Por teleconferencia desde Córdoba declaró en una nueva audiencia del megajuicio Teresa Fátima Llorens, sobrina del popular sacerdote Macuca Llorens -confeso militante peronista y de profusa acción social en el barrio San Martín-. Lo hizo como testigo ofrecido por el Ministerio Público Fiscal.
Teresa Llorens llegó a Mendoza en 1974, junto a su marido, Eduardo Ustarros. Su militancia la desarrolló en su Córdoba natal, vinculada a la defensa de derechos humanos y estudiantiles.
Una noche de enero de 1975, efectivos de la Policía Federal irrumpieron a la vivienda en donde alquilaba una habitación y fue detenida ilegalmente. “Esa noche fui terriblemente torturada con picana eléctrica”, expresó la testigo que para entonces no sabía que estaba embarazada. “A los nueve meses di a luz a Valentina en el Hospital Emilio Civit”, recordó Teresa, quien al momento del parto aún tenía las marcas de la tortura.
Tanto ante los médicos que la atendieron, como en la sede de la Policía Federal, la testigo denunció las torturas recibidas. Hizo lo mismo ante el juez de turno sobre lo cual aseguró que “no se hizo nada”. Desde el momento de su detención, nunca fue notificada del proceso jurídico desarrollado en su contra, por el cual fue condenada a cinco años de prisión.
Trasladada a la Penitenciaría Provincial, compartió cautiverio con otras seis personas, entre ellas Silvia Orne. Recordó episodios que narran el recrudecimiento del régimen hacia el interior del Penal, al transcurrir el año 1976. “Tengo recuerdos de cubrir a los niños en las cunas por que les apuntaban en la cara”, expresó. “Después empezaron a sacar a las compañeras para torturarlas hasta que nos trasladaron a Devoto”. El traslado de Teresa fue en septiembre pero antes pudo dejar a su hija al cuidado de Macuca.
En 1978 logró la libertad condicional; tras esto regresó a Córdoba junto a su familia que había cambiado de domicilio -a la granja del patronato liberado- tras ser dinamitada la vivienda en la que residían, sufrir catorce allanamientos y la desaparición de sus otros dos hermanos suyos.
Al tiempo, Teresa fue notificada sobre la revocación de su libertad condicional “por haber estado en un pabellón de mala conducta”. Le recomendaron presentarse personalmente dado que la policía de Córdoba “no daba garantía de que pudiera llegar a la cárcel”, relató la testigo.
“Sabía que en muchos traslados habían matado a muchos compañeros; al no tener garantías decidí no presentarme y con ayuda de los Jesuitas de Mendoza, pude salir del país”. De esta forma, Teresa encontró asilo en iglesias de Uruguay y Brasil, hasta exiliarse a Suecia en noviembre de 1978, por intermedio de Organización de las Naciones Unidas.
En el año 1994 regresó al país desde México, pero su pasaporte quedó en reserva dado que aún le pesaba el pedido de captura. “Fue un momento muy angustioso, luego me pidieron disculpas, y me dijeron que había sido un problema técnico”.
Fuente: Ministerio de Desarrollo Social