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Para CTXT
Después de nueve meses de guerra implacable Israel ha ordenado por primera vez la evacuación forzosa de “todos” los residentes del norte de la Franja de Gaza –unos 200.000, según cálculos recientes– hacia el sur. Hasta ahora la orden de traslado solo había afectado a barrios concretos.
La imposición israelí, que se produce en medio de una dura campaña de bombardeos sobre la Franja, con decenas de asesinatos diarios, llega días después del anuncio por parte del Gobierno de la construcción de casi 5.300 nuevas viviendas en asentamientos de la Cisjordania ocupada. La campaña para acelerar la expansión de los colonos unida a la orden de evacuación del norte son una muestra más del empeño israelí para borrar la existencia palestina.
Desde el inicio de la guerra en octubre el objetivo de Israel ha trascendido el retorno de los rehenes israelíes de Gaza o incluso la eliminación de Hamás. La esencia de la guerra ha evolucionado para perseguir la eliminación completa de la existencia palestina, con una agenda más amplia y siniestra que va más allá de los objetivos militares inmediatos.
Los esfuerzos sistemáticos para borrar la existencia palestina no solo implican acciones militares directas, sino también políticas genocidas que restringen el libre movimiento de las personas, provocan hambre, limitan el acceso a servicios esenciales y socavan los derechos humanos básicos.
El impacto de estas políticas es evidente en varios aspectos de la vida palestina, en Gaza, Cisjordania y en la diáspora. Desde octubre, el Gobierno israelí ha cometido y continúa cometiendo cientos de masacres contra civiles. El número de muertos en Gaza ha superado los 45.000, la mayoría de ellos niños y mujeres. Esta cifra impactante refleja una realidad brutal donde la población civil soporta el peso de las operaciones militares.
En la última semana, las fuerzas israelíes han seguido atacando duramente a los civiles en Gaza. La atrocidad más reciente ocurrió en Al-Mawasi, donde más de 100 personas que se refugiaban en tiendas de campaña fueron asesinadas en una sola ofensiva. Israel afirmó que el objetivo era el líder de Hamás Muhammad Al-Deif, pero Hamás replicó acusando a Israel de mentir.
La masacre de Al-Mawasi no es un incidente aislado, sino parte de un patrón más amplio de violencia contra la población civil de Gaza. Desde el inicio de la guerra, ha habido cientos de masacres documentadas, que han provocado miles de muertos y la destrucción generalizada del territorio.
Estos actos de violencia se caracterizan por bombardeos indiscriminados, asesinatos selectivos y el ataque sistemático a áreas residenciales, escuelas y hospitales. La destrucción de infraestructuras y hogares ha dejado a miles de familias desplazadas, viviendo en condiciones precarias con acceso limitado a necesidades básicas. El coste psicológico y emocional para los supervivientes, especialmente los niños, es incalculable y tendrá un impacto duradero en la comunidad.
La desaparición de todos los servicios necesarios para la vida empujará a aquellos que sobrevivan a este genocidio a abandonar Gaza. No hay atención médica, educación, hogares, ni alimentos. Es difícil imaginar la vida en un lugar como este, una ciudad fantasma habitada por la muerte, el miedo y la destrucción.
Genocidio, limpieza étnica, asesinato en masa, holocausto. Lo que Israel está haciendo es aniquilar Gaza, no eliminar a Hamás, como asegura el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
En Cisjordania, la expansión de los asentamientos y la demolición de hogares palestinos son indicadores claros de una estrategia destinada a erradicar las comunidades palestinas. El reciente anuncio de nuevas unidades de asentamiento en medio del conflicto en curso ilustra aún más esta intención.
El 8 de julio, el ministro de Finanzas israelí, el ultraderechista Bezalel Smotrich, declaró que el acuerdo de alto el fuego con Hamás constituiría una derrota para Israel y aseguró que su partido –clave en el Gobierno– no apoyaría el pacto que se está negociado. El jefe del partido Sionismo Religioso, que apoya la expansión de los asentamientos y forma parte de la coalición gobernante del primer ministro Netanyahu, afirmó que el acuerdo es “una humillación para Israel”.
El Gobierno israelí no respondió de forma directa a las declaraciones de Smotrich, pero anunció un plan para construir casi 5.300 nuevas viviendas en los asentamientos de Cisjordania, cosa que había declarado ilegal.
Según la organización israelí de derechos humanos Peace Now, el Gobierno de Israel ha autorizado la mayor confiscación de tierras en Cisjordania ocupada desde los Acuerdos de Oslo de 1993, que delinearon un marco para la paz entre Israel y los palestinos.
Ahmed Masoud, abogado de derechos humanos e investigador en AUG, declaró a CTXT: “Es cada vez más evidente que la principal preocupación de Israel no es ni la erradicación de las facciones de resistencia ni la recuperación de sus rehenes. A pesar de sus afirmaciones iniciales, la ocupación ha mostrado poco interés en lograr estos objetivos. En cambio, su único enfoque sigue siendo mantener la ‘seguridad’ de su supuesto Estado, considerando todo lo demás como secundario”.
Esta guerra genocida tiene como objetivo eliminar por completo la existencia palestina. La ocupación busca arrancar todo lo que es palestino, siguiendo planes sionistas que vienen de largo. Esto incluye el intento calculado de inculcar en la mente de los gazatíes la idea de desplazamiento “forzado y voluntario”, explicó Masoud a CTXT.
“Trágicamente, esta guerra de exterminio no muestra signos de terminar pronto. Continúa bajo la cobertura y el apoyo total de Estados Unidos y Europa, con el ensordecedor silencio del mundo árabe”, agregó.
El papel de los países árabes
Los países árabes desempeñan un papel complejo en el borrado de la existencia palestina. A pesar de su retórica en apoyo de los derechos palestinos, las políticas puestas en práctica en muchos de estos países reflejan una postura diferente. En Líbano los palestinos sufren duras condiciones en campos superpoblados y se les niegan derechos básicos como la residencia o el empleo. En Jordania, aunque muchos palestinos han recibido la ciudadanía, persiste la discriminación en la educación o el empleo.
Las políticas fronterizas de ciertas naciones árabes también restringen el movimiento palestino. La frontera cerrada entre Egipto y Gaza, por ejemplo, dificulta gravemente la capacidad de los palestinos para viajar con libertad en busca de educación, trabajo o tratamiento médico. Estas políticas profundizan el aislamiento y la marginación de los palestinos y contribuyen efectivamente a su exclusión.
Las prácticas discriminatorias en los países árabes mantienen a los palestinos en un estado de vulnerabilidad perpetua. En Siria los campamentos palestinos enfrentan condiciones de vida difíciles, con las generaciones jóvenes luchando por acceder a educación y a oportunidades laborales.
Los Estados árabes y la Liga Árabe han fallado en proporcionar una solución viable a la causa palestina. En lugar de abordar activamente el problema, algunos niegan la existencia de este pueblo, mientras que otros nos toleran a regañadientes. Todos, sin embargo, nos perciben como una carga.