Por Emilio Civit, por calle Espejo, frente al Hyatt, en la puerta de la Legislatura. "Quemar unas flores acá es un lujo, y más por la causa del cultivo", explicó uno de los organizadores a la Marcha Mundial de la Marihuana a dos metros de un policía mendocino que ponía su mejor cara de póker ante las pipas que iban de boca en boca. No podía sacar la cachiporra, no era día de represión.
El sábado en Mendoza la convocatoria, que se hizo en las principales ciudades de todo el mundo, arrancó a las 15 con una previa en el verde del Parque San Martín con murgas, títeres, mate y tortitas. A pleno sol se fue macerando el reclamo que este año llevaron las banderas: "No más presos por plantar", que fue serpenteando por las coquetas calles de la quinta hasta plantarse en plena Peatonal.
No acompañaron la marcha referentes de ningún partido político, como si lo han hecho en otras ciudades los que impulsan las iniciativas de la despenalización. El FAP, que fue uno de los que presentó uno de los proyectos con mayor aceptación en el Congreso, no participó. Hubo alguna que otra mención en Twitter, pero sin poner el pecho a las balas. O a las flores, en este caso.
Los números son para los contadores y según la esquina donde los espectadores se encontraron a los marchantes cada quien dirá "eran no más de 300", "muchos más de 3 mil", "en la Legislatura eran 2 mil". Más interesante que la cantidad era la mezcla: punkitos, cultores de la rasta, chicas con sus bebés en brazos, wachiturros, reggaetoneros... de todo como en botica, unidos y organizados en la causa común de "desatanizar una planta que es de uso medicinal, que hace miles de años se cultiva, que no hace daño si se la tiene en casa, y que cultivándola se combate a los narcotraficantes".
Lo cierto es que Mendoza se sumó otro año a la consigna de no castigar al que quiere cultivar esa planta, en línea con el pedido de despenalizar el consumo personal que hoy se debate en el Congreso Nacional a través de varios proyectos presentados por varios partidos políticos. La hoja de la cannabis fue el símbolo que ocupó todas las pancartas, remeras, accesorios y por supuesto lo simbólico tuvo su correspondencia en el humo contante y sonante. Cientos y cientos de fumones pasearon, de manera pacífica, al son de tambores, sikus y guitarras, con ojos a media asta y sonrisa de oreja a oreja repitiendo como un mantra "no más presos por plantar".
La organización, por otra parte, se profesionalizó con los años: en la mochilas no sólo se cargaron buzos y camperas, sino también tapers con cosas dulces y las gaseosas para pasar el bajón de la espera. Otros vieron la forma de ganarse una moneda: los panqueques con dulce de leche a cinco pesos se volvieron irresistibles para muchos con la boca seca.
Al llegar a la Legislatura, pasadas las 20.30, un mini recital ganó espacio en la misma escalinata donde de lunes a viernes desfilan los trajes, corbatas, stilettos y sonrisas forzadas. A puro reggae y con lluvia de semillas gratis para pasar del dicho al hecho marcaron el cierre de una marcha más que ahora sigue, como concluyó uno de los organizadores, "con la micromilitancia, cada uno en su casa, convenciendo al que tiene al lado, de a poquito, en una sobremesa o un café, de que hay que plantar, para combatir al narcotráfico viejo, hay que plantar".
Foto de portada: marihuanainforma.files.wordpress.com