La música de las películas es un tema ríspido en el cine. Desde los puristas que no aceptan más que el silencio para comunicar sustancialmente el lenguaje de las imágenes sin ningún componente extra que las condicione, hasta aquellos que usan las melodías para acentuar los golpes bajos emocionales y conseguir reacciones de forma espuria.
En el medio de ambos extremos se ubican los grandes compositores, aquellos que han hecho escuela, entre quienes sin duda destaca el octogenario compositor italiano Ennio Morricone.
Factótum de bandas sonoras inolvidables, su trabajo habla de un cine con gusto a pasado aunque no por ello menos valioso. No es llamativo que el gran reciclador de la memoria fílmica, Quentin Tarantino, lo haya convocado para darle marco musical a varios de sus filmes, entre ellos Kill Bill 1 y 2.
Sin embargo, el musicalizador que nunca ha recibido un Oscar (salvo una estatuilla honoraria con que Hollywood lavó culpas en 2007), que es conocido por su mal carácter y por la relación siempre dificultosa que mantuvo con Hollywood a lo largo de toda su carrera, agrega otro motivo de desencuentro con la industria cinematográfica de los Estados Unidos: nunca quiso vivir en Los Ángeles, nunca quiso aprender a hablar en inglés y ahora ya no quiere volver a trabajar con Tarantino, para el que ha realizado recientemente el soundtrack de Django.
El gran compositor italiano, que tiene títulos como El bueno, el malo y el feo, Por un puñado de dólares y Érase una vez en América (obra maestra de Sergio Leone), entre muchos otros, remarcó que jamás volvería a trabajar con el cineasta neoyorquino.
“No me gustaría volver a trabajar con él en nada. Me comentó el año pasado que quería volver a trabajar conmigo después de Bastardos sin gloria, pero le dije que no podía porque no me había dado tiempo suficiente. Así que utilizó una canción que ya tenía escrita”.
“Trabajar con él es frustrante porque coloca la música sin coherencia y no puedes hacer nada con alguien así. Además, Django no me gustó, demasiada sangre”, remarcó Morricone.
En relación a los filmes que dan sustancia a sus presentaciones por el mundo y a una vastísima discografía que inició en 1961, hay que decir que si las películas no son las de antes, su música tiene la fuerza optimista que puede hacer soñar con un futuro cinematográfico menos irrespetuoso con su propio pasado.
Estas, de todas maneras, son elucubraciones que no le hacen justicia a la verdadera esencia de la obra de Morricone que, sin dudarlo, es la actualidad. La música es presente, puede ayudar en el ejercicio de la nostalgia, en la elaboración de memorias y estadísticas, recuentos precisos de algo que pasó en tal fecha, en tal lugar, pero esos constituyen, por así decirlo, “daños colaterales”.
Cuando la música es música, lo que importa es el aquí y el ahora, la desnudez, la transformación del torrente sanguíneo, la verdad del momento en el que estamos vivos. Morricone se puede escuchar sin ropas, tal vez ¿deba escucharse despojado incluso de los referentes que dieron origen a muchas de sus obras? ¿Es la película La misión, por ejemplo, tan buena como su banda de sonido?
¿Puede oírse Cinema Paradiso sin que el rostro de Totó marque las pulsaciones y temperaturas de la melodía?
Ennio Morricone, uno de los grandes musicalizadores de la historia es un referente obligado en la industria del cine desde hace varias décadas. Desde ahora, Quentin Tarantino ya no podrá contar con sus buenos oficios.
Tomado de El Informador, México
Ancora qui, una de las canciones de la banda sonora de Django Unchained