Por Laureano Barrera
Para Infojus
La tarde del 3 de diciembre de 1976, el estruendo de las balas y el olor de la pólvora sacudieron la siesta del barrio de Colegiales. Según la versión que confesó ante la justicia un civil imputado en la causa ESMA, Claudia Josefina Urondo, la hija mayor del poeta Francisco Paco Urondo, y Mario Lorenzo Koncurat, su compañero, resistieron durante horas el enfrentamiento desigual, rodeados por una patota. Eran entre doce y catorce marinos del grupo de tareas y –según esta misma versión- estaban al mando del capitán Jorge Eduardo Acosta.
Un rato antes, Claudia había dejado a sus dos hijos, Sebastián y Nicolás, en la guardería. Ese día Nicolás, el menor, cumplía dos años. Claudia le había prometido celebrarlo en casa de la abuela materna. Nada salió como habían planeado: los niños no se reencontraron con alguien de su familia hasta 40 días después. Esa tarde, cuando la pareja iba a una cita, los sorprendió una patota del GT 3.3.2 (el Grupo de Tareas de la ESMA, que tenía “jurisdicción” sobre la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires).
La sorpresiva confesión del abogado se precipitó en la recta final del debate, donde se juzgan los crímenes de 61 ex miembros de la Armada y dos civiles. El confesor se llama Gonzalo Torres de Tolosa, es abogado, fue secretario judicial, está acusado de participar en los vuelos de la muerte que partían desde la Esma y goza de prisión domiciliaria. Ayer (N. de la R: por este jueves) contó al Tribunal Oral Federal N°5: “Me dijo (Francisco) Whamond (un miembro de la patota que participó del operativo) que el marido y la mujer se enfrentaron a 12 o 14 integrantes del grupo de tareas de la ESMA. Durante varias horas se estuvieron tiroteando. Murieron los dos, eran oficiales muy importantes”, consignaron fuentes de la investigación a Infojus Noticias.
Torres Tolosa no aceptó preguntas de la fiscalía ni de las querellas. Y quienes lo escucharon no sabían si los ataques de llanto, por los que interrumpió tres veces su relato, eran genuinos.
-Voy a hablar sólo sobre los chicos Koncurat- dijo.
El abogado que durante 1977 alternó su labor en un juzgado de menores con almuerzos de camaradería en la ESMA, a metros de los secuestrados, dio una versión con detalles desconocidos sobre la muerte de la pareja de los militantes de Montoneros y también sobre el recorrido de los dos hijos –Sebastián y Nicolás Koncurat- desde la guardería hasta el instituto de Menores de Moreno, antes de ser entregados a sus abuelos paternos.
El Teniente Vaca
En diciembre de 1976, cuando Claudia Urondo y Mario Konkurat fueron desaparecidos (hasta hoy se desconoce el destino de sus cuerpos), Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa trabajaba en el Juzgado de Menores Nº 9, a cargo del juez Oscar Hermelo, apodado el “Cosaco”.
En una de las declaraciones en la causa, Torres de Tolosa contó que algunas veces, cuando salía del juzgado, se iba a almorzar a la ESMA con su amigo, el capitán Jorge Acosta.En la ESMA “se comía muy bien” dijo. La investigación de la justicia federal concluyó que sus nexos con el centro clandestino más grande de la Marina excedía la visita gastronómica. En su célebre confesión del año 1995, -ante la justicia española y el periodista Horacio Vertbisky- el capitán de corbeta Adolfo Scilingo (cumple condena en España), dijo que su apodo en la ESMA era “Teniente Vaca”. Y lo acusó de un triste privilegio: haber sido “el único civil que participaba de los vuelos de la muerte”.
Hace unos meses, Torres de Tolosa intentó que lo apartaran del juicio por su estado de salud. Pero los peritos del Cuerpo Médico Forense determinaron que estaba en sus cabales. Lo que todavía no queda en claro es la intencionalidad con que Torres de Tolosa cuenta esta versión. Llegó a decir que la había querido contar antes y su defensor oficial, Mariano Klumpp se lo había prohibido.
Hace dos semanas, dijo que tenía pruebas de que la acusación en su contra la había planificado el abogado querellante Rodolfo Yanzón junto con fiscales y jueces. Aludía a un correo privado donde el abogado narraba un encuentro con fiscales y jueces a otros abogados con los que trabaja en la causa ESMA. Entre los destinatarios del correo, figuraban sobrevivientes y familiares de desaparecidos. El tribunal ordenó sacarlo de circulación porque violaba la correspondencia privada de uno de los abogados acusadores en el juicio. “El mensaje fue claro: "los seguimos, los vigilamos”, dijo Yanzón a Infojus Noticias.
Claudia y Jote
Claudia Josefina Urondo y Mario “Jote” Koncurat se conocieron militando en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización que en 1973 se fusionó a Montoneros. Mario era un activista de base que se había fogueado en el “Cordobazo”. Se casaron en una ceremonia discreta que ofició el padre Carlos Mugica. No pudieron tener la libreta matrimonial con sus nombres reales porque se movían en la clandestinidad. En febrero de 1973, cuando todavía gobernaba el general Agustín Lanusse, fueron secuestrados en una quinta de la localidad de Tortuguitas junto a su padre Paco y los máximos dirigentes de las FAR. Todos fueron liberados meses después, con la amnistía a los presos políticos dictada por el presidente Héctor Cámpora.
