Marcelo Zlotogwiazda: "Kicillof es el primer ministro de Economía de izquierda en la historia argentina"

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El periodista especializado en economía analizó el porvenir de la cartera. "El ataque a la pérdida de reservas se lanzará en cuestión de horas".

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kicillof

 

Por Marcelo Zlotogwiazda
Para Revista Veintitrés

Tras dos años de confusión, mandos repartidos, y crecientes diferencias que se filtraban cada vez más, con la designación de Axel Kicillof el Estado vuelve a tener ministro de Economía. El desplazamiento de Hernán Lorenzino, Mercedes Marcó del Pont y, ¡por fin!, Guillermo Moreno, lo deja como el único con poder de decisión en la macroeconomía. No es un dato menor. Es aceptar el fracaso de la idea de que la economía podía ser gestionada por un equipo con varias cabezas que piensan distinto ya que, argumentaban, la economía está supeditada a la política y es en definitiva la Presidenta la que tiene la última palabra. Era una idea que cumplía con la lógica del slogan, que calmaba ideologismos infantiles, pero que era tosca y resultó ineficaz. La economía siempre está supeditada a la política; a la política de los militares con José Alfredo Martínez de Hoz; a la política neoliberal de Carlos Menem y Domingo Cavallo, o a alguna otra política orientada a objetivos progresistas.

Definido eso, y mientras se esperan las medidas, es útil repasar el pensamiento de quien a partir de ahora conduce la gestión económica. El 15 de agosto pasado en un seminario en el Banco Nación, Kicillof expuso con claridad lo que fue uno de los principios rectores de la política de la denominada década ganada: “Si uno se dedica, como lo ha hecho esta administración, a generar incrementos en el salario mínimo, vital y móvil, en las jubilaciones, y en los programas sociales de inclusión, eso va a tener como resultado el crecimiento”. En el credo básico y elemental de muchos economistas kirchneristas, el crecimiento y la inversión son consecuencia del consumo.

Pero ese razonamiento elemental, según el cual basta fogonear la demanda para dinamizar todo el resto, ha chocado con la reaparecida restricción externa que marca que el país no podrá seguir creciendo, ni mucho menos desarrollarse, si en lo inmediato no frena la sangría de divisas, y si estructuralmente no supera los desequilibrios externos que provoca cada etapa de crecimiento.

Kicillof lo sabe perfectamente. Tal como se relató en esta columna hace algunas semanas, él mismo recomendó la lectura de un artículo que había publicado en 2010 en Página 12. Con más libertad y sofisticación intelectual que en la disertación de agosto pasado, en aquel escrito explicaba: 1) el “famoso modelo” era una combinación de tipo de cambio alto y retenciones que permitía un proceso de industrialización protegida con transferencia de la renta agropecuaria; 2) afirmaba que el modelo tuvo su “talón de Aquiles” en el atraso cambiario que provocó la inflación; 3) descartaba como respuesta tanto a la apreciación cambiaria por sus efectos recesivos como a la devaluación por sus consecuencias reaccionarias, y 4) proponía como solución la planificación estatal para precisar el camino de la industrialización orientando recursos hacia determinados sectores.

Que quede claro: fue él quien recomendó hace muy poco leer ese texto de hace más de tres años.

Del artículo se infiere claramente que no habría que esperar una brusca devaluación del tipo de cambio comercial que ponga en riesgo una aceleración inflacionaria con sus consecuencias reaccionarias, sino la continuación de la táctica devaluatoria vigente desde este año, que viene acompañando a la inflación para evitar que se siguiera acumulando atraso cambiario con sus efectos recesivos.

También se puede suponer que de la planificación estatal axeliana surjan medidas de estímulo, regulación o compensación fiscal y/o crediticia para ciertos sectores y economías regionales que vienen padeciendo el impacto del atraso cambiario acumulado. Sería una manera de mejorarles la competitividad sin apelar a la herramienta cambiaria.

Pero el artículo recomendado no ofrece ninguna pista sobre cómo el nuevo ministro piensa abordar la urgente necesidad de frenar la incesante caída de reservas del Banco Central. Una alternativa, que Kicillof contempló cuando analizaba la situación desde el Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda), sería desdoblar el mercado cambiario. Podría, por ejemplo, establecer un dólar bastante más alto que el oficial para todas las transacciones vinculadas al turismo, para las compras por Internet de productos extranjeros, e incluso para el ingreso de capitales. De esa manera, encarecería y atenuaría el creciente gasto de turistas en el exterior y el consumo de importados con tarjeta, incentivaría a los extranjeros a cambiar sus dólares en el mercado formal, y alentaría la inversión foránea.

Con esa u otra receta, el ataque a la pérdida de reservas se lanzará en cuestión de horas.

La reubicación de Lorenzino como coordinador de la Unidad Ejecutiva de Reestructuración de la Deuda no debe entenderse como un premio consuelo. Aunque degradado en lo formal, el ahora ex ministro seguirá ocupándose de lo único que realmente manejaba, y que para el Gobierno es un factor clave. Varias fuentes de gobierno coinciden en que uno de los elementos que distinguirá a la política económica de los dos últimos años de gestión cristinista es el arreglo de los conflictos con los acreedores externos. Son proyecciones que se basan en conjeturas y lecturas de la realidad, pero que también están impulsadas por hechos. El más significativo fue el pago a firmas multinacionales que habían ganado juicios en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi), y que permitió destrabar líneas de crédito del Banco Mundial. A lo que se agregan las negociaciones en curso para resolver la deuda con los fondos buitres.

En esa misma línea, y retomando lo que el entonces ministro Amado Boudou había comenzado a gestionar en 2009 hasta que Néstor Kirchner ordenó una contramarcha, es probable que el Gobierno ahora acepte cumplir con el artículo IV del convenio constitutivo del FMI, que es condición para poder acordar alguna forma de pago de la deuda con el denominado Club de París, es decir, la deuda de la Argentina con otros Estados, que ronda los 10.000 millones de dólares. Ese artículo es el que establece que una vez al año una misión del organismo visita el país, recoge información económica y financiera y examina con las autoridades nacionales la evolución y las políticas económicas del país, y a su regreso preparan un informe que elevan al directorio.

¿Habremos de ver a Kicillof sin corbata recibiendo a la misión del Fondo en su despacho?

La idea de cerrar los diferendos con los acreedores no se basa en principios sino en conveniencia. El Gobierno pretende destrabar créditos internacionales a largo plazo que sirvan al desarrollo y, en lo inmediato, a reforzar el nivel de reservas.

Si bien Kicillof se quedó con el cetro de Economía, eso no significa que vaya a tener todo el poder en la materia, ya que no hay que perder de vista que Cristina también realzó la figura del jefe de Gabinete con la designación de Jorge Capitanich, que es un potencial presidenciable, que tiene poder propio y delegado por los gobernadores peronistas, e ideas económicas bastante diferentes a las de Kicillof.

Uno es tradicionalmente peronista, y el otro el primer ministro de Economía de izquierda en la historia argentina.

 

 

 

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