Michael Moore regresa con ¿Qué invadimos ahora?, donde ironiza sobre el saqueo de EE.UU. en el globo

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Por Begoña Piña
Para Público.es

“Siempre pagan los que no comen ni un trozo del pastel porque los otros se lo han quedado todo, les han dejado sin nada. Les han dejado morir. Me niego a vivir en un país así...y no pienso irme”, advirtió hace seis años Michael Moore cuando presentó su película Capitalismo: una historia de amor. Pues bien, fiel a su promesa, el cineasta –uno de los más reprobados, vituperados e insultados del planeta, pero también uno de los creadores más decididamente irresistibles del cine- ha vuelto para “aprender cómo EEUU podría mejorar”. Regresa con ¿Qué invadimos ahora? una película divertida, con escenas absolutamente hilarantes, vitalista, optimista y, por momentos, bastante brillante.

Fan entregadísima de su cine (aclaración que hago por respeto a sus detractores), comprendo perfectamente el cabreo que puede provocar su exhibicionismo y su parcialidad nada disimulada, pero debo confesar que a mí me divierte tanto que me entrego sin recelo alguno a su discurso. Y el de esta película resulta especialmente interesante hoy no solo porque con él descubre a los 'yanquis ultracapitalistas' lo que los europeos conocemos como ‘bienestar social’, sino porque, desgraciadamente, el Viejo Continente lo está descuidando, en algunos casos con especial ahínco.

"Hola, vengo a ocupar su país"

Michael Moore, “el arma secreta de América”, tal y como se define a sí mismo al comienzo de la película –un arranque que ya querrían para sí algunas superproducciones de superhéroes-, se convierte aquí en un personaje con mucha más conciencia de ello que en ninguno otro de sus trabajos. En ¿Qué invadimos ahora? es, justamente, un invasor. “Hola, vengo a ocupar su país. Soy un ejército de una sola persona. Os robaré vuestra mejor idea y en dos años parecerá que la idea fue de Estados Unidos”.

Así es. Moore ‘invade’ distintos países, desde Italia, pasando por Eslovenia o Portugal y Túnez, hasta Noruega e Islandia, entre otros, para llevarse todo lo que podría hacer mejor a los Estados Unidos de América. Pero antes de iniciar la invasión se impone tres reglas: no disparará a nadie, no se llevará nada de petróleo de ningún sitio y volverá con algo que se pueda utilizar. Siempre excesivo, guerrillero sin disfraz, el cineasta sorprende y provoca con su propia sorpresa.

Obesidad infantil

“A veces el mejor material surge de las cosas que no planifico. Del trabajo de investigación que hacen mis productores de campo les pido que me digan solo lo básico, no quiero conocer los detalles”, explica el cineasta, que provoca la carcajada instantánea con la cara de pasmo total que se le pone al enterarse de que en Italia un trabajador disfruta de quince días de vacaciones pagadas para su luna de miel.

En su recorrido de descubrimiento, puede hacerte llorar de risa cuando intenta que una niña de unos cinco, seis años, se tome su comida escolar con un vaso de Coca-Cola, o cuando pregunta al resto de alumnos si no comen nunca hamburguesas en el colegio. La cara de desconcierto de algunos de estos niños mezclada con los gestos de repulsión de otros, ante la sonrisa congelada de Moore componen, sin ninguna duda, uno de los momentos más cómicos del cine reciente.

Por supuesto, la reflexión no tiene ni puñetera gracia. La obesidad y el sobrepeso infantilno es solo un problema ya de EEUU, España comienza a padecerlo y muchos otros países del mundo, también.

"Flores, no malas hierbas"

“Si quiere saber por qué no señalé la alta tasa de desempleo en Italia, mi respuesta es que fui allí a recoger las flores, no las malas hierbas”, explica Michael Moore, anticipándose a todos los que afearán que en su película solo muestre lo mejor de los sitios que visita, entre los que, por cierto, no se encuentra España.

Las bajas por maternidad –“solo hay dos países que no las contemplan, uno es Papúa Nueva Guinea, el otro es EEUU”-, los universitarios sin deudas porque la educación es gratuita –cientos de norteamericanos se han ido a Eslovenia para poder estudiar-, la asunción de los errores históricos, por ejemplo, en Alemania –la primera exposición sobre esclavitud en EEUU tuvo lugar el año pasado-, la educación en Finlandia, el sistema penitenciario noruego de un civismo extraordinario frente al americano donde abundan las torturas, el aborto legal en Túnez, la igualdad de género y el poder de las mujeres en Islandia… son algunas de las flores recogidas.

"La rabia que siento"

“Si tuviera dos minutos para decir algo a EEUU ¿qué les diría?” le pregunta Moore a una ex directiva en Islandia, animándola a que hable claramente: “No viviría en su país ni aunque me pagaran por ello”. ¿Qué invadimos ahora? muestra así cómo los europeos vemos a EEUU y su 'no' sistema de servicios sociales, pero también advierte de lo que algunos podemos perder (y, de hecho, estamos perdiendo). La ‘fiesta’ que significó la caída del Muro de Berlín, momento que vivió Moore con su amigo, y productor ejecutivo de la película, Ron Birlson y que ahora reviven en el propio escenario berlinés cierra un viaje que consigue una sonrisa final.

“Quizás he encontrado un modo más subversivo de lidiar con la rabia que siento por la situación de este país –dice el cineasta en una entrevista-. Nunca he sido un cínico. Siempre he creído que el cinismo es solo una forma diferente de narcisismo. Creo en la bondad de la gente, creo que la mayoría de personas tienen conciencia y saben distinguir lo que está bien de lo que está mal, saben lo que deberíamos estar haciendo, y simplemente tienen miedo o son ignorantes, y una vez que esto se arregle, dejaremos de vivir con miedo y dejaremos de ser estúpidos, las cosas irán a mejor”.

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