Barack Obama reconoció que su país necesita un cambio en la política de armas. De todas formas, se mostró partidario de respetar el derecho de los civiles a portar armas, tal como cautela la constitución de EE.UU.
El presidente Barack Obama pronunció un discurso en el que reiteró su voluntad de cambiar las políticas sobre venta de armas, para prevenir futuras masacres como las que ocurren cada vez con más frecuencia en el país norteamericano.
Desde la Casa Blanca, el mandatario anunció la creación de un grupo de trabajo con participación de la población civil y liderado por el vicepresidente Joe Biden, que deberá estudiar el problema de las armas en EE.UU. y entregar resultados que permitan reformar las políticas de venta de armas, para así poner fin a la “epidemia” de violencia que azota al país y que causa la muerte de más de 10.000 personas al año. El proyecto de ley, según confirmó el presidente, será presentado al Congreso en enero de 2013.
El paquete de propuestas que planea Obama consistiría en la prohibición de fusiles de asalto, la revisión de antecedentes de todos los compradores de armas, la reducción del número de balas y otras medidas de control de armamentos, así como también reformas en la atención a la salud mental y en la educación.El presidente es consciente de que para acabar con el flagelo de la violencia en su país, se necesita algo más que reformas legales: “Sabemos que este debate va a generar mucha controversia. Las leyes no van a prevenir sólo estos sucesos, también tenemos que adoptar medidas sobre la salud mental, para evitar la glorificación de las armas en EE.UU.”.De ser aprobado en el Congreso esta iniciativa sin precedentes, el proyecto modificaría una política que hasta ahora ha sido intocable en el país. Amparados por la Segunda Enmienda Constitucional. que consagra el derecho de todos los estadounidenses a poseer armas para su defensa propia, los partidarios de la tenencia de armas y quienes encabezan este millonario negocio han encontrado las vías legales para evitar que sea regulado.
Pero la conmoción generada por la masacre en la escuela Sandy Hook de Connecticut el pasado viernes, cuando Adam Lanza, un joven de 20 años armado con el arsenal que su madre —primera víctima de la masacre— tenía en casa, mató a 20 niños y seis adultos, a hecho que los civiles, los republicanos y los demócratas se unan para presionar por un cambio.
Hasta la Asociación Nacional del Rifle, la millonaria organización que defiende el derecho de los estadounidenses a armarse y que cuenta con 6 millones de afiliados y un presupuesto anual de 200 millones de dólares para trabajo legislativo en aras de evitar todo tipo de controles a la industria de las armas, rompió un largo silencio después de la masacre para declarar que está dispuesta a “hacer contribuciones significativas”, para prevenir futuras tragedias como las que se han vuelto costumbre en el país. Mañana la Asociación dará una conferencia para explicar sus aportes.
Si la aprobación del proyecto trabajado por Biden se demora demasiado en el Congreso, donde es previsible que haya alguna poderosa oposición, Obama se mostró dispuesto a ejercer algunas medidas por decreto. Así lo dio a entender durante el discurso que dio el domingo en Connecticut, con el que afirmó que utilizará “todos los recursos” de su cargo para hacerlo.
Los estados de Nueva York, Colorado, California, Maryland y Michigan ya comienzan a dar los primeros pasos hacia la transformación de su histórico vínculo con las armas. Por ejemplo, el gobernador de Maryland anunció medidas para reducir drásticamente la cantidad de armas en circulación; en Michigan, fue vetada una ley que permitía llevar armas en los centros de enseñanza y que había sido aprobada un día antes de la masacre. Los senadores, entretanto, están creando comisiones independientes para preparar programas de reducción de la violencia.
Mientras el sector político y económico se prepara para las reformas, los civiles ya están diciendo adiós a las armas. En New Jersey, más de mil ciudadanos devolvieron simbólicamente sus fusiles y escopetas, tras confesar que su visión de las armas cambió después de la tragedia de Sandy Hook.
Fuente: El Espectador