Por Anchal Vohra*
Para Foreign Policy
A medida que la guerra siria llega a su fin y las bombas de barril dejan de aterrorizar al país, las naciones a las que han huido los sirios están alentándoles para que regresen a sus hogares. Sin embargo, quienes así lo hacen se están encontrando con que la persecución que les llevó a escapar sigue ahí presente. Algunos de los sirios que han vuelto han desaparecido engullidos por el tristemente célebre sistema penitenciario del país, un claro recordatorio de los peligros a los que tendrán que enfrentarse.
Foreign Policy ha hablado con los familiares de dos de esos sirios, aunque los activistas afirman que hay muchos más. Mientras tanto, otros muchos se han visto acorralados y reclutados para el ejército.
Siria fue y sigue siendo un Estado policial con el mismo gobierno y el mismo aparato de seguridad, que está acusado de miles de detenciones por motivos políticos. Pero los gobiernos que acogen a un gran número de refugiados, incluido el Líbano y Alemania, están bajo grandes presiones políticas internas para incentivar a los refugiados a regresar a sus hogares. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advirtió a los gobiernos contra los retornos forzosos porque estarían violando el derecho internacional. Sin embargo, aunque los países anfitriones cumplan con esta instrucción, continúan diseñando políticas que producen resultados similares, ante la creciente alarma tanto de refugiados como de activistas.
Un joven, Asser, decidió regresar a casa desde Alemania al no poder superar los obstáculos burocráticos que impedían que su prometida siria se reuniera con él. El incentivo adicional que le ofreció el gobierno alemán fue una subvención de 1.200 euros para ayudarle a regresar a Siria, que, unido al sentimiento creciente contra los refugiados en su nuevo país, le hicieron tomar la decisión de volver.
Dos semanas después de llegar a Damasco, la rama de la inteligencia local le llamó para interrogarle. Telefoneó a su familia y les dijo que volvería pronto a casa. No se ha sabido nada de él desde entonces. Sus padres, que permanecen en el anonimato para protegerles de las represalias del régimen, pagaron a un mediador, que fue quien descubrió que Asser se hallaba detenido. Dichos intermediarios se utilizan ampliamente para recopilar información sobre los desaparecidos y encarcelados porque, oficialmente, el gobierno no proporciona dicha información.
El primo de Asser, que todavía reside en Alemania, contó su historia a Foreign Policy, también bajo condición de anonimato. “Intentó en varias ocasiones solicitar la reunificación [con su novia], pero no consiguió nada”, dijo. “La extrañaba mucho y comenzó a sentirse cansado y deprimido. Esa es la razón más importante de que se fuera”.
La subvención del gobierno alemán que Asser utilizó para volver a casa es parte de un plan conocido como Starthilfe, que se traduce como “ayuda para empezar”. Alemania ha presupuestado 43 millones de dólares para ese programa, aparentemente para aliviar las presiones financieras de las personas que ya han decidido volver a casa. Sin embargo, quienes critican la medida dicen que el programa es un factor impulsor que lleva a los refugiados a arriesgarse a volver a casa.
Yasim, otro sirio que salió de Alemania en circunstancias similares, también ha desaparecido. Su primo Mohammad, que todavía vive en Alemania, dijo que Yasim no pudo obtener los documentos necesarios para que su esposa pudiera reunirse con él. Todos sus documentos fueron destruidos en Yarmuk, el asentamiento de refugiados palestinos en el sur de Damasco, donde habían vivido, en los combates entre el gobierno y los rebeldes.
“Se fue de Alemania y le detuvieron cerca de la frontera entre el Líbano y Siria. No sabemos nada de él después de esa detención”, dijo Mohammad, y agregó que, sin su esposa, Yasim tuvo dificultades para adaptarse a la vida en Alemania, una cultura que le era ajena. “No pudo soportarlo”.
Nadie está acusando a Alemania de actuar ilegalmente en los casos de Asser y Yasim. Ambos volvieron voluntariamente. Sin embargo, el persistente rechazo a la política de puertas abiertas para los refugiados de la cancillera Angela Merkel en 2015 ha obligado al gobierno a aplicar políticas que, en última instancia, sitúan a los refugiados sirios en el mismo peligro del que habían huido. Tal dinámica plantea dudas sobre si los gobiernos tienen el deber, más allá de la letra de la ley, de cuidar a los refugiados que regresan.
Desde el inicio de la guerra, miles de ciudadanos sirios han desaparecido en el sistema penitenciario del régimen, sin que exista registro de su destino o paradero, y los refugiados que regresan son especialmente vulnerables ante este tipo de tratamiento. Algunos de los que ahora viven como refugiados participaron en protestas o son sospechosos de ser rebeldes. Algunos tienen parientes que eran rebeldes, aunque ellos no lo fueran. El régimen ha señalado también que considera el hecho mismo de abandonar el país como motivo de sospecha.
*Anchal Vohra es una periodista de origen indio que vive en Beirut. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.