Bill Gaede espió para Cuba en estados unidos, traicionado por el comunismo se involucró con el FBI, pero comenzó a ser perseguido por ambos estados en una historia que él tomó como un juego y que es brillantemente retratada en El crazy Che, de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi.
Nacido en Argentina y con una infancia en Estados Unidos, Gaede se afilió al Partido Comunista argentino a los 21 y en 1976, tras el asesinato de Mario Santucho, volvió al país del Norte, donde, tras idas y vueltas, empezó a trabajar en la empresa de electrónica y software AMD.
"Yo creía en una religión que era el comunismo y decidí copiar la información de donde trabajaba para dársela a Cuba", dice el ex espía, de grandes ojos claros y lacio pelo rubio al viento, en uno de los pocos momentos en que habló sin hacer un chiste o riéndose a carcajadas sobre la insólita historia que vivió.
"A mí no me pagaban, me reembolsaban los gastos. Ellos (los cubanos) reclutaban por ideología y yo quería ayudar a la revolución", comentó Gaede, quien mencionó a los agentes Julián Rosa y Luis Agüeros como sus contactos con la inteligencia cubana.
La capacidad de trabajo de Gaede le permitió "estar en todas las áreas de fabricación" y gracias a ello pudo aprender los procesos de los circuitos que entregó en la frontera con México, llevados en el baúl de su auto, y luego trasladados a Cuba por valija diplomática.
[youtube]TtmHGNT9_YU[/youtube]"Pasé especificaciones de máquinas y diseños de circuitos integrados. El Pentium (en este caso fue a Irán). Gracias a mis aportes, un día me invitaron a conocer Cuba. Me dijeron que Fidel Castro me quería conocer", señaló sobre el viaje que comenzaría con el fin de su idilio con el comunismo.
"Cuando llego a Cuba a fines de 1989 -explicó-, me llevo una desilusión total. El rico tenía todo y el pobre, nada. Había mansiones y comidas abundantes para ellos. Fidel tenía avión, coches, casas, era un rey. Y me dije: 'Yo soy un estúpido. ¿Cómo puedo sacrificar mi vida y mi familia por esto?'".
En ese momento, decidió contarle toda la historia al FBI e iniciar un trabajo de contrainteligencia para pasar nombres de agentes cubanos al gobierno estadounidense, cuestión con la que tampoco le fue bien, debido a que terminó preso por 33 meses.
Antes de enfrentar el juicio, viajó a Argentina con información del Pentium, conseguida por su paso por Intel, para ofrecérsela a Irán, pero, ahora, tuvo que enfrentarse con la SIDE y con un personaje que hoy está en boca de todos: Jaime Stiusso.
"Yo no sabía sobre la pista iraní del atentado a la AMIA y, como estuve en la embajada, cuando fui a enterrar información por la Autopista Richieri me agarró un patrullero, me llevaron a una comisaría y llevaron a la SIDE. Ahí aparecieron el brigadier Andrés Antonietti, Héctor Gatti y Stiusso", comentó Gaede.
Stiusso, dijo el ex espía, hizo de nexo con el agente de la CIA Woody Autern en el Hotel Hyatt, previo a su regreso a Estados Unidos, donde enfrentó el juicio en el cual tuvo que declarase culpable ante las amenazas de los fiscales de involucrar a su mujer en el proceso.
"Ellos no podían condenarme a nada porque lo que yo hacía, hasta ese momento, no tenía ley que lo considerara delito. Mi mujer siempre supo todo, pero ella no tuvo una participación activa. Me acompañaba por miedo a que me pegaran un tiro en la cabeza, pero nada más", comentó Bill entre carcajadas.
Como si fuera un verdadero agente, para protegerse, Gaede grabó conversaciones telefónicas con el FBI, filmó a agentes que fueron a su casa con una cámara escondida en su horno y hasta se metió en el edificio de la CIA con un grabador.
Pero así como lo traicionaron los cubanos, también lo hizo Estados Unidos: al final de su sentencia, culminada en 1998, fue deportado a Colombia (de donde es su esposa), pese a las promesas de los fiscales de permitirle continuar en suelo estadounidense.
"En la prisión la pasé muy bien. Bárbaro. Saqué a diez personas de la cárcel haciendo trabajos de abogacía, gratis, siempre para joder al sistema. Fue una etapa que valoro mucho", dijo con franqueza, quien hoy da seminarios sobre física y su Teoría de la Extinción en varios países.
Además, en la cárcel, desarrolló su Hipótesis de La Soga, donde propuso que todos los átomos del universo están conectados, estudio que, al final de la sentencia, culminó con un libro y las puertas abiertas al mundo de la física.
Hoy Bill vive en Alemania, donde residen dos de sus hijos, mientras que su esposa y otro de sus hijos continúan en Estados Unidos, aunque se pueden ver seguido "gracias a que ella trabaja en una aerolínea".
"Si me daban un tiro se terminaban los problemas. Mi verdadero temor era que le hicieron algo, tanto la CIA como Cuba, a mi familia. Hoy todo parece una locura, pero tengo que agradecer de estar vivo. Al fin y al cabo, yo era un ejército de una sola persona", sostuvo Gaede y se despachó con otra risotada.