San Sebastián vivió su punto máximo de ebullición con Las brujas de Zugarramurdi, de Alex de la Iglesia

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El realizador vasco vuelve con una película donde echa a andar el humor desopilante, lo extremo, toques surreales y una inusitada capacidad para conectar con el público. 

 

 

Por Pedro Fernández Mouján
Enviado especial de Télam

El Festival de San Sebastián vivió este domingo su pico máximo de ebullición con la presentación de la película "Las brujas de Zugarramurdi", del español Alex de la Iglesia, una muy divertida comedia de horror que se exhibió en la Selección Oficial.

Chicas corriendo por la explanada que da sobre la playa Zurriola para ver a los galanes del cine español Hugo Silva y Mario Casas, gente arremolinada ante la presencia de Carmen Maura y las 1800 butacas de la sala Kursaal colmadas de punta a punta, crearon el marco bullicioso en el que se desarrolló la premiere mundial de la última película del realizador de "Crimen Ferpecto".

La cinta de Alex de la Iglesia es un reencuentro con la mejor tradición del realizador vasco, donde el humor desopilante, lo extremo, toques surreales y una inusitada capacidad para conectar con el público vuelven a sonar posibles en un registro que había perdido en la mucho más oscura, y por momentos violenta, "Balada triste de trompeta", que estrenó en 2010.

"Mucho más punk que `El día de la bestia`", definió De la Iglesia a esta superproducción local que cuenta la frenética huida de tres perdedores consumados y el hijo de uno de ellos luego de robar una joyería en Madrid y que en su intento por llegar a Francia topan en la frontera con una secta de brujas en Zugarramurdi, donde como explicó el realizador, "nació el concepto de brujería que hoy conocemos".

La película, que el próximo viernes 27 se estrena en toda España, arranca con una escena memorable filmada en la emblemática Puerta del Sol madrileña con el atraco a una joyería perpetrado por un grupo de estatuas vivientes (uno vestido de Cristo y con su cruz, otro de soldado, un Bob Esponja y una Minie) en una larga secuencia de magnífica acción y humor desopilante, cóctel explosivo que quizás solamente este realizador puede entregar en el cine actual.

Alertada la policía y en huida loca, tres de los malhechores (uno es un niño de 11 que dispara a la policía) con el botín (kilos de anillos de oro) suben a un taxi con pasajero e inician un viaje hacia la frontera francesa, dando pie a una divertida monserga sobre el mal que causan las mujeres en la vida de los hombres, a la que se une el taxista, que en adelante pasa a formar parte de la banda.

"La idea de la película es entretener y no aburrir al espectador con obsesiones y neurosis, salvo las inevitables, una cosa para reírnos de la guerra de sexos, de lo tontos que podemos llegar a ser los hombres y lo malas que pueden llegar a ser algunas mujeres", contó De la Iglesia en la conferencia de prensa posterior a la primera exhibición del filme.

"Las mujeres -agregó- hablan mucho de los hombres, lo hemos visto en muchísimas películas, pero en pocas hemos visto a hombres cotilleando sobre mujeres y eso era algo que quería hacer, contar hasta qué punto podíamos llegar a ser débiles, manipulables y hasta qué punto podíamos llegar a no entender nada".

En su intento por cruzar a Francia la banda de ladrones -seguidos por la mujer de uno de ellos que quiere recuperar al niño y por dos patéticos policías que siguen a la mujer creyendo que está en connivencia con los malhechores- llega hasta Zugarramurdi, donde un grupo de brujas comandado por Carmen Maura (a quien hoy el festival entrega el honorífico Premio Donostia) los atrapa y se dispone a sacrificarlos en un aquelarre con desarrollo y final inenarrables.

"Queríamos hablar sobre Zugarramurdi -contó De la Iglesia en charla con la prensa internacional- porque lo que todos conocemos como bruja depende en enorme medida del proceso inquisitorial de Logroño, es decir, de lo que contaron las brujas de Zugarramurdi que se hacía en el aquelarre de la cueva".

"Las brujas tal como las conocemos en el Halloween de Nueva York -agregó- llevan un sombrero que es el sombrero folclórico de Navarra; cuando una bruja vuela es porque entra en trance a partir de un preparado con jugo de rana que hacían en las cocinas de Zugarramurdi y luego del cual se frotaban las partes sensibles con una escoba".

La extensa secuencia final del aquelarre, contó De la Iglesia, está rodada en la cueva donde siglos atrás se desarrollaba un aquelarre real y en ella participan cientos de mujeres de Zugarramurdi ("las tatarataranietas de aquellas brujas") que aceptaron participar de la película.

Hablando sobre su decisión de seguir filmando en España ("algo cada vez más raro", destacó), De la Iglesia dijo que lo hace porque le gusta "que los personajes sufran en lugares donde yo he sufrido, que vivan donde yo camino habitualmente; de hecho yo vivo en la Puerta del Sol y todos los días pensaba la película mirándola desde la puerta de mi casa".

Consultado sobre qué escena le había generado mayor diversión al filmarla, De la Iglesia contestó creer difícil que alguien que hace una comedia se divierta mientras la rueda.

"Ser el director de una película es muy sencillo, dices yo llevo el tema y a partir de ahí eres el director porque nadie quiere hacerse responsable de lo que está ocurriendo ahí, obviamente", dijo en charla con periodistas y generando risas.

"Lo que tienes que hacer es administrar el tiempo y no es muy fácil divertirse en esa situación, aunque finges estar divertido y dices ja ja ja tienes una angustia impresionante por hacer todo en las 9 semanas que el productor te dio para el rodaje".

Refiriéndose a los dos actores para los roles principales (Silva y Casas), populares galanes del cine y la televisión españolas, el realizador que se dio a conocer en 1992 con "Acción mutante", producida por Pedro Almodóvar, dijo que "aunque tienen el agobio de ser guapos es falso que solo sean eso".

"Si los miras -señaló- sabes que en España hay 400.000 tíos tan guapos como ellos, pero ninguno de los otros ha triunfado en el cine porque les falta algo que ellos tienen, que se llama carisma, seducción, y que forma parte de la labor indispensable del actor".

"Un actor -destacó- es un tío al que pones delante de cuatro personas que no son actores y miras al actor, eso es un actor: el tío al que miras, ¿por qué?, porque tiene esa capacidad de seducción, esa manera de manejar la cámara; un actor sabe perfectamente cómo tiene que mirar la cámara y entiende la evolución de un plano de tal manera que todos estemos pendientes de él, tiene una seducción innata".

Finalmente y hablando sobre las distintas consideraciones que merece el cine cómico y el drama, De la Iglesia resaltó que "se prescinde de evaluar rigurosamente el humor".

"Un drama es analizado profundamente y se descubre ese momento clave en que un director desarrolla ese mundo interior que de alguna manera nos apasiona, mientras que en la comedia se dice solo `ja, me he reído`, pero para que un gag funcione es apabullante la cantidad de trabajo que hay detrás, y no lo digo por mí sino por las películas con que me he reído", dijo.

"Es apabullante lo que hay que saber de cine y cómo colocar la cámara, el plano general, el corto, etcétera, para que eso tenga gracia, tú haces el mismo chiste con un plano o con otro y en uno te partes de la risa y con el otro no mueves ni el labio".

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