Por Juan Manuel Mannarino
Para Infojus
Con el retorno de la democracia, la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP), creada por Ricardo Alfonsín, tenía una misión urgente: la de investigar, documentar y registrar casos de violaciones de derechos humanos. Entonces, un titular periodístico impactó en la opinión pública: “Denuncian matanza de ocho estudiantes”. Era la primera vez que se hablaba, públicamente, de “La Noche de los Lápices”: un secuestro masivo de estudiantes platenses en la madrugada del 16 de septiembre de 1976. En un comunicado, la CONADEP responsabilizó a miembros de las fuerzas armadas y policiales. Sería, en efecto, el punto de partida de una larga historia judicial, que a 38 años de los hechos aún sigue inconclusa.
Presidida por Ernesto Sábato, la CONADEP dio la primera precisión: “Con motivo de una campaña realizada por estudiantes de La Plata en favor del boleto escolar en el transporte, para la enseñanza media, campaña calificada por las FF.AA. como subversión en las escuelas, la jefatura de la Policía de la provincia de Buenos Aires dispuso la realización de un escarmiento contra alumnos secundarios de esa ciudad”.
En las primeras horas del 16 de septiembre, “las fuerzas de seguridad secuestraron a Horacio Ungaro (17), María Claudia Falcone (16), Francisco López Muntaner (14), Daniel Rasero (18), Pablo Díaz (16), Emilce Moler (17), Patricia Miranda (16), Víctor Triviño (16), Claudio de Acha (17), María Clara Ciocchini (17), y una menor de nombre Alejandra (14) cuyo apellido aún se desconoce”, ampliaba el documento, que dejaba en claro que las órdenes de detención habían sido firmadas por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y ejecutadas por la policía bonaerense al mando de Ramón Camps.
En el informe apareció un antecedente clave: la declaración de Díaz. El sobreviviente fue la primera persona en dar detalles de cómo fueron secuestrados y torturados. En primera persona dijo: “Tanto en Arana como en Banfield fui torturado. En Arana mediante la aplicación de picana eléctrica en la boca, encías y genitales. En Banfield ya no me picanearon pero fui golpeado con palos y pinchado con agujas”. El episodio alcanzó resonancia pública durante el Juicio a las Juntas, cuando narró su historia ante la justicia, el 9 de mayo de 1985:
-Éramos varios chicos de colegios secundarios, de 14 a 18 años. Pedíamos por el boleto escolar secundario. De vista no nos conocíamos en sí. Pero después me encontré con ellos en distintos campos de detención y nos vinculamos en el hecho.
Durante sus secuestros, los jóvenes fueron sometidos a torturas y vejámenes en distintos centros clandestinos. Además de Arana y Banfield, en las brigadas de Investigaciones de Quilmes y de Avellaneda. Un año después del testimonio de Díaz, la historia de “La Noche de los Lápices” logró masificarse a través del libro escrito por los periodistas Héctor Ruiz Núñez y María Seoane, y luego por la película, dirigida por Héctor Olivera. El libro tuvo más de diez ediciones y la película sigue siendo, aún hoy, una de las más vistas en las escuelas a la hora de hablar sobre la última dictadura militar. Fue un suceso extraordinario: nunca antes la sociedad se había conmocionado tanto por un hecho de la represión.
Los estudiantes secuestrados tenían actividad política en la Unión de Estudiantes Secundarios y en la Juventud Guevarista y habían participado, en 1975, en las movilizaciones por el boleto estudiantil. Un grupo de estudiantes secundarios de distintas escuelas, entre ellas el Colegio Nacional y el Bachillerato de Bellas Artes dependientes de la Universidad Nacional de La Plata.
El 16 de septiembre quedó como “La Noche de los Lápices”. Igual, antes y después de ese día también se detuvieron a otros estudiantes que pertenecían al mismo grupo que luchaba por el boleto. López Muntaner, Falcone, De Acha, Ungaro, Racero, Ciocchini y Triviño permanecen aún desaparecidos. Por otra parte, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti, Emilce Moler, Walter Docters y Alicia Carminatti, lograron sobrevivir al ser pasados a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Marta Ungaro, hermana de Horacio, dijo a Infojus Noticias que “todavía falta especificar quiénes fueron los responsables militares y policiales en coordinar el secuestro” y que hay varios puntos oscuros “porque varios de los condenados no se quebraron y no dieron más datos”. Dijo que “están esperando con ansias que comience el juicio por el Pozo de Banfield”, porque “es muy probable que se esclarezcan las circunstancias de cómo desaparecieron Horacio y sus compañeros”.
Y enfatizó: “Los represores mueren, no queremos que pase más tiempo. La memoria sobre ‘La Noche de los Lápices’ sigue vigente en la sociedad y es muy importante, pero si los verdaderos responsables no son juzgados, no podremos cerrar nuestra historia”. La familia Ungaro pidió varias veces la detención de Juan Miguel Wolk,ex comisario mayor de la Bonaerense acusado de ser quien comandó, entre 1976 y 1978, el Pozo de Banfield. Otro capítulo inconcluso, además, es la complicidad de las autoridades educativas en el hecho. “Hay varios estudiantes que fueron a colegios universitarios y la Universidad, en ese tiempo, estuvo intervenida por militares”.
Un largo camino en la justicia
En el Juicio a la Juntas, el testimonio de Díaz sirvió para reconstruir el acontecimiento. Y en 1998, en los Juicios por la Verdad, se abrió un nuevo capítulo. Moler amplió la mirada: “No creo que a mí me detuvieran por el boleto secundario. Esa lucha fue en el año ‘75 y, además, no secuestraron a los miles de estudiantes que participaron en ella. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la UES. Había un proyecto político, con escasa edad, pero proyecto político al fin”. Luego, en la primera causa por el Circuito Camps, en La Plata, Moler amplió su idea: “Éramos militantes políticos y compañeros de militancia, no sólo de cautiverio”.
Más allá del impacto social que tuvo “La Noche de los Lápices”, la justicia nunca lo juzgó como un hecho aislado. “Hay que entender que después de ser secuestrados, los estudiantes fueron trasladados ilegalmente a Arana y luego a Banfield, centros clandestinos del circuito Camps. Lo que salió a la luz en el juicio fue el operativo de secuestro y las torturas en Arana. Aún está pendiente lo de Banfield, que está en etapa de instrucción y a la espera de ser elevado a juicio”, dijo a Infojus NoticiasGuadalupe Godoy, abogada de derechos humanos.
Muchos de los sobrevivientes, además, aportaron datos para otras investigaciones. En Banfield, Díaz compartió la celda con varias adolescentes embarazadas, prisioneras del médico Jorge Antonio Bergés. Su testimonio ante la Cámara Federal de La Plata probó definitivamente que el campo de concentración tenía una maternidad. Tanto los bebés como las madres desaparecieron. Díaz nombró a Gabriela Carriquiriborde, Stella Maris Montesno de Ogando y Cristina Navajas de Santucho.
En la sentencia del Circuito Camps, en 2012, sólo algunos represores fueron condenados por “La Noche de los Lápices”. Entre ellos, el ex policía Eros Amílcar Tarela. Díaz lo señaló como uno de los miembros de la patota que lo secuestró: “Fue uno de los que entró a mi casa y participó del secuestro de los chicos. Era subcomisario bonaerense”, dijo. También se condenó al ex comisario Miguel Etchecolatz; a Julio César Argüello, cabo en la Brigada de Investigaciones de La Plata; y a Roberto Omar Grillo, oficial de la Dirección de Investigaciones y de la Brigada por privación ilegal de libertad y tormentos en varios de los casos.