Asumió con la promesa de hacer "sentir a gusto en sus funciones" a los efectivos de la fuerza armada provincial. Dijo que no sabe cómo se aplicarán los cupos extraordinarios.

Después del conflicto salarial en la Policía y el cambio de ministro, volvió a asumir la jefatura de la fuerza el comisario retirado Juan Carlos Caleri, quien estuvo al frente del cargo hasta diciembre del año pasado, cuando se fue "en busca de nuevos aires", dijo, a una oficina que le creó el gobernador Francisco Pérez para que él encabezara: la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico.
El lunes, con la jura de Leandro Comperatore al frente de la cartera de Seguridad, se concretó el regreso de Caleri a la jefatura de la fuerza armada. Los dos son viejos jugadores del equipo del peronismo mendocino encabezado por Carlos Ciurca, que asumió el control de la cartera a los seis meses de asumir Celso Jaque, quien al principio le cedió la cartera al demócrata Juan Carlos Aguinaga.
"Vamos a tratar de conseguir que el personal policial se sienta más a gusto en sus funciones, eso va a repercutir en que la sociedad se sienta más tranquila", le dijo a LV10 el funcionario que nunca dejó de influir en el Ministerio, a pesar de correrse de la escena hace un año.
“No tengo bien clara la situación ni cuál va a ser la forma de cumplimiento” del decreto del gobernador que aumentó el salario mínimo de la Policía a $8.500, se excusó Caleri sobre el punto que no fue saldado en la negociación bajo presión de una posible sublevación uniformada: la implementación de los cupos de recargo para llegar a la suma prometida.
Ese fue el punto del acuerdo ofrecido por el gobierno a los uniformados que dejó descontenta a la parte más radical de la tropa, que hasta último momento agitó el fantasma de la sublevación para presionar el aumento, que al final cedió Pérez al tercer día de marchas y manifestaciones policiales acompañadas por focos de violencia en el territorio.
Caleri estuvo ligado en su carrera policial a la división narcotráfico. En su paso por la fuerza tejió buenas relaciones con la agencia norteamericana DEA, a través de la cual el gobierno estadounidense fija las pautas para el control del narcotráfico en los países que lo dejan incidir.