Por Juan Samaniego
Para Climatica.coop
A menos de 20 kilómetros al sur de la ciudad de Madrid, en Pinto, está el mayor vertedero de España. Recoge la basura de 71 municipios de la Comunidad de Madrid que concentran alrededor de un 30% de la población de la región, o, lo que es lo mismo, cerca de 800.000 toneladas de residuos al año. En el llamado depósito controlado de Pinto, la montaña de basura supera los 600 metros de altura en algunos puntos. Su caso no es único: en España hay cerca de 200 vertederos en los que se acumula más del 40% de los residuos generados, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica.
A finales de 2021, el vertedero de Pinto saltó a la fama –brevemente– a nivel global. Los satélites de la red europea de Copernicus y de la constelación canadiense GHGSat habían detectado importantes cantidades de metano emanando de su basura y de la que acumula otro vertedero cercano, el de Valdemingómez. Ambos habían llegado a liberar 8.800 kilogramos de metano por hora, un gas de efecto invernadero 85 veces más potente que el dióxido de carbono, aunque de vida mucho más breve en la atmósfera (entre 7 y 12 años, frente a los casi 1.000 años del CO₂).
A principios de 2024, otro análisis de datos satelitales publicado por The Guardian reveló que España era el sexto país del mundo con más puntos de vertido de basuras que producen grandes emisiones de metano, solo por detrás de Pakistán, la India, Bangladés, Argentina y Uzbekistán. Sin embargo, los datos no estaban completos. La gran mayoría de emisiones de metano no está tan concentrada ni alcanza los volúmenes de las de Pinto y Valdemingómez y, por lo tanto, pasa desapercibida a ojos de los satélites. Pero es muy probable que eso esté a punto de cambiar.
Un nuevo espía para el metano de las petroleras
Los vertederos ni siquiera son la fuente de metano más importante. De acuerdo con los datos de la Global Methane Initiative, los residuos sólidos municipales generan el 11% de las emisiones globales de este gas, mientras el 27% proviene de la digestión de los rumiantes en las explotaciones ganaderas y el 24% de las operaciones de la industria petrolera. Según la Agencia Internacional de la Energía, el sector del gas y el petróleo libera 82 millones de toneladas de metano al año, con un poder de efecto invernadero equivalente a 6.600 millones de toneladas de CO₂ durante 20 años. La buena noticia es que es un problema relativamente fácil de solucionar, siempre que sepamos dónde mirar (y que la industria quiera hacerlo, claro).
«Si actuamos de manera rápida sobre las emisiones de metano, podemos cambiar la velocidad a la que se está calentando el planeta. Por lo tanto, podemos tener más opciones de adaptarnos como sociedad. Llevamos más de diez años midiendo las emisiones de metano en diferentes puntos del planeta y, allí donde miramos, nos encontramos con que las emisiones son mucho más altas de lo que la industria o los gobiernos reconocen. Así, nos dimos cuenta de que necesitábamos una herramienta para visibilizar de verdad este problema», explica Daniel Zavala, investigador de la organización Environmental Defense Fund (EDF).
Y esa herramienta es MethaneSAT, un satélite desarrollado y financiado por EDF, con la colaboración de entidades como la Agencia Espacial de Nueva Zelanda, la Universidad de Harvard o Google. Desde el pasado mes de marzo, da vueltas a la Tierra y se prepara para cumplir su misión: rastrear y cuantificar las emisiones de metano alrededor del globo con una precisión que ningún otro instrumento ha tenido hasta ahora. Su objetivo principal es encontrar fuentes ocultas o desconocidas de metano, con especial atención a las actividades de las petroleras.
MethaneSAT va equipado con un espectrómetro capaz de detectar el metano por la huella que deja la luz al pasar a través de él. El enfoque es similar al de otras herramientas, pero su resolución es mucho mayor. «Analiza regiones de 200 kilómetros por 200 kilómetros, de las que obtiene el total de emisiones. Dentro de esa cuadrícula, es capaz de detectar los puntos de altas emisiones, aquellos que liberan más de media tonelada de metano por hora, y también la distribución de las emisiones en cada kilómetro cuadrado», señala Zavala. «Es decir, no va a dar información sobre las fugas de metano en una tubería específica, pero sí va a concretar la zona en la que está el problema. Esto permite enviar equipos de tierra para solucionarlo».
De acuerdo con los datos de EDF, el satélite –que da una vuelta a la Tierra cada 95 minutos– permitirá detectar y cuantificar las emisiones de metano en los campos de petróleo y gas en los que se produce el 80% de los combustibles fósiles consumidos en el mundo. «Las grandes fuentes de emisiones, los llamados superemisores, ya las detectan otros instrumentos. Pero, al final, son las pequeñas fuentes, menos intensas y más dispersas, las que suman la mayoría de las emisiones de metano», añade Zavala.
Los datos, en abierto a partir de 2025
MethaneSAT partió hacia su posición orbital el pasado 4 de marzo. Desde entonces, está en la fase de comisión o calibración, en la que se comprueba que todo está funcionando como debería. Dentro de poco, empezará a recopilar información de algunas regiones petroleras para acabar de pulir los procesos de recabado de datos, aunque los instrumentos ya fueron testados en vuelos sobre la Cuenca Pérmica, situada entre Texas y Nuevo México, el mayor campo de petróleo de los Estados Unidos. «A inicios del año que viene, abriremos la llave de los datos y empezaremos a mapear el 80% de la producción mundial de petróleo y gas», apunta el investigador de EDF.
Uno de los pilares del proyecto es que los datos estarán disponibles en abierto y en formatos accesibles para todo tipo de usuarios. Podrán consultarse en la web methanesat.org. «Para procesar y entender este tipo de datos, normalmente se necesita un alto conocimiento científico y mucho tiempo. Pero si quieres solucionar una fuga de metano tienes que actuar rápido. Nuestro objetivo es que los datos estén procesados en pocos días y estén rápidamente disponibles para quienes tienen que tomar las decisiones», añade Zavala.
El satélite también utilizará sus instrumentos para medir las emisiones de algunas zonas agrícolas y de los vertederos de basura. Pero el enfoque principal estará en la industria de los combustibles fósiles. «No solo es la principal contribuyente a las emisiones de metano a nivel mundial, sino que también puede controlar la mayoría de esas fugas de gas de forma sencilla. Ahí no hay excusas para actuar», recalca el investigador.
«Tener estos datos disponibles permitirá mejorar el cumplimiento de las regulaciones, ampliar la información disponible para la propia industria petrolera o incluso estudiar opciones efectivas para establecer un impuesto a las emisiones de metano, como el que quiere implantar los Estados Unidos», concluye Zavala. «Además, hará posible comprobar que las compañías petroleras están cumpliendo con sus compromisos, las palabras y los planes de reducción de emisiones podrán compararse con datos independientes y transparentes».