Violeta Anahí Becerra, Rosa Carmen Racconto y Joaquín Rojas sumaron su testimonio al IV Juicio de Lesa Humanidad en Tribunales Federales.
“Son sólo un documento”
Violeta Anahí Becerra se refirió a su secuestro y al de su hermano, Ciro Jorge Becerra. Violeta fue detenida en enero de 1977 por fuerzas policiales que se presentaron encapuchados y armados, en la finca de Tupungato en que ella se encontraba. Ciro había sido capturado en diciembre del año anterior.
En este contexto, Elsa Issa de Becerra, madre de Violeta y de Ciro, realizó las respectivas averiguaciones para dar con el paradero de sus hijos. “Ella golpeaba puertas. Iba al despacho de uno, de otro, para obtener respuestas” relató. El 24 de enero de ese año tramitó un Habeas Corpus que llegó a manos del exfiscal Otilio Roque Romano.
A pesar de todos los intentos, ninguno de los recursos tuvo respuesta. Tampoco formaron parte de ninguna causa judicial. “Mi hermano estuvo dos años desaparecido antes de pasar a disposición del PEN”, explicó Violeta.
Tras las preguntas efectuadas por la querella, el defensor oficial de Romano, Ariel Civit, sorprendió a la testigo y a la sala con sus cuestionamientos, tratando de involucrar a otros exmagistrados. El presidente del Tribunal, Alejandro Piña, tuvo que llamar la atención del abogado defensor, quien debió retirar su pregunta.
Nadie dijo nada
Rosa Carmen Raconto es la hija menor de Juan Pedro Raconto (fallecido), quien fue secuestrado el 21 de agosto de 1976, en su domicilio. La mujer contó que su mamá y su hermano mayor, Alberto Luis, fueron quienes más se movilizaron para obtener alguna información, pero durante 40 días no pudieron saber nada de Juan Raconto.
Tras ese lapso, un miembro del Arzobispado de Mendoza, del que Rosa no pudo recordar el nombre, fue quien les señaló que el hombre estaba en un establecimiento militar de calle Boulogne Sur Mer, el Octavo de Comunicaciones. Allí, el religioso daba misa los domingos, a los secuestrados y detenidos, y por eso pudo identificar a Pedro.
En esas dependencias del Ejército, Raconto fue torturado con picana, “la plancha” y simulacros de fusilamiento que incluyeron introducirle y gatillarle un revólver en la boca. Cuando la familia por fin pudo dar con él, lo encontraron con la piel amarillenta, flaco y canoso.
Lo liberaron en febrero de 1977 desde la Unidad Carcelaria de La Plata sin darle ningún tipo de explicaciones. Ya de regreso en su casa contó que en los interrogatorios le pedía que diera nombres y él sólo respondía que era comunista, lo que hacía enojar más a los represores.
De los Habeas Corpus presentados por la familia, Rosa aseguró que todos fueron rechazados y que a su padre nunca le dijeron si le habían abierto alguna causa judicial.
Moriña en la Séptima
Joaquín Rojas, militante del Peronismo de Base, fue secuestrado la noche del 22 de noviembre de 1975 de su domicilio de Vicente Zapata al 400, de Ciudad. En el mismo operativo se llevaron a uno de sus hermanos, Julio César Rojas, quien declaró la semana anterior.
El testimonio de Joaquín fue coincidente con el de Julio, en el sentido de que entraron a su casa derribando a tiros la puerta y que hicieron todo tipo de destrozos, además de robar diversos elementos. También explicó que fueron los mismos secuestradores los que pintaron en una pared “Traidores. ERP” con el infantil objetivo de hacer creer que esa organización era la autora del hecho.
En ese operativo encerraron en un baño, solo, al hijo de Joaquín, que tenía 6 meses de vida.
Rojas estuvo durante 8 ó 9 días en una dependencia policial que sería la Comisaría Séptima de Godoy Cruz, de acuerdo con otros testimonios, incluido el de su hermano Julio César, de expresos que fueron compañeros de cautiverio. Allí estaban encapuchados y atados pero entre ellos se identificaron. Es así como supo que entre los secuestrados estaba Luis Rodolfo Moriña, hoy desaparecido.
En una oportunidad, Rojas lo escuchó protestar y luego de eso sintió un tropel y ya no supieron más de él. Lo mismo había contado la semana pasada, con más detalle, Julio César Rojas.
Joaquín Rojas pasó luego al Octavo de Comunicaciones y después, a la Penitenciaría, para recuperar la libertad, el 23 de marzo de 1977. Nunca le explicaron las razones de su detención, ni si le abrieron una causa penal y tampoco fue visitado por funcionarios judiciales.
En el final del testimonio, Ariel Civit, defensor de Otilio Romano, le preguntó si se podía relacionar aquella supuesta pintada del ERP con su detención. “Y… de mi casa a la Penitenciaría, 4 meses preso, dedúzcalo”, fue la clara respuesta de Joaquín Rojas.
Fuente: Juiciosmendoza.blogspot