"¿Ya hemos visto la foto, no? Pues bien, a dejar de darse golpes de pecho y a mover el culo para luchar con todas nuestras fuerzas contra horrores como éste"

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Por Juan Tortosa
Para Público.es

Estas líneas hablan sobre una foto que no publico en mi blog. No, no quiero publicarla. Soy periodista, sí, pero por eso mismo entiendo que hay informaciones que se pueden ilustrar sin propinar reiterados bofetones gratuitos. Para ilustrar lo que les voy a contar me basta con una foto que pertenece a la misma secuencia, pero que es, a mi juicio, mucho menos agresiva. Nos muestra, como ven, a un policía turco con un niño sirio de apenas tres años en sus brazos. Lo acaba de recoger en la playa de Bodrum, donde las olas lo depositaron después de naufragar la embarcación en la que su familia, tras huir de su país, pretendía llegar a Grecia y luego a Canadá. Se ahogó antes, las olas transportaron su diminuto cadáver hasta la orilla y allí quedó quieto, boca abajo, entre la arena y la espuma. Esta vez había un fotógrafo para contarlo.

La foto pertenece a una secuencia demoledora, entre las que hay varias instantáneas que son directamente espeluznantes. Tan espeluznantes como la hipocresía y el cinismo de muchos de los que se rasgan las vestiduras comentándolas en internet y reproduciéndolas sin descanso una y otra vez: plano general, plano medio, plano corto del pequeño yaciendo boca abajo justo en la orilla. Eso, plano corto y… a multiplicarlo por esporas en las redes.

¿Es necesario? ¿De verdad aporta tanta información difundir hasta el infinito las copias de una foto tan obligatoria de hacer como discutible puede ser el uso que se haga después de ella? ¿Es imprescindible cebarse en su reproducción hasta rozar directamente la pornografía?

Soy el primero que ha defendido toda su vida, y continúo y continuaré haciéndolo, que las canalladas hay que denunciarlas siempre y que la mejor manera de hacerlo es documentándolas gráficamente. Son un altavoz sumamente eficaz, me parece básico no renunciar a esto bajo ningún concepto y entiendo imprescindible y pedagógico que no haya nadie que se quede sin ver fotos como las del pequeño sirio recién depositado por las olas en la playa turca de Bodrum. Pero una vez, por favor, que para que se nos quede en la retina para siempre es suficiente con una vez. No me empachéis, por favor, no me la copiéis y peguéis una y mil veces en facebook y en twitter so pretexto de denunciar el horrendo drama que están viviendo tantos refugiados en el mundo.

Vale, ya hemos visto la foto, ¿no? ya nos la hemos aprendido de memoria: el color del pantalón, el jersey y los zapatitos del pequeño, ¿verdad? Pues bien, ahora ya si os parece, a dejar de darse golpes de pecho y a mover el culo para luchar con todas nuestras fuerzas contra horrores como éste.

Defiendo la utilidad de la foto como símbolo de todas las vilezas que estamos contando estos días: los cincuenta refugiados asfixiados en una camioneta, las alambradas y los gases en fronteras como las de Hungría o Macedonia, la vergonzosa manera de ponerse de perfil ante el problema que están practicando tantos países, entre ellos el nuestro…

Cojamos el toro por los cuernos, pongámonos a la faena para solucionar un drama humanitario de escandalosísimo calibre, pero dejemos ya de recrearnos en la fotito de marras. Sin duda merece un premio, se pueden hacer mil análisis sobre lo que transmite la foto más explícita de la secuencia, claro que sí, pero la utilización abusiva que estamos haciendo de ella me parece, repito, directamente pornográfica.

Por eso no la publico en este post, porque entre otras razones, es sumamente fácil encontrarla y me temo que continuará siéndolo por los siglos de los siglos.

 

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