Sin Messi ni ideas para torcer la historia, Barcelona se quedó afuera de Champions frente a un Bayern implacable

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El holandés Robben marcó el primero de los tres goles alemanes en Cataluña. Foto: Sport
El holandés Robben marcó el primero de los tres goles alemanes en Cataluña. Foto: Sport

 

Por Ricardo López
Para Sport

Quien más quien menos ya había asumido que remontar el 4-0 de la ida era poco menos que misión imposible. El Barça, martirizado por las lesiones y muy, muy justo de fuerzas en este tramo final de la temporada, no está para muchos trotes a estas alturas. Los síntomas de agotamiento físico y mental mostrados ante rivales como el Madrid en la Copa del Rey se han hecho evidentes de forma mucho más descarnada ante un Bayern pletórico. Por fortuna, queda la Liga, donde la amplia renta sembrada durante la primera vuelta dará sus frutos -salvo cataclismo o similar- en las próximas semanas.

La lesión sufrida por Leo Messi el mes pasado ante el PSG no ha hecho más que acentuar las carencias de un equipo que necesita refuerzos y savia nueva para oxigenarse. Los titulares no rinden como solían, y los menos habituales no han hecho olvidar a los ausentes cuando estos han faltado. No ya a Messi, que eso es imposible -el argentino, aún renqueante de su lesión, ni siquiera jugó esta vez-, sino tampoco a Puyol, Mascherano... o a Busquets, al que unas molestias en el pubis impidieron rendir al 100% en Múnich y jugar este miércoles en el Camp Nou. Los abucheos a Cesc, convertido en chivo expiatorio de la afición, fueron sintomáticos.

El Barça no dio en ningún momento la sensación de poder dar la vuelta a la eliminatoria. Seguramente el Bayern es el mejor equipo de la competición. Pero eso no justifica su aplastante superioridad ante los azulgranas, a los que manejó a su antojo durante los 180 minutos. Su defensa fue un muro infranqueable, sus transiciones, frenéticas, y sus contragolpes, una tortura. Es un equipo en el que todos defienden y atacan. Como Ribéry, al que no es raro ver bajar como un lateral más. En definitiva, como hacía el Barça hasta hace no mucho.

Los bávaros no se conformaron con el 4-0 de la ida y jugaron la vuelta como prometió Jupp Heynckes: al ataque. Robben avisó en el 11' plantándose solo ante Valdés en una contra. Pero Piqué le arrebató el esférico cuando el gol parecía cantado.

El Barça quería pero no podía. Y en la primera mitad tuvo tres buenas opciones para adelantarse. En el 25', Pedro obligó a lucirse a Neuer con un trallazo desde la frontal. En el 27', Xavi envió alto un balón suelto al borde del área pequeña. Y en el 40', Adriano volvió a poner a prueba al meta alemán. Era un espejismo, porque en realidad en ningún momento dejó de parecer un partido de hombres contra niños.

El Bayern torturó literalmente a los de Tito Vilanova tras el descanso. Igual que en la ida. En el 49', Robben culminó una de sus características internadas desde la derecha con un disparo inalcanzable para Valdés. Y, tras el 0-1, el Barça se vino abajo como un castillo de arena.

Sin brújula y sin norte -Xavi, fundido como Iniesta, fue sustituido por Alexis en el 55'- el Barça fue cediendo cada vez más terreno. En el 73', Piqué marcó en propia puerta el 0-2 desviando mal con la rodilla un centro de Ribéry.

El francés, colosal, llevó por el camino de la amargura a Adriano por su banda. Suyo fue también el centro del 0-3, en el que Müller cabeceó a placer sobre la línea en el 75'.

El Barça, humillado, bajó los brazos definitivamente, y sólo alguna acción esporádica de Bartra -no deja de ser sintomático que un central, y recién llegado al primer equipo, como él haya sido de los que más han rematado en toda la eliminatoria- animara el ataque local.

En definitiva, 0-7 y el sueño de la final de Wembley no dejó de ser de eso, sólo un sueño. Ahora toca reflexionar para buscar soluciones.

 

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