Racing volvió a la Copa Libertadores con un show de fútbol. Pasaron 4.298 días desde la eliminación con América de Cali, en 2003. En aquel último sorbo del máximo torneo continental había estado Diego Milito. Casi 12 años después, el capitán de la Academia fue uno de los artífices del notable triunfo (5-0) frente a Táchira, gracias a los goles de Luciano Lollo, Gustavo Bou (3) y el propio Milito. El arranque del campeón argentino no podía ser mejor.
Al comienzo Táchira monopolizó la pelota y Racing tardó diez minutos en acomodarse en el campo. Pero bastó que Aued y Videla le tomaran la mano al mediocampo para que la Academia tuviera más volumen de juego y circulación de pelota. Avisó Bou, primero, con un remate violento luego de que Aued peleara hasta el final una pelota que parecía intrascendente.
Pero fue una jugada preparada le abrió el camino al triunfo: Bou, a quien le habían cometido una infracción al borde del área, soprendió a todos con un remate de rastrón. Nadie contaba con Lollo, que arremetió por el medio y se inventó un taco. La pelota pasó por entre las piernas del arquero venezolano. Racing estaba arriba en el marcador.
Desde entonces, los dirigidos por Diego Cocca justificaron la ventaja. Porque hace rato que al campeón argentino el traje del contraataque le queda perfecto. Sabe de memoria cómo hacer para desenmascarar al rival, robarle la pelota y lanzarla para que los dos de arriba, Bou y Milito, extraigan petróleo de cada jugada. En una de ésas, casi al final del primer tiempo, Acuña encontró a Bou y éste jugó con el capitán. Milito le devolvió la pelota y el goleador formado en River definió con un disparo certero, lejos de cualquier intento del arquero Liebeskind. Racing era más, mucho más que su rival.
Táchira todavía estaba en el partido, pero en cuestión de tres minutos, Racing lo sacó. A los ocho, Saja sacó largo desde su arco. Bou aguantó la pelota y los empujones de su marcador. ¡Pum! De golpe, la pelota viajó sin escalas al segundo palo del arco de Táchira. El gol era una muestra gratis del estado de gracia en el que vive el delantero de la Academia. Es una especie de Rey Midas: lo que toca lo convierte en gol.
Tres minutos más tarde, el omnipresente Bou se disfrazó de armador de juego. Amagó. Eludió. Y encontró a su compinche de ataque, el capitán Milito, por el medio del área. Solo. Libre de marca. Hacia él fue la asistencia. Milito, que sabe resolver todo, arqueó el cuerpo y desparramó al arquero. Luego, definió a placer. La goleada, que se insinuaba desde los primeros minutos del segundo tiempo, ya era un hecho.
Pero faltaba el quinto gol, con protagonistas repetidos: Milito y Bou, al que asistió Camacho. Racing redondeó un regreso inmejorable a la Copa Libertadores. Táchira, incluso, desperdició un penal, que Rojas mandó por sobre el travesaño. Porque anoche todo estaba servido para el show de Racing.
Fuente: Cancha Llena