La “renuncia” al yate real se suma a una -hasta ahora, poco eficaz- campaña para lavar la imagen de la monarquía española, que está en el centro de la polémica por el caso de corrupción que involucra a la hija y el yerno del rey.
Por Darío Silva D'Andrea
Especial para Perfil
La cada vez más criticada monarquía española continúa su campaña para recuperar la confianza de los españoles en medio de la crisis más grande de los últimos tiempos. La última prueba fue la decisión del rey Juan Carlos de prescindir del uso del yate real "Fortuna" (valorado en unos 21 millones de euros), donado hace años por empresarios de las Islas Baleares para uso personal de la Familia Real.
El monarca decidió entregarlo al organismo que administra el Patrimonio Nacional -dependiente del Ministerio de la Presidencia del Gobierno español- para que lo ponga en venta.
El Consejo de Administración de Patrimonio Nacional deberá decidir ahora qué hacer con una embarcación, cuyo mantenimiento supone un elevado costo procedente del dinero público destinado a mantener a la Casa Real. Solamente llenar sus depósitos de combustible demanda al Estado unos 26.000 euros (33.000 dólares).
Según informó un vocero de la Casa Real, el Consejo responsable de los bienes de la Monarquía, aprobará el traspaso al Ministerio de la Presidencia, y la administración de Mariano Rajoy decidirá qué hacer con el yate: si quedárselo o venderlo. Según la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría, el Gobierno procederá a convertirlo en Patrimonio del Estado para darle un uso "eficiente y rentable".
Los miembros de la Familia Real y sus amistades utilizaban el “Fortuna” durante sus vacaciones en Mallorca, donde seguían las regatas que se celebran en la Bahía de la capital isleña. Pero en los últimos dos años, el rey -de 75 años y con problemas de salud- lo utilizó apenas tres veces.
El “Fortuna” es el tercer yate de ese nombre que pertenece a los reyes españoles. Juan Carlos -por entonces príncipe y heredero del franquismo- vendió el primero en 1972 al marqués de Mondéjar, uno de sus funcionarios más cercanos. El segundo “Fortuna” fue un regalo del rey Fadh de Arabia Saudita en 1979, y utilizado hasta 1990.
El tercero -ahora desvinculado de la familia real- es un una embarcación de 41 metros de eslora que costó 18 millones de euros. Fue encargado en 1997 a los astilleros “Bazán” por 25 empresarios pertenecientes a la Fundación Turística y Cultural de las Islas Baleares para ser donado a los Borbones en el año 2000. El gobierno de las Islas Baleares aportó gran parte del dinero destinado a su construcción.
El yate era uno de los símbolos de ostentación de la familia real española. A bordo, disponían de un gran salón de descanso, un comedor, una cocina y cuatro “suites” para ocho pasajeros, así como con otros tres camarotes para la tripulación. Resta saber si habrá alguien dispuesto a pagar más de 20 millones de euros por viajar en un barco de reyes.
La “renuncia” al yate real se suma a una -hasta ahora, poco eficaz- campaña para lavar la imagen de la monarquía española, que está en el centro de la polémica por el caso de corrupción que involucra a la hija y el yerno del rey, así como por el estilo de vida secreto que, según se supo, el rey Juan Carlos llevaba en tiempos de crisis económica. Nadie sabe si el monarca será capaz de remontar el prestigio perdido, pero son cada vez más los españoles que piensan (el 55% según la última encuesta) que el rey debería renunciar al trono, dejar el paso al príncipe Felipe y renovar la monarquía.