Francisco Paco Urondo, el periodista y escritor perseguido por las fuerzas represivas, fue asesinado en Mendoza en junio de 1976, en un operativo donde fue desaparecida su mujer Alicia Raboy, y secuestrada también su hija Ángela, que entonces era una beba (estuvo en el D2, pasó por la Casa Cuna y después fue adoptada por un familiar, aunque a los 20 conoció su historia).
En la supuesta confesión de ayer, fue la primera vez que un represor confirmó de primera mano datos sobre el asesinato de la pareja. Ángela y Javier Urondo, hermanos de Claudia, recibieron la noticia ayer por la tarde y hoy escucharán la grabación del testimonio, que les facilitó la fiscalía.
Hasta ayer, sabían muy poco sobre el final de Claudia. Que había asistido a una cita con María Elena Médici, recepcionista de la publicación Descamisados, secuestrada dos días antes, según contó Javier en el juicio. Médici es una de las 789 víctimas de la megacausa ESMA. Un sobreviviente, Miguel Ángel Lauletta, testificó que Claudia y Jote fueron secuestrados juntos y que ella llegó muerta a la ESMA. Pero las versiones eran contradictorias y nadie decía con precisión si los habían llevado al centro clandestino vivos o habían muerto en el tiroteo.
El Hogar Riglos
La tarde que asesinaron a sus padres, Sebastián y Nicolás Koncurat, con tres y dos años de edad, jugaban en el jardín de infantes del barrio de Caballito, en el Pasaje El Maestro 155, bajo un apellido falso: Campolongo. Su abuela, Graciela Murúa, los esperaba en su casa para festejar el cumpleaños. “Dos hijos de esta pareja quedaron en una guardería cuando los padres salieron a combatir”, dijo ayer Torres de Tolosa en otro momento de su declaración.
Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa trabajaba en el juzgado de Menores Nº 9 del juez Oscar Hermelo, a quien apodaban el “Cosaco”. “Yo era secretario tutelar de la secretaría 166, entonces me los mandaron”, reveló en la audiencia. Allí comenzó la odisea para los niños huérfanos. Pasaron el fin de semana en la casa de la directora del jardín, que el lunes los llevó a la comisaría. El 6 de diciembre entraron al instituto de Menores “Mercedes de Lasala y Riglos”, en la localidad bonaerense de Moreno.
Una fuente de la investigación, ante la pregunta de esta agencia, señaló la necesidad de “profundizar la investigación sobre el rol que cumplió este instituto de Menores”. El director del Instituto Riglos era, en ese momento, Osvaldo L. Lauro. “Estuvimos 40 días y tengo un recuerdo emocional de mucho maltrato. Mi abuela después me preguntaba por qué me cubría cada vez que me retaba. Después entendí que había sufrido violencia física o emocional en ese lugar”, dijo Sebastián en diciembre de 2013, cuando declaró en el juicio ESMA.
Cuando dejó de comunicarse con su hija Claudia, Graciela Murúa empezó a buscar a los niños. El apellido ficticio dificultó la búsqueda y pasó dos semanas sin noticias. El 16 de diciembre de 1976, leyó un artículo en el diario La Razón: “Buscan a una madre que abandonó a sus dos pequeños hijos en una guardería de Caballito”.
Unos días después, el abuelo paterno de los chicos se presentó ante el juzgado donde Torres de Tolosa era secretario. “Vi al abuelo que era un húngaro muy preocupado”, dijo ayer y reprodujo un supuesto diálogo entre los dos:
-Yo tengo cuatro hijos terroristas. Usted me dice muy tranquilo que me lo va a entregar.
-¿Usted es terrorista?
-No.
Según su relato, para decidir qué hacer con los dos chicos, el joven secretario se fue a pedirle consejos a Jorge “el Tigre” Acosta. “Yo sabía que Colegiales podía ser de la Armada”, se excusó ayer. El jefe de inteligencia del GT 3.3.2, amigo íntimo, le había hecho una identificación a su nombre y era uno de los pocos civiles que tenía entrada a la Escuela de Mecánica de la Armada. Acosta lo derivó con Whamond, que –siempre según su relato- se enojó. “¿Y para que querés saber si ya están en un instituto?!, le preguntó Whamond.
El 10 de enero de 1977, sus abuelos paternos los retiraron del hogar Riglos. Consiguieron la custodia y se los llevaron a vivir con ellos a General Pico, La Pampa. “Quisiera tener más recuerdos de esa época pero no los tengo. Lo que me contaron es que mi hermano estaba bastante enfermo y en el hogar lo sedaban para que no llorara. De eso se dio cuenta mi abuelo que era médico. Yo no hablaba. Reconocía a mi abuela materna, a mi tío Javier Urondo, pero no reconocía a mis abuelos paternos, porque no tenía mucha relación con ellos. Eran nuevos en mi vida. Esa transición horrible, fue difícil, la fuimos armando”, dijo Sebastián en el juicio.
“La información da cuenta que los marinos tenían total injerencia sobre el destinos de los niños que quedaban abandonados en los operativos”, le dijo a Infojus Noticias una fuente judicial. Y reflexionó en voz alta: “Hay que investigar más a fondo todas las expedientes de adopción que pasaron en esa época por el juzgado”.