Por Marcelo Padilla *
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Se menea, se hamaca, corre, no limpia y no barre. Hay temblores. Algunos provocados y otros no. En la estación sismológica dicen que hay un índice oficial y otro peronista sobre el movimiento de la tierra. A la tierra la mueve el peronismo y lo que se comunica es otra cosa en los medios. Los litigios son por la propiedad privada. Hay quienes tienen tierras y quienes no tienen más que un certificado legislativo. Los sin tierra. Bueno, eso puede que suene a división entre latifundios y minifundios. El tema es el derpo.
La naranja se pudrió. Subió demasiado el precio y ya nadie compra el cítrico. Las tiran en la calle. Miranda y Ciurca están plantando otra cosa. Por ahora no se sabe qué. Han quedado miles de militantes de ese sector en la dispersión marginal del movimiento, emigran, son parte de la diáspora triste que no tienen amparo. Pero son peronistas y nadie puede decir que no lo son. Excepto… claro, “los puros” que se lavan las manos con alcohol cada 5 minutos. Los tratan como si fueran la gripe aviar. Pero son peronistas. Son militantes hoy desatendidos. Algunos están tirados en la cama con depre y otros buscan y bucean luego de la hecatombe. Tienen la maldita peste de la acusación. Si no se los tiene en cuenta será un error. No se inventan los peronistas, ni se riegan. Están los que están, y los de abajo de la burocracia -que huyó como en las guerras- están atendiendo a los heridos y a los niños. Ojo. Para repensar el nuevo rol del peronismo en la provincia hay que sacarse la bilis.
El azul es el color de las comarcas de Asterix que quedan gobernando en un panorama complicado. Intendencias que tienen que gestionar y dejar bien parado al peronismo. Son los que tienen territorio al fin y al cabo y, más allá de algunas gestualidades confusas -y otras no tanto-, son los que quedan con derpo. A no ser que nos miopicemos de golpe, el peronismo mendocino pasará en gran medida por el azul, ese color chueco. Son cuatro intendencias azules puras y el turquismo del sur que juega con más independencia. Salgado no sé porque Santa Rosa no sé. Hoy es un departamento prácticamente desaparecido al que nadie le da pelota. Y ahí hay gente que no es atendida. El sueño de La Salada en la era PRO se desvanece. Como todo lo popular que no se entiende por razones, La Salada no sala más.
Reaparece reciclado un nuevo espacio que, de nuevo, por ahora, tiene el nombre: Peronismo para la Victoria. Un conglomerado de orgas que antes confluían en Unidos y Organizados y hoy se muestran, con el nombre, más peronistas. Parece que se puso de moda ser peronista en la era Macri. Son las mismas caras. Con algunas deserciones y otras incorporaciones en el libro de pases. Es deseable que prospere de una buena vez ese agrupamiento luego de la debacle. Son puros, pero parecen estar dispuestos a rozarse con nuevos virus para ver qué pasa. En el medio del quilombo miden fuerzas y van a disputarle a los azules, a discutirles el peronismo. No está nada mal. Mientras haya discusión y no exterminio, estas incubaciones valen la pena siempre y cuando no los gane el higienismo peronista.
Y por último la asonada de Moreno en la provincia. La Néstor Kirchner que tracciona por la figura del que se le plantó a los grosos, que imanta. Guillermo Moreno, el patriota vivo. Sin embargo, la voracidad. El armado y la aparición de varias agrupaciones con el mismo nombre pero con distintas prácticas. No mueven la aguja hoy en el peronismo porque su presencia es temprana. Y, además, ha quedado -al menos por estos días de agite-, atrapada entre azules y peronismos de la victoria. Sola pero con vocación, crece como una mancha. Hoy, a todas “las Néstor” las une la venida de Moreno a Mendoza. Después, se verá.
Mientras tanto, los despidos, las detenciones, las persecuciones, la transferencia de divisas a la oligarquía a través de la eliminación de la retenciones, la eliminación de las retenciones a las mineras- ¡¡ey, asambleístas, teléfono!!- la eliminaciones de planes y programas que sostenían derechos adquiridos. Los paros que se vienen, los putos y las lesbianas que se organizan para dar pelea groncha, la vendimia insípida, el periodismo macrista que no da más y tiene que empezar a mostrar “algo de lo real”, los elefantes que pasan, las hormigas que trabajan, el pozo y las cuevas donde duermen los silencios.
Es el peronismo de Mendoza. A puro temblor, en el desierto.
*Sociólogo, periodista y militante peronista