"Estoy con los que defienden las pymes, con los tipos que la tienen que luchar todos los días... Tengo extracción de pueblo"

Share
Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

Guillermo Francella se apresta para el debut en los cines de El Misterio de la felicidad, la nueva película de Daniel Burman, que se estrena el jueves.

Share

francella

 

Por Juan Manuel Strassburger
Para Tiempo Argentino

Tenemos tan aprendidos los gestos, las reacciones, las miradas de Guillermo Francella en la pantalla chica (o grande) que cuesta no esperarlas (buscarlas, incluso) cuando se lo trata "de civil". Son décadas de crecer junto a sus personajes y de, incluso, verlo evolucionar desde aquella querible figura todo terreno que algunos erróneamente subestimaban a esta otra ya consagrada e igual de masiva y popular, como para no aguardar –en algún descuido o giro espontáneo– la aparición de ese latiguillo que supimos hacer nuestro.

"Me encanta", dice sin vueltas Francella cuando se le pregunta sobre ese afecto incansable que recibe apenas pone un pie en la calle. "Mi profesión de actor recupera su sentido ahí", recalca sobre el final de la charla, mientras pispea de reojo y con cierta satisfacción el afiche de El Misterio de la felicidad, la nueva película de Daniel Burman que llega a los cines el próximo jueves y lo tiene como protagonista junto a Inés Estévez y Fabián Arenillas.

"Es una historia que me sedujo porque trata el tema de los sueños, la famosa frase de 'qué hubiera sido si…'. Esas asignaturas pendientes que por ahí tienen los que deciden patear el tablero sin importar cómo afecte a sus seres queridos. ¿Qué pasa con el tendal que queda?", se pregunta sobre el punto nodal del film, que arranca contando la historia de dos amigos –Santiago (Francella) y Eugenio (Arenillas)– que comparten todo (desde la primaria y el primer trabajo hasta un viaje iniciático a Brasil y el comercio minorista que llevan adelante). Y que, en determinado momento, a partir de la desaparición de uno de ellos, ven desmoronarse ese mundo compartido con todo lo tragicómico que eso implica. "Ahí la situación explota porque pone en cuestión el sueño de ambos y empuja la irrupción de Laura, el personaje de Inés, la esposa de Eugenio, que termina por trastocar todo", indica Francella. Y reflexiona: "Es una amistad muy fuerte la que tienen Santiago y Eugenio. Un tipo de vínculo a veces no comprendido por el universo femenino".

¿Y por qué creés que pasa eso?

–Y… es que no es fácil. En el universo masculino encontrás una pureza o una sencillez que a veces al mundo femenino, por cómo están dadas las cosas, le cuesta un poco más. Nosotros, por ejemplo, podemos decirnos las cosas más terribles y nadie se ofende, está todo bien. Hay una lealtad absoluta. Te puedo decir: "Te quedó como el orto el pelo, boludo". Y vos contestarme: "Y, sí, me cagó el pelotudo del peluquero." Y queda ahí, se termina el tema. Ahora… decile a una mujer que le diga a otra una cosa así. ¡Imposible! ¡Pueden llegar a pelearse para siempre!".

Una sensibilidad por otra parte que no siempre se expresa efusivamente, ¿no?

–Eso depende de cada uno. Tengo amigos que son muy efusivos, de dar besos y abrazos. Y otros que son más recatados. Pero no porque te quieran menos sino porque son así. "Salí, boludo, no me abraces!", te dicen. "Pero vení, relajate!", les decís (risas).

¿Y vos cómo sos como amigo?

–Soy afectuoso. No lo puedo negar. Soy de los que estimulan el vínculo, de los que llaman. Y cuando ando muy ocupado trato de remediar ese tiempo perdido después. También sé que las ausencias no generan necesariamente un deterioro en la relación. De alguna manera, siempre nos la arreglamos para estar presentes. Siempre está la cena, el llamado. Algunos son muy consecuentes: "Guille, ¿hace cuánto que no nos vemos?", te protestan (risas). Y otros lo manejan más a la distancia. Lo que pasa es que también hay que atender los quilombos de cada uno: los laburos, las relaciones sentimentales, las historias de vida.

Francella se queda pensando unos segundos y agrega: "Y eso, justamente, es lo que me sedujo de El Misterio de la felicidad. Porque ¿viste que Santiago sabe más de Eugenio que lo que sabe su propia mujer? Evidentemente necesitaban respirar de esa relación de amistad...".

En momentos como ese es cuando uno se pregunta de dónde habrá sacado Burman la historia...

–(Sonríe) Sí. Y te cuento: de buscar originalidad en la trama y de buscar conmover desde un lugar auténtico. Trabajamos mucho el guión con Daniel y estuvimos muy atentos a todos sus requerimientos. Un momento para mí muy bueno es cuando el ex investigador armenio que interpreta Alejandro Awada, le pregunta a Santiago, mi personaje: "¿Está en pareja usted?" "No, actualmente no". "¿Pero estuvo?" "Sí, claro". "¿Y qué pasó? "Y... Eugenio, el negocio... vio como es...". Silencio. La cara que le pone Awada te lo dice todo. Para Santiago, Eugenio es todo.

Y lo loco es que personajes así en la vida real son mucho más habituales de lo que uno imagina...

–¡Totalmente! ¡Hay muchos tipos así!

