La sustancia podría prevenir la transmisión de infecciones durante las donaciones. Además, es de tipo universal.
Una nueva fórmula de sangre artificial fue creada por científicos rumanos que utilizaron agua, sal y proteínas de gusanos marinos para componer esta sustancia que podría terminar con la falta de suministros de sangre humana y prevenir la transmisión de infecciones durante las donaciones.
El líquido es el resultado de una investigación de seis años llevada a cabo por un grupo de expertos, dirigidos por el doctor Radu Silaghi-Dumitrescu. Además, el plasma es de tipo universal, lo que hace posible aplicarla a casi el 98 por ciento de la población.
Los autores del estudio afirman que aún no se ha podido crear un sustituto para la sangre humana, ya que no han dado con una proteína que resista un estrés mecánico y químico.
Los investigadores de la Universidad Babeş-Bolyai de Rumania (Europa central) usaron como componente clave la hemeritrina, que es una proteína sanguínea de los gusanos marinos. Comparado con la hemoglobina, la hemeritrina es una proteína mucho más resistente a varios tipos de estrés.
Esta formula fue aplicada en ratones y lograron evitar los efectos adversos. En los próximos dos años se espera que el grupo de especialistas pueda realizar las pruebas con seres humanos.
Corazón artificial
La Agencia Nacional de Seguridad para los Medicamentos de Francia autorizó los ensayos en humanos de un nuevo corazón artificial con características similares al órgano biológico.
El profesor Alain Carpentier, padre de la cirugía valvular moderna, es el creador del corazón artificial, considerado uno de los más avanzados hasta el momento.
Los primeros intentos de construir una máquina que realizará las funciones del órgano biológico datan de finales de los años 30 y en la lista de los inventores de estos aparatos aparecen nombres como el médico ruso Vladimir Petrovic Demikhov, el argentino Domingo Liotta y el norteamericano Robert Jarvik.
El primer implante de un corazón artificial se hizo en 1981 en Estados Unidos. El paciente, Barney Clark, estuvo conectado durante 112 días a un prototipo externo de 180 kilogramos de peso, denominado Jarvik 7.
Fuente: Telesur