A los 106 años

Murió Rosa Roisinblit, presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo

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A los 106 años murió Rosa Tarlovsky de Roisinblit, la presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo. Su vida fue testimonio de lucha, amor y persistencia: encontró a su nieto nacido en la ESMA y dedicó décadas a buscar a los bebés robados por la dictadura.

Rosa encontró a su nieto apropiado por la Fuerza Aérea durante la última dictadura cívico-militar, y habiendo dedicado su vejez a buscar a cientos de bebés nacidos en cautiverio o arrancados de los brazos de sus familias. Fue presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo, pero sobre todo, fue símbolo de una maternidad que se volvió militancia.

“Rosita, como la llama —paradójicamente— la juventud de Abuelas, se fue con un enorme trabajo y trayectoria como referenta de derechos humanos en el país y en el mundo”, expresó la organización en su comunicado oficial. Fue vicepresidenta de Abuelas hasta 2021, cuando por su avanzada edad pasó a ocupar el rol honorario.

La obstetra que parió memoria

Nació el 15 de agosto de 1919 en Moisés Ville, Santa Fe, hija de colonos judíos. Desde niña conoció el valor de la memoria: “Todas las noches después de cenar charlaba con mis padres a la luz de la lámpara de querosene y nos contaban por qué tuvieron que venir de Europa escapando de los pogroms zaristas. Eso me quedó muy grabado”, recordaba.

Se formó como obstetra en la Universidad Nacional del Litoral y llegó a ser partera jefa en Rosario. En 1949 se mudó a Buenos Aires, donde formó familia con Benjamín Roisinblit. Su única hija, Patricia, nació en 1952.

La historia de su hija y sus nietos

Patricia militó en el PRT y luego en Montoneros. Junto a su compañero, José Manuel Pérez Rojo, integró la columna oeste de la organización. En 1977 nació su primera hija, Mariana Eva. Un año después, el 6 de octubre de 1978, una patota de la Fuerza Aérea secuestró a Patricia, José y la bebé. Mariana fue dejada con la familia. Patricia fue llevada a parir a la ESMA. Su hijo fue apropiado por un represor.

Desde entonces, Rosa se convirtió en abuela de todos los nietos desaparecidos. Se sumó a Abuelas de Plaza de Mayo y se volvió una de sus referentes más firmes. “No estaba acá solamente para buscarlo a él, sino a todos los que faltan”, decía sobre su nieto Guillermo, a quien logró abrazar en el año 2000 gracias a una denuncia recibida por la organización y al impulso de su nieta Mariana.

Nunca dejó de exigir verdad y justicia: “Necesito saber quién se los llevó, a dónde se los llevaron, qué pasó con ellos”, reclamaba. Fue querellante en el juicio por el Plan sistemático de apropiación de niños, que condenó a Videla, Bignone, Acosta, Riveros, Vañek, Magnacco y Azic. En 2016, logró la condena de Omar Graffigna, Luis Trillo y Francisco Gómez, el apropiador de su nieto.

"También fue reconocida por su tarea. Recibió el Doctorado honoris causa de la Facultad de Ciencias Médicas, de la Universidad Nacional de Rosario; recibió el Premio Anual Azucena Villaflor; la Mención de Honor Juana Azurduy otorgada por el Senado de la Nación; el Reconocimiento de la Cámara de Senadores de la Provincia de Santa Fe por su labor institucional en derechos humanos y fue reconocida personalidad Destacada de Moisés Ville, en homenaje a la misión inclaudicable por la defensa de los Derechos Humanos; entre otros tantos reconocimientos. Pero el mayor reconocimiento es el de los nietos y nietas que fue encontrando, que en cada encuentro la abrazaban como si fuera su propia Abuela, señaló Abuelas.

Rosita y el índice de abuelidad

Su rol en el avance de los estudios genéticos fue central: junto a su nieta, repitió pruebas hasta que se logró establecer el índice de abuelidad. De memoria prodigiosa, amante del tenis y el tango, podía recitar campeones de Roland Garros o cantar mil tangos sin olvidar la letra. También repasaba viajes, contactos y personalidades clave en la búsqueda.

Le gustaban los festejos, bailar y cantar. Por eso, para sus 100 años, Abuelas organizó una gran fiesta que la retrató bailando. “Sólo nos quedan palabras de agradecimiento por su entrega, su solidaridad y el amor con el que buscó a los nietos y nietas hasta el final”, concluye el comunicado.

Hoy sus compañeras continúan la búsqueda con el mismo compromiso. Rosa deja un legado de ternura y coraje, de obstinación y justicia. Su historia es la de una mujer que transformó el dolor en acción colectiva. Y que parió, una vez más, la memoria.

 

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