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El bajo nivel de participación en las elecciones legislativas de la Ciudad de Buenos Aires (51%) pone de manifiesto un fenómeno cada vez más recurrente en los procesos electorales: la apatía o el desencanto de una parte significativa del electorado. Esta situación expone un vacío de representación que, lejos de mitigarse con la atomización de espacios políticos, parece expandirse con rapidez.
A pesar de la diversidad de opciones, la oferta electoral en la Ciudad de Buenos Aires alcanzó un récord de 17 listas, la mayor cantidad en elecciones generales en mucho tiempo. Sin embargo, en lugar de ampliar la representación de intereses, la multiplicación de listas terminó por reducirla. La fragmentación política no se tradujo en una mayor inclusión, sino en una dispersión que debilitó la conexión con el electorado.
En términos concretos, el sistema político refleja un desbalance: una parte de la población está sobrerrepresentada, mientras que otra—cada vez más extensa—no encuentra quién defienda su agenda. Esta distorsión no es exclusiva de la política; los medios masivos de comunicación atraviesan una crisis similar, moldeando su discurso en función de los intereses de quienes financian su actividad, que muchas veces coinciden con los mismos actores que sostienen la política.
El descenso en la participación electoral refuerza una tendencia inquietante. Si bien en los comicios nacionales de este año se evidenció un crecimiento del ausentismo, el nivel de abstención alcanzó cifras inéditas en la Ciudad de Buenos Aires. De cada cien electores habilitados, sólo 51 acudieron a votar.
Los resultados reflejan una distribución del voto que, al observarse sobre el padrón total, pierde contundencia:
- 49 evitaron las urnas.
- 15 optaron por Manuel Adorni (La Libertad Avanza), la fuerza ganadora.
- 14 apoyaron a Leandro Santoro (Peronismo Porteño), segundo en la contienda.
- 8 eligieron a Silvia Lospenato (PRO), en tercer lugar.
- 4 votaron por Horacio Rodríguez Larreta, con menor desempeño.
Si se analiza en perspectiva, el respaldo electoral de los candidatos se reduce drásticamente al considerar el total de ciudadanos habilitados para votar. Manuel Adorni, líder de la lista más votada, apenas alcanzó el apoyo del 15% del padrón total. Lo mismo ocurre con sus contrincantes, lo que evidencia una fragmentación del voto y una ausencia de representación absoluta de cualquier fuerza política.
Este bajo nivel de participación plantea desafíos profundos para el sistema democrático en la Ciudad de Buenos Aires y el país en general. Por un lado, los dirigentes electos deberán buscar estrategias efectivas para reconectar con el electorado, dado que sus mandatos cuentan con el respaldo de menos de la mitad de los ciudadanos habilitados. Por otro lado, el sistema político se enfrenta a una disyuntiva: ampliar su oferta programática o avanzar hacia una crisis de representación de dimensiones impredecibles.
Más que una disputa entre partidos, estos resultados ponen sobre la mesa una señal de alerta respecto a la participación cívica y la urgencia de fortalecer la confianza en los procesos democráticos.