Por Daniel Borrillo*
En el diccionario de los sinónimos la palabra “heterosexualidad” no figura en ninguna parte. Por el contrario, androgamia, androfilia, homofilia, inversión, pederastia, pedofilia, socratismo, uranismo, androfobia, lesbianismo, safismo, se proponen como términos equivalentes al de “homosexualidad”. Mientras que la heterosexualidad es definida por el diccionario como la “sexualidad (considerada como normal) del heterosexual” y el heterosexual como aquel que “siente una atracción sexual (considerada como normal) por los individuos del sexo opuesto”, la homosexualidad se encuentra desprovista de dicha normalidad. Y si el diccionario Le Petit Robert considera que un heterosexual es simplemente lo contrario de un homosexual, los vocablos para designar a este último abundan: gay, homófilo, pederasta, enculado, puto, loca, homo, marica, maricón, invertido, sodomita, travesti, trolo, sarasa, cacorro, desviado, mariposón, amanerado, afeminado, y para las mujeres gays: lesbiana, tortillera, bollo, torta, marimacho...
Esta desproporción léxica revela la operación ideológica consistente en designar sobreabundantemente lo que aparece como problemático y a mantener en lo implícito a lo que se supone evidente y natural.
Del sexismo a la homofobia
La diferencia hetero/homo no sólo está constatada, sino que sirve sobre todo para ordenar un régimen de las sexualidades, según el cual únicamente los comportamientos heterosexuales merecen la calificación de modelo sexual y de referencia para cualquier otra sexualidad. Así pues, en este orden sexual, el sexo biológico (macho, hembra) determina un deseo sexual unívoco (hetero), así como un comportamiento sexual específico (masculino/femenino). De esta manera, sexismo y homofobia aparecen como componentes necesarios del régimen binario de las sexualidades.
La división de los géneros y el deseo (hetero) sexual funcionan más como un dispositivo de reproducción del orden social que como un dispositivo de reproducción biológica de la especie. La homofobia se convierte así en el guardián de las fronteras sexuales (hetero/homo) y las de género (masculino/femenino). Por eso los homosexuales no son las únicas víctimas de la violencia homófoba, que también atañe a todos aquellos que no se adhieren al orden clásico de los géneros: travestidos, transexuales, bisexuales, mujeres heterosexuales con fuerte personalidad, hombres heterosexuales delicados o que manifiesten gran sensibilidad...
La homofobia es un fenómeno complejo y variado que se adivina en las bromas vulgares que ridiculizan al afeminado, pero que también puede revestir formas más brutales, que lleguen a la voluntad de exterminación del otro, del homosexual, como fue el caso de la Alemania nazi o del Estado islámico hoy día. La homofobia, como toda forma de exclusión, no se limita a constatar una diferencia: la interpreta y extrae conclusiones materiales. Así, si el homosexual es culpable del pecado, su condena moral aparece como necesaria y la purificación por el fuego inquisitorial fue su consecuencia lógica. Si es asimilado al criminal, su lugar natural resulta ser, en el mejor de los casos, el ostracismo y, en el peor, la pena capital, como aún sucede en algunos países. Si se le considera un enfermo, es objeto de la atención médica y debe sufrir las terapias que la ciencia le ordene, especialmente los electroshocks, utilizados en Occidente hasta los años sesenta. Si las formas más sutiles de homofobia pregonan una cierta tolerancia hacia gays y lesbianas, no es más que a condición de atribuirles un lugar silencioso, el de una sexualidad considerada como inacabada o secundaria. Aceptada en la esfera íntima de la vida privada, la homosexualidad resulta problemática cuando reivindica públicamente la equivalencia con la heterosexualidad. Baste recordar las manifestaciones contra el matrimonio igualitario en los diferentes países del mundo donde hubo un debate sobre la cuestión. La homofobia es el temor de que ésta identidad de valor sea reconocida. Se manifiesta, entre otras cosas, por la angustia de ver desaparecer la frontera y la jerarquía del orden heterosexual.
Formas de la homofobia en un mundo gay friendly
1° La amnesia: la situación de igualdad formal, matrimonio igualitario, algunas películas gay y un par de personajes en las telenovelas han hecho con que se considere que la homofobia no solo ya no existe sino que nunca existió. Ahora nadie es homófobo, parece que se trata de un fenómeno del paleolítico…. Pero resulta sospechoso, no puede revertirse una cultura multisecular en algunos años. Por eso el olvido de lo que ha costado ganar la tolerancia (utilizo adrede el término tolerancia ya que creo que estamos aun en ese registro) constituye un peligro ya que muy fácilmente se puede volver atrás, basta recordar lo que sucedido en Rusia con la legislación relativa a la publicidad de la homosexualidad….
2° La asimilación o el asimiliacionismo: consiste en considerar que el horizonte del homosexual son los valores tradicionales: matrimonio, filiación, mascotas y casa en el country…. No hay mejor marido que el gay que se pone a soñar con la boda, la luna de miel y los pañales…. La manera en que se han obtenido los derechos ha sido asimilacionista, vale decir que no se ha modificado la estructura del derecho de familias sino simplemente se ha hecho entrar en ella a las nuevas formas conyugales como las parejas del mismo sexo. Pero una vez adquirida la igualdad, se necesita producir una crítica de la norma sino dicha igualdad se convierte en uniformidad.
3° La moda, el prêt-à-porter gayfriendly: la condescendencia con la que los bobos, piccola burguesía urbana, se rozan con el mundo gay… es una obligación moral invitar a una pareja del mismo sexo a las soirées mundanas y pavonearse de la tolerancia…. Ahora aparecen hijos, sobrinos, nietos gays por todas partes…. Pero no hay que olvidar que todos los fenómenos de moda cambian rápidamente.
4° El universo de los buenos y los malos: los buenos homosexuales que se casan y adoptan o tienen hijos y los malos promiscuos, locas y demás que continúan descarriados a pesar del esfuerzo que la sociedad y el derecho hizo para asimilarlos.
5° El deseo de normalización: la voluntad de uniformización, el adiestramiento, la domesticación que producen las instituciones y sobre todo las familiares con sus valores de fidelidad y solidaridad, sus instituciones como la familia por afinidad que conlleva la obligación alimenticia para con los suegros, sus limitaciones patrimoniales como la legítima del derecho sucesorio, la obligación alimenticia, el domicilio conyugal o la prestación compensatoria en caso de divorcio que fabrica asistidos y asistidas, nuevas formas de botinerismo….
*Conferencia de Daniel Borrillo “Por una teoría crítica del género y la sexualidad desde el mundo latinomediterráneo”. Viernes a las 19, UNTREF (Sede C.C. Borges), Viamonte 525.