Raúl Zaffaroni: "Los que detentan la mayor renta no quieren largar nada, y en el Derecho esto se refleja"

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En una entrevista con Tiempo Argentino, el juez de la Corte asegura que, a pocos meses de retirarse, no le quedan cuentas pendientes como integrante del máximo órgano de administración de justicia del país. 

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zaffaroni

 

Por Néstos Espósito
Para Tiempo Argentino

La oficina en la que trabaja el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni está repleta de adornos elaborados –se intuye– por pueblos originarios y comunidades indígenas. Tapices, muñecos, decenas de ellos. Un carro de los que habitualmente cargan expedientes está repleto de libros sin clasificar, entre los que sorprende uno, no leído: Cuando todo es violencia, del abogado Miguel Ángel Pierri y prologado por el diputado del PRO, el rabino Sergio Bergman, y con dedicatoria manuscrita del ex abogado del portero Jorge Mangeri.

También se destaca un trofeo de tercer puesto de cruce a nado de la Laguna de Chascomús y una plaqueta de la Fuerza Aérea por su participación en una celebración castrense.

Zaffaroni viste un camisaco blanco y juega (y luego fuma) un delgadísimo cigarrillo Virginia Slims, un clásico entre sus hábitos. Durante la charla con Tiempo Argentino, las puertas de su despacho están abiertas y se escuchan voces, muchas voces, que denotan un clima de trabajo intenso pero jovial. Todavía no hay clima de cuenta regresiva.

–Finalmente le puso fecha a su salida de la Corte.

–No es una novedad, siempre dije que me iría cuando cumpliera 75 años. Los cumpliré en enero del año próximo, pero supongo que me iré en diciembre de este año.

–Hace algún tiempo dijo que no quería irse de la Corte sin votar algunos fallos importantes. ¿Ahora se puede saber cuáles eran?

–Uno era la Ley de Medios. Y también quise sacar el voto mío sobre reincidencia y pena máxima, para que no me digan que pasé por la Corte y cosas que escribí antes no las hice cuando tuve la oportunidad.

–Desde algunos sectores que critican sus posturas suelen achacarle que usted es un juez para un país que no es este.

–Bueno, ¿por qué no se van ellos a otro país? O, a lo mejor, están desconociendo mi país. Probablemente estén buscando otro país que no es este.

–Pero más allá de ello, ¿existe esa percepción de dos países?

–Siempre la hubo. Cualquier país con polarización de riqueza tiene dos visiones distintas. Depende del grado de polarización de riqueza que tenga una sociedad. La nuestra, dentro de todo, tiende a ser un poco más distributiva. Hay otras mucho peores.

–¿Por qué hace hincapié en la polarización de la riqueza? ¿No hay también una cuestión cultural de por medio?

–Habrá todo el problema cultural que se quiera, pero siempre existe una base económica. Los que detentan la mayor renta no quieren largar nada. Después sí, hay una cosa cultural, pero es el colchón del medio: unos creen que les van a sacar lo poco que tienen, otros consideran que ellos subieron, entonces los demás tienen que quedar abajo… No es nuevo, las dos visiones del país se ven desde la época de la oligarquía argentina: aquellos que detentan la mayor rentabilidad y la visión de los de abajo, que llevan la peor parte.

–Es una lectura eminentemente política.

–Es una concepción realista. En el Derecho esto se refleja. La estructura jurídica tiene básicamente tres patas: la ley, la estructura judicial y una doctrina. Esa estructura jurídica se hace en algún momento a la medida de quienes detentan la hegemonía. Naturalmente lo hacen a la medida de ellos, y después cuando se redistribuye algo, eso hace ruido. Esos ruidos a veces se corrigen de manera traumática, y otras de manera menos traumática. Los movimientos de redistribución de rentas, cuando se acorta la polarización de riqueza, causan ruidos que repercuten en todo el espectro político. Y también en el jurídico, que es un correlato.

–¿Qué opina el ciudadano Zaffaroni del proceso político desde 1983, y especialmente de los últimos diez años?

–Ha seguido la misma tensión que venía de antes, sólo que más civilizadamente y por carriles constitucionales. Yo creo que (el primer presidente tras la recuperación democrática Raúl) Alfonsín tuvo la muy buena intención de hacer algo más distributivo en un modelo socialdemócrata, en un momento de crisis de la socialdemocracia, que venía de los años '70, cuando se terminó la onda expansiva del capitalismo pos bélico. Todos sabemos cómo terminó esa experiencia. Después vino una etapa regresiva con (el ex presidente Carlos) Menem. Se pliega a la teocracia del mercado, se descapitaliza el Estado e íbamos a un precipicio que llegó en 2001. Y desde entonces hasta acá hay un movimiento redistributivo interesante, un acortamiento de la concentración de riqueza, con las resistencias que corresponden a eso. Con errores políticos, sí, pero se intenta de nuevo. La Asignación Universal por Hijo, el recupero de los fondos previsionales, la potenciación de la educación… Hay una tendencia. Faltan muchas cosas, pero se retomó aquel camino. Y de nuevo hay crujidos.

