto... El sabía y yo no. Estoy poco con mis nietos. El nene dice que no va a estudiar, que va a jugar a la pelota. Es de Boca, no se pierde un partido. Yo nunca fui a ninguna fiesta de Micaela. No podía. Fui este año, cuando se recibió mi nieta en la primaria".

-¿Su mujer se queja?

-No, está acostumbrada. El otro día fui a Mar del Plata, al Hotel Provincial. Abajo no podía estar, venía la gente... Fui al comedor para ver televisión, y tampoco. A comer afuera, que a mí me gusta el lechoncito de ahí, tampoco. ¿Sabés qué hice? Compré el lechón, me lo envolvieron y me lo traje. Bien la gente, ojo. Si querés saber cómo estás tenés que caminar desde Lavalle, por Florida, hasta Diagonal. Ahí te das cuenta de cómo estás. Si te saludan, seguí. Si te putean dos en la primera cuadra, doblá y andate. A mí me encanta que la gente sea así. Y las señoras también. Les dicen a los chicos este hombre estudió y jugó. No es feo, yo me brindo. Eso es lo que tiene Messi, y yo lo respeto por eso. Yo quisiera sacarme una foto con Messi. El otro día me preguntaron por qué no tengo una con él. Porque me da vergüenza, dije.

-¿Cómo que no tiene una foto con él?

-Tengo una sola. No tengo porque me da vergüenza. La vez pasada le sacamos una con cuatro tipos, amigos... Y yo no tengo. Me da vergüenza. Pero es lindo sentir el calor de la gente. A mí me gustan los jóvenes. Me pregunto cómo corno me conocen. Pero ven mucha televisión, te sacan la ficha enseguida.

-¿Y Sabella sabe qué hará después del Mundial?

-No sé. Esas cosas también dependen de la familia. Yo una vez dije que no dirigía más y justo me llaman de Libia. Y yo siempre quise conocer África. Y me fui. Cuando estuve allá arreglé con el hijo de Khadafy, que era el presidente de la federación. Le dije que quería ir cada quince días a otro país. "No hay problema", me dijo. Me ponía un avión, me iba a la mañana y volvía al otro día. Así fui conociendo un poquito de cada país.

Desde hace cinco años y medio cumple una función difícil de especificar pero con un título rimbombante: director general de Seleccionados Nacionales de la AFA. Lo que exactamente hace o deja de hacer sólo lo deben de saber Julio Grondona y Sabella.

-Usted siempre dijo que no quiere meterse en lo futbolístico, salvo que le pregunten. ¿Sigue pensando así?

-Sí, sí. A mí me gustaría, pero no se puede. A mí me decían y yo después empezaba a dudar. Usted entra acá en el bar y ya alguien le dice "che, por qué no ponés a fulano". Yo aprendí mucho de la medicina. Siempre cuento sobre un cardiólogo del hospital Alvear. Nosotros teníamos que hacer la historia clínica de alguien; un día puse "ritmo cardíaco normal", etc. Después auscultó él y me dijo no, hay un soplo. Volví a hacerlo yo, y como él había dicho eso, pese a que yo seguía pensando que el tipo estaba sano, dije sí, acá está, hay un soplo. No, no hay nada. El enfermo es siempre suyo, me dijo. Fue una lección. La uso para todo lo que hago. Desde ese día no me cambiaron nada. Dejo opinar al país, pero después hago lo que creo que está bien. Tampoco soy duro, eh.

-Pero usted se formó como jugador y como técnico, y lo que hace ahora no tiene nada que ver con eso.

-Bueno, a veces sí, a veces hablamos [con Sabella]. Sobre Messi y su posición, sobre Di María y su posición... A veces hablamos. Si me preguntan "qué te parece", sí. Si no, no.

-¿Y Grondona qué le pide?

-Siempre hay algún tema. Hace unos días hablamos de cómo está Messi. Le digo Julio, pasa ésto. Me dice: "Mandale una nota y decile que en la AFA estamos a muerte con él". Eso fue antes de que jugara con Atlético de Madrid, cuando quedó eliminado.

-¿Por qué quiso hacer eso?

-Y, para mí, porque él pensó, como pensamos todos los que leemos los diarios, que lo estaban castigando bastante. Creíamos que era injusto y queríamos que él supiera que hay un grupo de gente que trabaja con él y que no estamos de acuerdo con eso.

-¿Se siente más tranquilo ahora que cuando Maradona era el técnico?

-No, no. Era igual. Con Maradona estaba acostumbrado...

-Sí, pero vivía a los tumbos...

-Pero yo lo conozco desde el 83. Es el día de hoy que Claudia me llama.

-¿Para qué lo llama?

-Hablamos, cómo estás, cómo no estás...

-No le creo que ahora no esté más tranquilo. Una cosa era Maradona como jugador, otra como técnico.

-Bueno, yo lo dirigí en Sevilla. El tenía dos años de suspensión, no tenía club. Hablé con Havelange, con el club... Havelange me dijo Carlos, ¿va a estar con usted? Si va a estar con usted es otra cosa... Ahí fue cuando le bajaron la pena. Ya sabía cómo era, y sé lo que es.

-¿Desde el último encontronazo volvió a tener contacto con él?

-No. Dije "no hablo" y ya está, chau.

-Hablemos del Mundial. ¿Cómo llega la selección?

-Creo que bien. Lo que usted me va a preguntar es lo que la gente dice. Que el fondo está flo... El argentino sabe de fútbol. Lo que la gente ve es lo que Sabella trata de solucionar.

-Lo que la gente ve es un equipo desequilibrado. Mucho en ataque, poco en defensa.

