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Todas las crónicas coinciden: si bien nadie –ni siquiera cúpula de Patricio Rey- sabía que se trataba del último recital de los Redonditos de Ricota, una sensación de final sobrevoló toda la noche sobre el estadio Chateau Carreras.
La banda había alcanzado dimensiones elefantiásicas y el país, encaminado hacia el iceberg, era una verdadera olla a presión. De hecho sólo cuatro meses antes, la banda había decidido presentar Momo Sampler –su último disco- por fuera de las fronteras argentinas: más precisamente, en el Estadio Centenario de Montevideo.
Aquel 4 de agosto, a través de los cuatro accesos habilitados, más de 45 mil personas comenzaron a entrar al estadio con su entrada ($22 la popular) en mano. A medida que el campo se iba llenando algunos grupos pugnaban por ingresar sin ticket y, una hora antes del comienzo del recital, las autoridades locales decidieron liberar el ingreso. Para entonces, el santafesino Jorge Felippi ya había caído de espaldas al vacío y se transformaba en la primera y única pérdida de la jornada.
Unos minutos más tarde, se apagaron las luces del estadio y Skay Beilinson marcó el puntapié inicial con “Unos pocos peligros sensatos”. Era el comienzo del fin. La primera de las últimas veinticinco canciones que Patricio Rey ofreció a su público.
Fuente: Oir Mortales