Decidieron que iba a morir. Porque sí. Antes del último suspiro peleó, gritó y hasta le hizo rasguñones a sus victimarios (se cree que el agresor no actuó en soledad). Arrojaron su cadáver en una bolsa de consorcio a la basura. Se cree que estaba con vida cuando cayó en el camión de la basura. El cuerpo fue compactado una, dos, tres veces mezclado con los desechos de una gigantesca ciudad. Nadie se autoincriminó por haber asesinado al periodismo. No hubo editores ni dueños de medios que admitieran: "El del título de porquería fui yo". "El que mintió fui yo". El cadáver aún estaba tibio cuando otro crimen enfocó las cámaras hacia otro oscuro rincón. El periodismo ha muerto. Noticia vieja. A cambiar de canal y good show.
Gabriela Valdés
@gabivaldes