-Eso se puede arreglar. A Brasil lo arregló Lucio, en su momento. Eran una bomba arriba y abajo temblaban. Fueron a buscarlo y él arregló la defensa. Pero depende de cada partido. Si van a atacarlo o no.

-Los arqueros tampoco están bien.

-A mí me gusta Romero. Y a Andújar también le tengo confianza. Ojo, no es lo mismo si un arquero no juega. Si juega, viene confiadito.

-¿Puede haber un cuarto arquero?

-No creo. Si usted me dice que tal es un fenómeno... Pero están parejos.

-El que es un fenómeno, hoy, es Tévez.

-Eso depende de Sabella. A mí me pasó algo así con Ramón Díaz. Yo no tengo compromisos empresarios con nadie. Para mí había otros jugadores que estaban bien y me decidí por ellos. Es un momento muy crítico, yo ya lo pasé.

-¿Hay muchas presiones?

-Le recuerdo lo que me dijo el médico: El enfermo es suyo.

.Pero hasta Scioli pidió por Tévez.

-Sí, está bien. A mí también me pedían todos. Es distinto si diez años después usted me comprueba que yo tenía pases de jugadores.

-No le hablo de eso sino de las presiones del poder. ¿Es difícil resistir eso?

-Sí, es difícil porque no es uno. Son todos. El periodismo, los políticos, la gente. Pero ya le conté cómo pienso yo.

-¿A Sabella lo ve confiado, preocupado, entusiasmado...?

-Está como un técnico antes del Mundial.

-¿Cómo está un técnico antes de un Mundial?

-Intranquilo. En ninguno de los dos mundiales que me tocaron estuve tranquilo. En el sorteo de Italia 90 me dijeron qué suerte que tenés, jugás con Camerún... Casi nos venimos de vuelta antes. En un Mundial tenés 20 minutos malos y te volvés. Normalmente todos estos recaudos se toman antes. Por eso generalmente llegan más o menos los que uno tiene... Alemania, Francia, Italia, España, Inglaterra, Argentina, Brasil.

-Usted lo ve bien, pero estas semanas son preocupantes para algunos jugadores. Como Messi, justamente.

-Pero se le dio justo... Cuando a Barcelona se le dio un poco de vuelta todos se le fueron encima a él. Pasa siempre igual. Y todos dependen de él. Más ahora que no está Guardiola: si no, ya son dos a los que se les pega.

-El otro día usted dijo que a él las críticas lo afectan. Últimamente lo criticaron bastante. ¿Eso les preocupa?

-Es un pibe muy bueno, no tiene una pizca de maldad. Si lo tenés acá sentado, se le acerca cualquiera a pedirle algo y jamás se niega. No es temor... Uno va a ver un partido y paga la entrada para ver a Messi. Como pasaba con Maradona. Es normal.

-Es normal, pero justo ahora puede sentirlo la selección. Y en un Mundial.

-Es que hay otros que andan bien. Hay que levantar a los que andan mal, simplemente.Cuando los tipos se juntan, reaccionan. Saben que es un Mundial. Los hechos a veces nos toman en un momento malo y en otros, en uno bueno. Mejor que lo tomen en uno bueno, pero en esos casos unos se hunden, y otros, los que son clase A, los superan.

-¿No habría sido mejor que ganara la Champions, por ejemplo?

-Para mí es mejor que venga ganando, sí. No como muchos que dicen mejor, así no juega tanto. Pero esto es fútbol, no boxeo. Dependés de los compañeros, de muchas cosas.

-¿A un Mundial conviene llegar como favorito o con perfil bajo?

-Como favorito. Si uno es favorito es porque tiene equipo.

-En 2002 llegamos así y nos fue mal...

-Sí, pero si usted tiene jugadores, los rivales se preguntan cómo contrarrestarlo.

-¿Un Mundial en Brasil da para pensar que hay que jugar por el segundo puesto?

-Todos piensan eso. Pero usted llega a Brasil y todo el mundo habla del Maracanazo. No quieren un segundo Maracanazo. Todavía están pagándolo. Yo pienso lo mismo, ¿eh? Pero eso puede hacerlos fuerte o jugarles en contra. Es como uno que da examen. Hay tipos que saben darlo; otros saben todo, pero no saben dar examen. Acá pasa igual.

-Y si la Argentina jugara con Brasil...

-A nosotros no nos quieren de rivales. Tienen eso que nosotros teníamos hace muchos años con Uruguay. Pero en el fútbol se puede todo. Perdió Italia en Italia. Difícil es, sí. Los organizadores, la publicidad, el dinero, el negocio... Todo se derrumba.

-¿Y no temen que por todo ese negocio a Brasil lo ayuden de alguna manera?

-Es muy difícil. El árbitro influye. Pero eso no se puede saber. Sí, el temor existe, claro, como existía en el Mundial de Italia. Pero después, cómo puede pasar... Qué sé yo.

-Usted siempre dijo que al segundo nadie lo recuerda. Es decir, ¿si la selección terminara de segunda para abajo no serviría?

-Tanto como que no sirve, no. Yo digo que es menos. El segundo es el mejor de los perdedores, siempre lo digo. Pero llegar a una final del Mundo representa mucho.

-Entonces no es ganar o nada, como decía...

-Ganar es todo, es la diferencia entre venirse con algo y hacerlo con las manos vacías. Pero depende de cómo se llega. Hay países que salen cuartos o quintos y no les gusta nada.

-Pero si la Argentina no es campeón pero hace un buen papel, ¿para usted qué significará?

-Depende de hasta dónde se llegue, también. Depende de las expectativas.

 

Share