El Real Madrid se metió en la final de la Champions con una goleada al Bayern en Alemania

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Sergio Ramos marcó los dos primeros goles de la goleada ante el Bayern.
Sergio Ramos marcó los dos primeros goles de la goleada ante el Bayern. Foto: Marca

 

Por Delfín Melero
Para Marca

Los árboles que se iban a quemar los taló el Real Madrid. Olió a chamusquina pero las cenizas fueron del campeón de Europa. El Bayern fue aplastado dentro de su terrible guarida. Daba igual lo que el Madrid se llevara por delante. Se llevó lo que le salió al paso. Fue una tuneladora.

El Madrid dejó al temible equipazo de Guardiola en nada. Lo hizo con su escudo por bandera, su corona y sus nueve Copas de Europa. Europa se enteró de que el rey de Europa había vuelto.

El Bayern no supo qué hacer. Digerió muy mal la derrota. Se topó con un planteamiento fantástico del Madrid. Chocó contra un muro que se extendió por todo el campo. De piedra en defensa y en ataque. Ramos, tenía que ser él, marcó dos goles de cabeza. Cristiano puso el 0-3 en una contra que pasará a la historia.

El 4-4-2 maniató a los de Guardiola. El Madrid no pudo ponerse más serio. Era su noche. Así se ganó su leyenda. Bale lo entendió. Dio un paso atrás para ayudar a Carvajal y realmente fue una zancada galesa hacia delante. Le ficharon para defender a ese equipo por encima de todas las cosas.

Sergio Ramos se elevó por encima de los bávaros para ganarse el cielo. Sus dos goles de cabeza (15'-20') serán leyenda blanca. Tenía que ser él. Se acordó de Neuer, el que se tomó a guasa ese penalti a la grada. Se lo devolvió con dos testarazos imperiales, 'kaiser' madridista.

El Bayern perdió los nervios muy pronto. Pareció saber lo que le iba a pasar. La bestia blanca fue tal. Remató Cristiano, finalizador de una contra espectacular. Atletas, sí, también futbolistas.

El único pero fue la amarilla que vio Xabi Alonso que le impedirá jugar la final. En cuanto fue al suelo se dio cuenta de su error, el único del Madrid en Múnich. Convirtió un infierno en una balsa de aceite previo paso, puede ser, a la décima Copa de Europa.

No sobró la segunda parte porque subrayó el partido del Real Madrid. No perdió la concentración. Era Múnich pero daba igual. El Bayern no pudo sentirse más impotente. Guardiola tenía la razón. La rúbrica la puso Cristiano con el 0-4, claro. Arde Lisboa.

 

Los goles


 

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