OPINIÓN

La muerte de Nisman es la última excusa de los líderes del imperio contra la soberanía de un país ajeno

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El senador republicano Marco Rubio presiona al presidente Obama para que intervenga en la investigación de la muerte del fiscal Niman en Argentina.
El senador republicano Marco Rubio presiona al presidente Obama para que intervenga en la investigación de la muerte del fiscal Niman en Argentina.

 

Por Orlando Ragusa
Especial para EXPLÍCITO

Como una parte insólita de la saga sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman, un parlamentario de Estados Unidos, de nombre Marco Rubio, propone crear una comisión investigadora de su gobierno para venir a nuestro país y meterse en la causa. La propuesta es un agravio en si misma. No respeta la soberanía argentina ni a las autoridades legítimamente constituidas.

Por supuesto que desde el Gobierno se rechazó de plano esa locura y la investigación sigue por los carriles normales de la Justicia. A modo de comparación, esa propuesta de Rubio sería equiparable a que luego del asesinato de Kennedy, presidente de EEUU, algún país de América Latina hubiera propuesto que sus legisladores o jueces se constituyeran en investigadores de oficio del magnicidio. Nadie hubiera abonado tal barbaridad. Pero en nuestro país la propuesta de Rubio no horrorizó a la prensa tan proclive a buscar pajitas en ojo ajeno y no vigas en el propio.

Esta no es la primera vez que nuestro hermano del Norte mete la pata hasta el cuadril en relaciones internacionales. Es una constante de su accionar político estratégico. Para algo son imperio. Por ejemplo, cuando el infame Pit Botha estableció el régimen del apparteheid para Sudáfrica, dejando a la población no blanca, negros, mulatos, indios, fuera del sistema jurídico institucional del país relegándola a una condición peor que la esclavitud, la ONU expulsó a esa confederación del seno del organismo internacional con pocos votos en contra.

Estados Unidos, su ejército delegado en Medio Oriente, el estado sionista de Israel, y el Chile de Pinochet, cerraron filas a favor de Botha. El caso chileno es doblemente vergonzoso. Mantuvo relaciones con Sudáfrica para comprar las excelentes armas pesadas que fabrica ese país. A través de un empresario “privado” un tal Cardoen, Santiago adquirió cañones de largo alcance y otras armas pesadas para sus Fuerzas Armadas. La actitud de EE.UU. y de Israel no tienen excusa alguna. Su política externa es canallesca.

Otro botón de muestra. Los chicos del Departamento de Estado reparten bombas a través de sus hiperdimensionadas fuerzas armadas para llevar los beneficios de la “democracia y la libertad” a esos estados bárbaros manejados por autócratas. Suponiendo que esa barbaridad fuera cierta, sorprende y mucho la actitud de Estados Unidos como imperio, con su asociado Arabia Saudita. Ese reino tiene todas las características de una monarquía feudal.

El monarca, ahora reciente por la muerte de Abdullá ben Abdullaziz al Sawad, es absoluto. No hay parlamento, los súbditos están sujetos a la voluntad personal del monarca, las mujeres ni siquiera pueden manejar sus propios automóviles. Pero además de monarca, el rey de Arabia Saudita es el guardián de los lugares más sagrados del Islam: las ciudades de Meda y Medina. Es algo así, si fuera en la Europa cristiana, rey absoluto y Papa. Más poder en una persona imposible.

Y los chicos de Washington no dicen nada, mantienen enormes bases militares en ese reino y aceptan las irritativas condiciones que el monarca le impone a los miembros de la milicia destinados al territorio saudita. Al mismo tiempo, satanizan al Islam y acusan a esa religión de ser la fuente de todos los males que atacan al Occidente civilizado y tolerante. Ese mismo Occidente que en siglo XX produjo a Francisco Franco Bahamonde, Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Oliveira de Salazar, José Visiaronovich Tsujasvili o Stalin, Gomulka, Enver Hoxha. Slodovan Milosevich, Ante Pavelich y otras linduras que dejaron un reguero de muertes entre sus propios ciudadanos.

Los socios europeos de Estados Unidos no son mejores, La civilizada Francia, que llora las muertes ocasionadas por los terroristas que atacaron al semanario Charly Hebdo es la misma que masacró a los argelinos cuando Argelia era colonia francesa y tuvo el atrevimiento de querer independizarse. En una escena del film de Pontecorvo “La batalla de Argel” el oficial francés que tortura a un prisionero argelino acusado de poner una bomba en un bar, le pregunta porqué ataca de esa manera atroz. El argelino le responde: “Si tuviéramos aviones le tiraríamos bombas sobre sus cuarteles. Como no tenemos aviones ponemos las bombas a mano en sus lugares de reunión en nuestro país”.

Entender estas guerras no convencionales es muy difícil. Pero los países centrales no tienen las manos limpias ni mucho menos. Como señaló el presidente mexicano Calderón ante las cámaras de CNN: “Nosotros ponemos los muertos. Ustedes qué ponen”, en la guerra contra los carteles del narcotráfico. Los procesos históricos tienen su propia dinámica. En algunas décadas quizás se develen los misterios que hoy cubren de sombras estos casos muy sonados, con ruidos pero sin nueces.

 

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