Por Katu Arconada
Para Rebelión
A cinco semanas de las elecciones generales en Bolivia del 18 de octubre, el panorama se complejiza más y más.
La polarización advertida entre el MAS y los golpistas se agudiza, mientras Carlos Mesa intenta mantener un perfil bajo que le ayude a ganar votos de una derecha desencantada con un gobierno transitorio que se hunde después de casi un año de escándalos de corrupción y mal manejo de la crisis de salud.
Las últimas encuestas son favorables al MAS-IPSP que tiene al ex Ministro de Economía Luis Arce Catacora como candidato presidencial. El partido movimiento de Evo Morales obtiene un 26’2% en el reciente estudio de Mori (la única que acertó el resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016), que cuando se pondera filtrando solo los votos validos se transforma en un 37’3% frente al 24’2% de Carlos Mesa o el 14’4% de Jeanine Áñez. Es decir, Luis Arce estaría cerca de ser Presidente electo en primera vuelta, siempre que alcance el 40% de votos validos y 10 puntos de diferencia sobre Mesa, lo que puede suceder con una buena campaña electoral y si los golpistas no bajan a Áñez de la carrera presidencial. En caso de que no se alcance el 40%, o la Presidenta actual decline y Mesa se acerque a menos de 10 puntos de diferencia, la segunda vuelta sería inevitable y en ese caso el 14% de los golpistas, sumado al del “cívico” Fernando Camacho (12’4%), que lidera la intención de voto en la ciudad más poblada del país, Santa Cruz, el conservador Chi Hyun Chung (5’9%) o el hombre del Departamento de Estado en Bolivia Tuto Quiroga (3’8%) se unirían contra Evo Morales y Luis Arce, provocando la derrota segura del MAS.
2 semanas antes de la elección, el 4 de octubre, se celebrará el debate entre los aspirantes presidenciales, organizado por la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia, la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, la Fundación Jubileo, la Universidad Mayor de San Andrés y una red de medios de comunicación. Los 14 días posteriores al debate serán claves tanto para que diferentes sectores puedan consolidar su voto, como para la posible declinación de Jeanine Áñez.
Mientras tanto en el gobierno golpista intentan por todos los medios lavar su imagen y ensuciar la imagen de Evo Morales y el MAS y han impulsado una denuncia de la Procuraduría General del Estado ante la Corte Penal Internacional acusando a Evo de incurrir en delitos de lesa humanidad. Los autores físicos e intelectuales de las masacres de Sacaba y Senkata, donde murieron asesinadas más de 30 personas por las balas de las fuerzas de seguridad, acusan al ex Presidente boliviano de la muerte de más de 40 personas por la falta de oxígeno durante los bloqueos carreteros del mes de agosto.
Al mismo tiempo, y tras un viaje a Estados Unidos de Arturo Murillo, ministro de Gobierno, donde se reunió con el Secretario General de la OEA Luis Almagro, representantes del Departamento de Estado y los senadores republicanos Ted Cruz y Marco Rubio, ha empezado a operar en Bolivia la empresa estadounidense CLS Strategies, vinculada a los servicios de inteligencia gringos, y que supuestamente va a dar asesoría al gobierno boliviano “de transición” en temas relacionados con la “democracia”.
De manera complementaria, y según filtraciones del entorno del gabinete, los golpistas tienen encima de la mesa una propuesta para eliminar el registro jurídico del MAS-IPSP, junto con un análisis de lo que implicaría dicho acto en cuestión de movilización y respuesta social. La apuesta es clara: una segunda vuelta entre Carlos Mesa y Jeanine Áñez, donde solo habría un ganador: Estados Unidos y sus intereses en Bolivia.
En las calles, al menos entre la clase media urbana, la sensación es que se quería un cambio pero no así, y eso está haciendo que Mesa se desplace hacia la derecha para ganar el voto más ultra que ya no se siente representado por Áñez, lo cual a su vez podría hacer que el voto más moderado de centro pudiera acercarse al MAS, pues entre la disyuntiva de pensar cómo y cuando estaban mejor, en septiembre 2019 (las elecciones fueron en octubre y el golpe en noviembre 2019) o en septiembre 2020, es claro que esa clase urbana tenía mejores condiciones sociales, y sobre todo, económicas, hace un año.
La crisis económica hace que la gente prefiera vivir en septiembre 2019. En 14 años de proceso de cambio se le pagaba a tiempo a la gente y podía ahorrar, en 9 meses la gente ha perdido su trabajo y gastado sus ahorros. Ese es el nuevo sentido común que se está posicionando entre una buena parte de la población boliviana.
Si ese sentido común se hace más grande decantando la balanza a favor del MAS-IPSP, entonces la alternativa de quienes hoy gobiernan parece ser un nuevo golpe dentro del golpe que impida que Evo Morales, jefe de campaña del Movimiento al Socialismo, pudiera retornar a una Bolivia gobernada por Luis Arce Catacora.
@katuarkonada