OPINIÓN

En línea con su política histórica, Israel no mostró su investigación sobre el atentado a su Embajada en Buenos Aires

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El ataque terrorista a la Embajada de Israel en Argentina sucedió el 17 de marzo de 1992 y causó 29 muertos y 242 heridos. Foto: Télam
El ataque terrorista a la Embajada de Israel en Argentina sucedió el 17 de marzo de 1992. Hubo 29 muertos y 242 heridos. Foto: Télam

Por Orlando Ragusa
Especial para EXPLÍCITO

Hace más de dos décadas la embajada de Israel en Argentina fue volada por una explosión. Investigó ese ataque terrorista la Suprema Corte que es el tribunal que atiende las causas que involucran directamente a un estado extranjero. Israel envió expertos de su país que nunca brindaron informe alguno a las autoridades argentinas. Ese caso sigue sin resultados.

La actitud de Israel no es extraña si se tiene en cuenta su historia de ataques y el modo de resolverlos según su metodología ajena a las normas de la justicia y del derecho internacional.

En 1946, cuando se trataba en la ONU la posibilidad de partir el dominio británico de Palestina en dos estados, uno judío y otro palestino, ya operaban en ese territorio bajo jurisdicción inglesa varias organizaciones clandestinas judìas que realizaban acciones armadas contra las fueras de ocupación y los grupos similares de origen palestino. A modo de ejemplo, estaba el Irgún, el Hagana y otros. Uno de los jefes del Irgun era Menajen Begin quien varios años después fue premier de Israel. Bajo las órdenes de Begin se introdujeron poderosos explosivos en envases de leche en el Hotel Rey David de Jerusalén, sede de los oficiales británicos, sus familias y de colaboradores palestinos y judíos. El hotel voló por los aires con un saldo de 92 muertos de los cuales 15 eran judíos.  Esta narración de acción directa se prolonga en el tiempo.

En 1960 un comando israelita secuestró en Buenos Aires a Adolfo Heichmann, un oscuro oficial de la SS nazi, lo trasladaron a oculto en un vuelo especial de Tel Al la línea aérea de bandera de Israel, lo culparon del Holocausto y lo mataron. No pidieron la extradición por varios motivos. Israel no existía cuando Heichmann cometió los delitos imputados. El país donde ocurrieron esos crímenes era Alemania que debía solicitar la extradición. Y lo más importante, quizás, es que Israel necesitaba un culpable del Holocausto para descargar su ira y no pudieron encontrar a los jefes centrales de esa abominación. Porque Adolfo Heichmann, presentado como el ideólogo de ese crimen masivo en realidad era un oscuro teniente coronel que se encargaba de las tareas burocráticas, organizaba las reuniones de los jefes reales de la matanza y era culpable por complicidad, no por mando supremo. Cómo podía un teniente coronel dar órdenes ejecutivas a miles de militares en un Ejército que en 1942 tenía 62 mariscales de campo, centenares de generales y miles coroneles por encima de él. A modo de ejemplo, uno de los peores y atroces “jefes” de esa operación monstruosa, el doctor Joseph Mengele vivió años en Brasil con su nombre real y murió anciano. En Chile se refugiaron varias figuras importantes del nacismo. Entre otros el general Rauff que vivió como un hacendado y al morir de viejo en la ceremonia fúnebre recibió honras militares por parte de efectivos del ejército de Chile. De eso, ni una palabra sale de la Cancillería de Israel o de organizaciones sionistas.

Hay más. En los juegos Olímpicos celebrados en Munich, en esa época Alemania Occidental, un grupo terrorista denominado Septiembre Negro, de origen palestino, asesinó a varios atletas israelíes y guardias alemanes. Los terroristas lograron escapar con ayuda de grupos alemanes que compartían esos métodos horrendos. En ese momento, el estado de Israel podría haber pedido a Interpol alertas rojas para los terroristas de Septiembre Negro y que la justicia se hiciera cargo. No fue así. La primer ministro de Israel, Golda Meir, organizó un equipo de asesinos entrenados y los envió a buscar a los terroristas y matarlos donde y cuando fueran encontrados. La operación se realizó y en algunos casos los asesinos israelitas utilizaron bombas de acción remota que mataron al blanco y también a inocentes que pasaban por el lugar de la explosión. No hubo ninguna explicación o pedido de disculpas por parte del estado de Israel.

Las recientes elecciones de Israel han confirmado el triunfo parcial de Benjamín Netanyahu, el mismo que retó en el Congreso de Estados Unidos a Barack Obama por el intento del presidente de realizar un acuerdo con Irán. Acuerdo que podrá crear en Medio Oriente una fuerza eficaz contra el llamado estado islámico, ese grupo de criminales que está aterrorizando a varios países de la región. Netanyahu y sus halcones no quieren arreglos con Irán porque buscan un estado de tensión permanente con el Islam y así pueden seguir con los asentamientos en tierras palestinas, no reconocer nunca al Estado Palestino ya consagrado por la ONU y reconocido por muchísimos países del mundo que quieren paz y no guerra.

Los métodos de Israel han ignorado el derecho internacional y la presunción de inocencia. Primero disparan y luego preguntan. Palestina sigue sufriendo y está cercada por Israel. Han atacado, los israelitas, barcos con ayuda humanitaria para los palestinos.

Israel tiene más de doscientas armas nucleares que no declaran ante la autoridad de control nuclear de la ONU, pero acusa a Irán de querer desarrollar un DTN -dispositivo táctico nuclear- situación desmentida por los expertos en el tema de organismos internacionales.

Los graves conflictos en Medio Oriente de los últimos 20 o 30 años se generan en la intransigencia de Israel y en la complicidad de países de la OTAN para embarrar la cancha y sacar provecho. El ataque a Libia perpetrado por Estados Unidos y Francia dejó a ese país en la ruina, el desorden y además desaparecieron las enormes reservas en oro que tenía. Alguien se las llevó.

Para entender este mundo convulsionado donde solamente América Latina parece ser la región que crece con paradigmas de paz, igualdad y respeto a los derechos humanos, hay que leer un  poco de historia. No hay que mirar fotos, hay que ver la película entera.

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