Grito a Peña Nieto con acento argentino: “¡Ahora, ahora, se hace indispensable, presentación con vida y castigo a los culpables!”

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El presidente Peña Nieto mandó 3.000 policías a custodiar a 500 manifestantes por los estudiantes desaparecidos en inmediaciones de la residencia presidencial, en el DF de México. Foto: Enrique Pfaab
El presidente Peña Nieto mandó 3.000 policías a custodiar a 500 manifestantes por los estudiantes desaparecidos en inmediaciones de la residencia presidencial, en el DF de México. Foto: Enrique Pfaab

 

Por Enrique Pfaab
Para Un argentino en Ayotzinapa

México DF. Residencia Presidencial Los Pinos. Noche de Año Nuevo.

Los normalistas cantan, con alguna leve modificación, la consigna que repitieron por más de tres décadas las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo: “¡Ahora, ahora, se hace indispensable, presentación con vida y castigo a los culpables!”. Y luego cuentan del 1 al 43 y gritan “¡Justicia!”.

Son una columna de 500, que marchan hacia la residencia presidencial custodiados por 3.000 policías fuertemente armados y decenas de carros de asalto. Es la noche de Año Nuevo.

Una nutrida comitiva de padres de los 42 normalistas desaparecidos y de los 4 asesinados el 26 de septiembre, más compañeros de los estudiantes y algunos militantes de organizaciones progresistas, decidieron movilizarse hasta la residencia en donde vive Enrique Peña Nieto, en plena noche vieja.

Partieron de Ayotzinapa a media mañana, en tres colectivos y alguna combi. Viajaron por caminos secundarios y llegaron al Distrito Federal cerca de las 18. Luego empezaron a marchar hacia la residencia presidencial de Los Pinos.

El sitio dónde reside históricamente el presidente de México, está dentro de un parque de unas 25 hectáreas, junto a otros edificios.

Los padres y normalistas tenían planeado llegar allí marchando por el Paseo de la Reforma. Pero en esa inmensa avenida el Gobierno había montando un enorme escenario para realizar espectáculos artísticos y recibir festejando el 2015. Además desde temprano toda la zona estaba atestada de policías.

Esto obligó a que la marcha se desviara por la Avenida Chapultepec y después por la mal iluminada Avenida Constituyentes. A las 19, cuando la marcha se acercaba, ya era noche cerrada. Fría.
 

 
El grupo estuvo encabezado por los padres de los normalistas desaparecidos, cada uno llevando una foto de su hijo. El resto de los marchantes les hicieron un cerco de protección, para que no se filtrara nadie entre ellos. La marcha la cerraban los micros con los que llegaron de Guerrero.

“Soldado mexicano, si tienen dignidad, ya no te hagas el pendejo y dinos la verdad”, fue otro de los cánticos que atronó en la noche, cuando ya en las calles solo se veía gente apurada para regresar a sus hogares para el festejo.

Decenas de periodistas, muchos de ellos de cadenas internacionales, siguieron la manifestación de cerca. También un grupo de observadores internacionales de Derechos Humanos y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México.

Durante el trayecto los policías se limitaron a encarrilar la manifestación, pero evitando contacto con ella. En cambio, a 500 metros del ingreso a Los Pinos, los uniformados bloquearon todo el ancho de la Avenida Constituyentes. Eran unos 1.000. La primera fila con escudos y atrás de ellos una multitud de uniformados, sosteniéndolos. Para completar el bloqueo, colocaron detrás varios camiones de asalto atravesados y desplegaron vallas metálicas.

Cuando los normalistas se acercaban, la tropa uniformada avanzó unos 20 pasos hacia ellos. Fue una provocación. Una demostración de fuerza. Por un instante el desastre fue palpable. Pero los de Ayotzinapa decidieron detenerse a 10 pasos de ellos para evitar la confrontación.

En ese lugar representantes de cada sector les hablaron a los manifestantes con un megáfono. El primer discurso en este plantón, como le dicen aquí a las concentraciones, fue el de Alfredo Galíndez Araujo, el padre del normalista desaparecido Jhovani Galíndez Guerrero.

“Este Gobierno busca a los delincuentes entre los estudiantes de este país, cuando debería buscarlos entre la policía corrupta y los políticos corruptos”, dijo.

Además recordó que una semana antes de la masacre del 26 de septiembre en Iguala y la desaparición de los 43 jóvenes “el Ejército ya había interceptado a los normalistas de Ayotzinapa en un boteo (movilización para conseguir alimentos) y les habían dicho que la próxima vez los iban a matar. Por eso estamos seguros de que el Ejército los tiene”.

También se denunció que los abogados que representan a los padres de los jóvenes, no han tenido posibilidad de leer el expediente en donde se investiga el caso y tampoco han tenido acceso a las declaraciones de los policías municipales de Iguala que actuaron en el ataque contra los normalistas.

El miércoles, el clima estaba especialmente tenso debido a algunas declaraciones del gobernador de Guerrero, Rogelio Ortega Martínez, quien dijo pocas horas antes que “el caso Iguala puede tener un trágico final” y pidió que los manifestantes “no rebasen los la zona de tolerancia ni provoquen que se rompa la liga de lo permitible” (SIC).

México, especialmente el DF, pasó un Año Nuevo extraño. “Siempre hay mucha gente en la calle, que sale después de las 12 a tomar una copa”, contó un taxista. Pero esta vez las calles estaban casi vacías. Apenas quedaban unos puesteros en las veredas, esperando vender algo más.

En el metro, de regreso de la manifestación, apareció el ejemplo perfecto del “Estado fallido” de esta república, según la definición del presidente uruguayo Pepe Mujica: Un niño de 13 años tocaba el acordeón, mientras su hermano de 8 intentaba convencer a los pasajeros que pusieran una moneda en la latita.

 

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