Elecciones de concejales

Fuerte devaluación de la política en San Martín y Lavalle: más de 15% de blanco y menos de 70% de participación

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Edgardo González, intendente de Lavalle, y Raúl Rufeil, intendente de San Martín.

Las elecciones de concejales en 12 municipios mendocinos del domingo 26 de octubre revelan una disparidad importante en el nivel de empatía de electorado con el conjunto de la oferta partidaria de cada departamento. La combinación del voto en blanco y la participación mostró dos realidades: mientras Lavalle, San Martín y Malargüe presentaron altos porcentajes de voto en blanco y niveles de concurrencia acotados, en Junín, San Carlos y Tunuyán se registraron los porcentajes más altos de participación de la provincia, siendo los únicos con más del 70% del padrón concurriendo a votar.

Lavalle, San Martín y Malargüe terminaron la noche del 26 de octubre con un diagnóstico compartido: alto voto en blanco y una concurrencia que no alcanzó a darles a las nuevas mayorías un respaldo amplio. En Lavalle el blanco alcanzó el 15,9% y en San Martín el 15,5%, mientras que Malargüe sumó un 13,8% combinado con la participación más baja del conjunto, 62,6%. Esa doble señal —protesta explícita en las boletas y desmovilización en las mesas— no sólo reduce la base de votos válidos sobre la cual se asignan las bancas, sino que también deja a los concejos entrantes con una legitimidad más discutible desde el arranque.

Frente a ese escenario se ubican Junín, San Carlos y Tunuyán, donde la movilización fue notable:  participaciones de 73,7%, 72,3% y 71,1%  atemperaron el efecto del blanco y ofrecieron a las fuerzas vencedoras un colchón de legitimidad que no aparece en los distritos más apáticos. Allí los porcentajes de voto en blanco siguen siendo relevantes —por ejemplo Junín registró 12,8%— pero la concurrencia convierte los resultados en decisiones con mayor gravitación social y política. La lectura es clara: la intensidad de la participación modula el significado del descontento.

Para los intendentes y bloques que renovaron bancas en los departamentos con mayores blancos, la primera tarea será gobernar con esa evidencia en la mesa. En cambio, en los municipios donde la población se movilizó, la exigencia es distinta: transformar la legitimidad en gestión visible y en resultados concretos.

Desde la perspectiva de la representación, el fenómeno no es neutro. Cuando el voto en blanco supera el 12–13% y la participación es baja, la proporcionalidad se ve comprimida y las fuerzas menores pierden oportunidades de ingresar a los Concejos. Eso reconfigura el mapa local: mayorías más concentradas y una menor pluralidad de voces en el deliberativo. La fragmentación que en otros contextos puede beneficiar la pluralidad, aquí se convierte en desperdicio de votos y en riesgo de exclusión política.

Datos clave por departamento

Departamento Voto blanco % Participación %
Capital 8,6 68,2
Godoy Cruz 10,0 68,8
Guaymallén 10,8 69,1
Las Heras 11,9 67,0
Lavalle 15,9 66,1
Tupungato 13,4 68,9
San Martín 15,5 68,3
Junín 12,8 73,7
Tunuyán 13,0 71,1
San Carlos 12,7 72,3
Malargüe 13,8 62,6
General Alvear 13,17 66,6

El voto en blanco

Los datos revelan una notable variación en el porcentaje de votos en blanco entre los departamentos, con un promedio general que ronda el 12.7%. Sin embargo, este promedio esconde realidades muy distintas.

Los municipios con mayor protesta activa: Lavalle (15.9%) y San Martín (15.5%) lideran esta categoría. En estos departamentos, aproximadamente uno de cada seis votantes optó por manifestar su desaprobación explícita a través del voto en blanco. Esta cifra es significativamente alta y envía un mensaje claro a las fuerzas políticas locales sobre la necesidad de reconectar con una parte importante de su base.

Un corredor de descontento: Municipios como Malargüe (13.8%)Tupungato (13.4%)Tunuyán (13%)Junín (12.8%) y San Carlos (12.7%) presentan niveles de voto en blanco por encima del promedio, formando una zona geográfica donde el mensaje de insatisfacción fue particularmente fuerte.

El menor rechazo explícito: En el extremo opuesto se encuentra la Capital (8.6%), con un voto en blanco considerablemente inferior al resto. Le siguen Godoy Cruz (10%) y Guaymallén (10.8%), los tres principales centros urbanos del Gran Mendoza. Esto podría sugerir que en las áreas más densamente pobladas, la oferta política logró una conexión más efectiva, o que el electorado optó por otras formas de expresión de su preferencia.

Participación heterogénea

La participación, por su parte, muestra el nivel de compromiso cívico de la población. El rango va desde un sólido 73.7% en Junín hasta un preocupante 62.6% en Malargüe.

Alta movilización: Junín (73.7%)San Carlos (72.3%) y Tunuyán (71.1%) destacan por tener una participación muy elevada, indicando un electorado altamente involucrado en los asuntos municipales.

Participación media-alta: La mayoría de los departamentos, incluidos Guaymallén (69.1%)Tupungato (68.9%)Godoy Cruz (68.8%)San Martín (68.3%) y Capital (68.2%), se ubican en un rango de participación saludable, similar a los estándares históricos.

Baja participación como señal de alerta: Malargüe (62.6%) presenta el dato más bajo con una diferencia abismal, lo que podría estar relacionado con factores socioeconómicos, geográficos o una profunda desafección política. Las Heras (67%) y Lavalle (66.1%) también se sitúan en los niveles más bajos de la tabla.

Cruce de variables

Al cruzar ambas variables, surgen escenarios reveladores:

Alta Participación + Alto Voto en Blanco (Junín, San Carlos, Tunuyán): Estos casos son los más elocuentes. Muestran una ciudadanía que sí acude a las urnas, pero que utiliza masivamente el voto en blanco para expresar su descontento. Es un mensaje contundente: "Estamos aquí, pero no nos conformamos con lo que nos ofrecen".

Baja Participación + Alto Voto en Blanco (Lavalle): Esta combinación es la más crítica. Sugiere un doble fenómeno: una parte de la ciudadanía protesta activamente (voto blanco) y otra se aleja por completo del sistema (abstención). Es una señal de alarma sobre un posible quiebre en la representatividad.

Baja Participación + Bajo Voto en Blanco (Malargüe): Aquí, la problemática podría ser diferente. La baja participación no se traduce en una protesta activa mediante el voto en blanco, lo que podría indicar desinterés, aislamiento o barreras logísticas para votar, más que una protesta política dirigida.

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