–¿Cómo observa a la Corte en ese escenario?

–Esta es una Corte plural. Somos siete ministros con experiencias distintas, de vida incluso. Con especialidades diferentes. No somos una Corte homogénea ni ideológicamente, ni por experiencia de vida ni por conocimientos. Somos un experimento interesante. No se puede reconocer en esta Corte un ala progresista y un ala regresiva. No hay una mayoría automática en ningún sentido; se cruzan los votos todo el tiempo. No sé si somos los siete locos de Roberto Artl, pero como experimento de Corte es muy interesante. Lo bueno sería poder, algún día, en una reforma constitucional, hacer una ingeniería institucional que de alguna manera garantice esto de hoy. Porque por ahora es una coyuntura política y mañana puede cambiar. Habría que pensar en una forma de institucionalizarlo en el futuro.

–Difícilmente lleguemos a verlo.

–Yo pienso hacer un gran esfuerzo por vivir todo lo que pueda, porque este siglo es decisivo en muchas cosas y quiero estar.

–A usted no se le escapa que se lo identifica como el juez de la Corte más cercano al gobierno.

–Puede ser. Pero a mí no me maneja nadie por teléfono. Si coincido con algunas cosas con el gobierno, me felicito y felicito al gobierno. Si tengo la suerte de que hay un gobierno con el que coincido en alguna cosa que hace, mejor. De lo contrario debería estar siempre en la vereda de enfrente. Bueno, la mayor parte de mi vida he estado en la vereda de enfrente. Pero yo no he cambiado ninguna de mis ideas; pude haber cambiado alguna cosa técnica, pero en las ideas matrices no cambié.

–Pese a que esta Corte goza de prestigio, siempre hay una mirada agresiva hacia algunos de sus integrantes. Por su pasado, por su concepción de vida.

–Son cosas normales en el Poder Judicial. Lo que uno decide no le gusta a todo el mundo. Siempre hay alguien que pierde y se las ingenia para inventar cosas, para agredir. Es el precio que hay que pagar. En todas las democracias pasa, por más asentadas que estén.

–Usted lo vivió en carne propia.

–Hubo una campaña en determinado momento. Me quisieron voltear, desprestigiarme internacionalmente, pero no lo consiguieron. No sé de dónde partió, pero la idea era voltearme. Pudo haber algún interés corporativo, económico. Y en torno a ello se van juntando todos los que quieren tirar piedras. Puede ser por envidia, por discriminación. No tengo idea y tampoco me preocupa mucho. Uno no puede preocuparse por esas cosas porque pierde equilibrio. Son cosas que he recibido toda la vida. En realidad lo que se busca es que uno se desequilibre, se raye y agarre a trompadas a alguien, pero no lo van a conseguir conmigo.

–¿Qué le queda pendiente para el último año como juez? ¿Cuál es el tema sobre el que piensa "no me quiero ir sin esto"?

–Nada. Creo que puedo decir "misión cumplida".

–¿La decisión de renunciar a los 75 años debe ser interpretada como una señal para los jueces que ya han superado esa edad?

–No. Los dos jueces de la Corte que han superado esa edad juraron por la Constitución anterior a 1994 y están en todo su derecho a hacer valer la estabilidad que les venía de aquella. Yo juré esta Constitución, fui constituyente en Santa Fe, no impugné esta cláusula (se me pasó, no la observé, no sé, pero no la impugné). Entonces tomo la decisión que debo tomar. No quiero ir por la calle y que alguien me diga "usted juró una Constitución sin leerla". No me gustaría.

–¿Y después del 31 de diciembre de 2014?

–Volveré a la actividad académica. Quiero trabajar bastante en algunas universidades del Conurbano: La Matanza, San Martín, José C. Paz. La tarea será reproducir gente.

–¿Y la posibilidad de incursionar en la actividad política?

–No me inhabilito, pero tampoco tengo un proyecto político. La edad pesa y hay otra forma de discriminación: van a decir que soy viejo y todas esas cosas. Lo cierto es que no lo tengo como proyecto .

 

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