Por Yésica De Santo
Para Tiempo Argentino
La Policía Metropolitana ingresó al hospital neuropsiquiátrico, de madrugada y sin orden judicial. Atacó a trabajadores, a la prensa y a pacientes psiquiátricos. Golpeó y disparó a quienes realizaban tratamientos permanentes y ambulatorios. A otros los sorprendió mientras hacían la caminata diaria por los jardines del hospital o cuando se acercaron con la curiosidad despertada por los ruidos de topadoras y tiros.
"Ahora todo es cuesta arriba", aseguró Juan Carlos Stagnaro, profesor titular y director del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UBA, y secretario general de la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL) en diálogo con Tiempo Argentino. El experto destacó que las principales consecuencias que podrían derivarse del accionar "terrorífico" de la Metropolitana son: "agravamiento y retraso de los cuadros, extensión de los tratamientos, y el peligro de abandono de tratamientos de aquellos pacientes ambulatorios, que por al estrés postraumático, ya no querrán asistir al lugar donde se los atacó". El estrés postraumático puede presentarse por medio de recuerdos de la situación vivida, amnesia, crisis de ansiedad, y aislamiento. A su vez, puede aparecer semanas o meses después de la situación traumática, y en el caso de pacientes psiquiátricos, se suma a sus patologías primarias. "Se trata de sujetos vulnerables, a los que semejante muestra de violencia los afecta mucho más", aseguró Horacio Vommaro, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).
Gabriel Cavia, psicólogo del Borda manifestó que lo vivido es "inimaginable en democracia" y que "como mínimo, 18 pacientes fueron atacados" por centenares de efectivos policiales con uniforme antimotines. Algunos de ellos aún son atendidos en la enfermería del Borda y otros en el Hospital Penna. Entre las consecuencias a mediano y corto plazo que pueden presentarse en los pacientes se encuentran el agravamiento de los cuadros psiquiátricos y psicológicos. Además, los signos que ya comenzaron a notarse son trastornos del sueño y alimentación, y cuadros de irritabilidad. También pueden generarse reacciones de ansiedad, pánico e intentos de fuga.
Los pacientes que deambulaban por los jardines tienen distintas patologías psiquiátricas como psicosis, trastornos de personalidad, o depresiones severas, y fueron blancos de ataques y amenazas mientras miraban atónitos la destrucción del único taller que les quedaba. En ese lugar, ellos aprendían a usar las manos para construir muebles y a trabajar en equipo. Allí, en el lugar donde iban a ser cuidados, atendidos –ahí mismo– fueron maltratados. "Es como que a un recién nacido le pegue su mamá. No lo entenderá y lo afectará muchísimo –explicó Stagnaro–. Cuando se destruye algo, cuesta mucho más reconstruirlo, y aquí se destruyó la privacidad y el cuidado de los pacientes. El hecho es gravísimo por donde se lo mire."
Ahora, los profesionales del Borda extreman los cuidados. Se les está dando mayor contención desde la palabra y el abordaje medicamentoso e intentan estabilizarlos. Algunos psiquiatras de APSA se pusieron a disposición de los jefes de servicios del neuropsiquiátrico para ayudar en la asistencia.
Distintas organizaciones de profesionales de la salud mental como APSA, y la Facultad de Medicina de la UBA exigieron mediante comunicados "una inmediata investigación de los graves hechos y el castigo a los responsables". La Asociación de Psiquiatras de Latinoamérica (APAL) también se sumó al repudio y manifestó el apoyo a las víctimas, "en especial con los pacientes, por el severo trauma físico y psicológico sufrido, de consecuencias aún impredecibles y la grave violación perpetrada a sus derechos humanos y los de sus familias". La organización consideró que "el hecho carece de precedentes en la historia de la psiquiatría mundial y merece nuestro más absoluto repudio y el de toda la comunidad latinoamericana".