El cine, en su versión masiva, suele tomar personajes de vidas extraordinarias para difundirlos y amplificarlos en la pantalla grande para que se emocione gente no tan extraordinaria. Pero en tu caso el camino parece haber sido otro: el de recuperar la vida de los tipos comunes para hacerlos brillar como si fueran extraordinarios. ¿Coincidís?

–Sí, siempre me atrajeron los personajes identificables. Que no sean islas. Que puedas decir: esto me pasa a mí. Porque cuando veo un cine muy individual, sin puntos de contacto, siento que me aleja. Podrá ser una película festivalera, pero no mucho más.

¿Y que retribuciones tuviste por sacar a esos "argentinos comunes" de la sombra?

–Muchísimas. Ver la emoción que genera mi trabajo, cómo carcajea alguien con un determinado personaje. Mi profesión de actor recupera su sentido ahí.

Algo que no pasa inadvertido en El misterio... es la decisión que toma Santiago, tu personaje, de no vender su comercio y seguir apostando a una pyme...

–Sí, claro. El está muy orgulloso con su pequeño comercio. Por eso, cuando desde la financiera le ofrecen comprárselo, se enoja, los rechaza. Y la verdad, me gusta su actitud.

A veces se busca clarificar tu posición política pidiendo que explicites tu adhesión (o no) a un espacio partidario. Pero, ¿no tiene mucho de político haber hecho toda una carrera recuperando la vida, las costumbres y puntos de vista de esos argentinos "comunes"?

–Sí. Sin un pensamiento ex profeso, pero sí. Sin dudar estoy con los defienden las pymes, con los tipos que la tienen que luchar todos los días. Y por más que mi vida, en ese sentido, haya cambiado totalmente, mi acercamiento a ese mundo sigue siendo totalmente epidérmico. Pensá que vengo de una familia de clase trabajadora, mi papá era laburante a morir. Tengo extracción de pueblo...

De alguna manera, reivindicás ese tipo de personajes que suelen querer a su país, que nunca dirían "¡Qué país de mierda!", por ejemplo...

–Noooo, eso nunca, je. Al contrario: están orgullosos de su país y de donde viven. Y a mí, la verdad, me pasa lo mismo.

 

"Me gusta como Burman piensa el cine"

"Hace mucho que tenía ganas de trabajar con Burman", dice Francella sobre el director de El abrazo partido y Derecho de familia. "Habíamos charlado anteriormente la posibilidad pero no habíamos podido concretar".

¿Qué te interesó de él?

–Su cabeza, cómo piensa el cine. Es, además, una persona muy clara para hablar, para contar, para decir; muy respetuosa. Y eso coincide con este momento de mi vida y de mi carrera en el que me gusta estar a la orden de nuevos directores.

¿Qué resortes actorales activaste para tu personaje de Santiago?

–Busqué una cierta austeridad; de silenciosos que digan cosas. De miradas sugerentes. ¿Y creo que se logró, no? Trabajamos mucho el libro con Daniel.

Una película que retrata al amor en la madurez no es lo más común para el cine masivo. ¿En tu caso fue un plus para elegirla hacer?

–Lo que pasa es que me encantan las buenas historias, guiones que tienen un sustento, y no es tan común encontrarlas. Historias donde haya identificación con la gente, que de verdad la platea se sienta seducida por ver puntos en común en sus vidas con esos seres. Ese es el cine que me atrae

Un poco el que has venido eligiendo en el último tiempo...

–Sí. Y eso que son muy distintas entre sí: Rudo y cursi, El secreto de sus ojos, Los marziano, Atraco, Corazón de león y El misterio de la felicidad, son seis pelis bien antagónicas entre sí, pero al mismo tiempo muy atractivas en su dinámica, más allá de que sean géneros diferentes y con profundidades diferentes. Me gusta como actor que me pasen cosas distintas.

Todas estas películas marcan también una nueva etapa tuya como actor en cine, ¿no?

–Sí. Porque tuve una primera etapa de cine para chicos: Los exterminators, Los bañeros más locos del mundo, "los pilotos", "las brigadas". Luego una etapa de comedias para toda la familia: Un argentino en Nueva York, Mi Papá es un ídolo, Mi Papá se volvió loco, Un día en el paraíso. Y después la actual, la que te nombraba recién. La posibilidad de estar con otro cine, pero que también mantiene lo popular.

 

El regreso de Inés Estévez

No sólo es importante en El misterio... la relación del personaje de Francella con el de Arenillas sino también, obviamente, con el de Inés Estévez. "Son muy cambiantes los momentos en la historia. Sobre todos los de ella conmigo. Al principio no la soporta, después le invade el negocio y luego parece que empieza a sentir algo por ella", describe.

No se conocían con Inés. ¿Cómo fue la relación dentro y fuera del set?

–No, nunca habíamos trabajado juntos. Casi no nos conocíamos. Y la verdad que tuvimos una muy buena relación. Como compañeros y como colegas. Es una persona muy metida en lo que hace, alguien que ya desde los ensayos venía con muchas ideas. En ese sentido, fue muy bueno todo el proceso interpretativo que hicimos juntos. Tené en cuenta además que ella hace ochos años que no actuaba. Entonces, que haya elegido la propuesta de Daniel para trabajar conmigo fue muy lindo para todos.

 

Share