Fernández rescata la cara más popular del Morocho del Abasto en su nuevo disco, De criollos y tangueros.
En la Argentina de 1933, la del retorno conservador bajo el gobierno de Agustín P. Justo y el Pacto Roca-Runciman, Carlos Gardel grababa por primera vez Al pie de la Santa Cruz.
La letra de Mario Battistella (con música de Enrique Delfino) denuncia la brutal represión a las protestas sociales por parte del gobierno del General Félix Uriburu, como continuidad ideológica de la Ley de Residencia y las persecuciones a militantes anarquistas de principios de siglo –pero en su versión más sangrienta–. Las deportaciones a la lejana Ushuaia, como las que describe la canción, serían reemplazadas ahora por fusilamientos, como el de Severino Di Giovanni.
Y aunque para muchos Gardel había saludado con beneplácito el golpe de 1930 al grabar Viva la Patria y adhería al Partido Conservador, ahora mostraba otra faceta. Esa cara más popular del Morocho del Abasto es la que rescata el cantante y compositor Guillermo Fernández en su nuevo disco, De criollos y tangueros.
"Gardel era un tipo muy ambiguo, pero me parece que no estaba muy preocupado por la vida política en ese momento en la Argentina", dice Fernández a Newsweek. "Pero siento que no existía entonces el enfrentamiento de ahora. Las caretas estaban, todo era mucho más amable".
En su nueva placa, Fernández abreva de lo que describe como el "pre-tango", y revive "ese sentimiento asumido por la gente de los años ‘20, que dejaba sus pueblos natales para internarse en la selva urbana, dando paso a una música criolla con dejos de nostalgia, dramatismo y romance".
La élite cultural de la Buenos Aires del Centenario vivió ese movimiento socio-demográfico como un "aluvión zoológico" avant-la-lettre, y la intelectualidad de todo el arco ideológico miró con desdén y aire despectivo al tango, esa "música híbrida y funesta", "repugnante", cuyo "baile es grotesco a fuerza de actitudes torpes y ridículas y significa el más alto exponente de la guaranguería nacional", como escribe Manuel Gálvez en El diario de Gabriel Quiroga. En ese contexto surgió la figura de Gardel, cuya envergadura crecería en gran parte bajo los primeros gobiernos radicales (desde Mi noche triste, grabada en 1917).
Desde que comenzó a cantar en televisión, a los 5 años, Guillermo Fernández (hoy de 55) tuvo un repertorio principalmente gardeliano. "Y la mitad eran canciones criollas, tango de guitarras. Siempre me gustaron, y siempre tuve ganas de hacer un disco completo así".
Para elegir las canciones a versionar en este disco (además de cinco composiciones propias en el mismo estilo, como Mate cosido, dedicada al mítico bandido rural) Fernández realizó un trabajo de investigación que lo llevó incluso a descubrir en YouTube una perla "que estaba en el olvido": Pampa Luna, de Homero Manzi y Sebastián Piana, cantada a dúo por Ignacio Corsini y Agustín Irusta montando a caballo en una escena de la película homónima. "Pero también a buscar canciones que tuvieran que ver con lo social, como Al pie de la Santa Cruz".
"Con mi viejo, que murió grande hace siete años, teníamos una discusión recurrente", recuerda Fernández. "Él me decía: ‘Tenés que ser como Gardel, que cantaba para los muchachos del barrio y para el príncipe de Gales’. Claro, en esa época no estaba bien visto un cantante con una postura social o política". No le hizo caso, como demuestra, entre otras cosas, su reciente participación en un cortometraje en el que varios artistas homenajean a Néstor Kirchner. "Creo que un artista es un comunicador, y desde la comunicación uno tiene que ser muy sincero con lo que canta y lo que dice. Soy de los que piensan que el artista tiene que manifestar su sentimiento social y político".
-¿Y en qué lugar cree que estaría hoy Gardel?
-Yo lo ubico como un artista netamente popular. Era un tipo, por lo que se cuenta, muy preocupado por todos los problemas sociales. Ayudaba a los desposeídos. Ganó mucha plata y murió con muy poca. Si me tomo de su generosidad y preocupación, creo que el tipo hoy sería un peroncho nacional y popular.