En el Día del Periodista, un tiro entre ceja y ceja a los homenajes acaramelados con un texto de periodismo puro

Share
Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

Ni regalitos, ni bombones, ni aburridos panegíricos de dudosa intención. Una anécdota que se puede contar en un asado entre amigos resume el sentido de ir detrás de una noticia. 

Share

violence

PERIODISMO PURO

Por Roly López*
Especial para Explícito

En mitad de un domingo a la siesta sonó el teléfono de la redacción. Los domingos en la sección Policiales, todo llamado es atendido.

- Hola, soy el papá del preso que mataron ayer en la cárcel. Quiero hacer una denuncia: a mi hijo le robaron los órganos.

Salimos para allá con un fotógrafo de apellido Aranella. El sitio era en Las Heras, era enero y quienes conocen Las Heras, en enero siempre hacen cinco grados más que en cualquier lado del mundo.

Para llegar a la sala donde velaban al joven había que pasar por un pasillo de no más de metro y medio de ancho. Al final del mismo se abría una pequeñísima habitación; tan pequeña que el cajón (del que goteaba pausadamente un líquido gris y viscoso que era atajado por un tupper en el piso) había sido colocado de manera transversal. En uno de los rincones, una mujer joven amamantaba a su recién nacido pero se hacía tiempo para darle largos sorbos a un vino blanco en caja. También había muchos niños y algunos perros. Pocos lloraban. Hasta que llegó el padre del preso asesinado.

- Yo los llamé; a mi hijo le han quitado los órganos….

- ¿Pero cómo lo sabe?

- Está todo cosido en el pecho….

- Debe ser por la necropsia, señor.

- ¿La qué?

- El estudio que le hacen al cadáver…

- Qué estudio; a mi me lo mataron, mire que le muestro si quiere.

- No, no hace falta señor…

El padre del muerto empezó a gritar y a llamar a algunos familiares para que lo ayudaran.

“No lo va a hacer…”, pensé. Pero el hombre fuera de sí y siempre a los gritos, sacó la tapa del cajón. En un segundo, un olor hediondo se hizo cargo de la habitación.

- Señor, no hace falta…

- ¡Sí hace falta!, ayudame, Roberto…

Entre el hombre y Roberto terminaron de correr la tapa del ataúd y uno de ellos tomó al cadáver por la cabeza. El muerto ya no tenía color; pero le sobraba ese olor a cadáver mal conservado.

- Señor –supliqué por última vez- no hace falta que haga eso.

El padre del muerto ya había empezado a llorar y también se notaba que había bebido bastante. La tapa de madera cayó al piso y Roberto la pateó de manera tal que la madera tocó al tupper con líquido que caía del féretro y lo volcó. Entre el padre y Roberto lograron sentar al muerto en el ataúd (cada uno pasaba los brazos inertes del cadáver por sus cuellos) y su padre le abrió la camisa blanca: se veía perfectamente la costura desde el cuello hasta el ombligo; mientras la cabeza del cuerpo bailaba. Todo parecía una crucifixión mal hecha.

- ¡Saquen una foto! – gritó el hombre.

Aranella sacó su cámara y lo hizo. Después salió corriendo por el pasillo. Yo me quedé a tomar los datos de rigor para la noticia y trataba de no respirar con la fantasía de que si lo hacía, toda esa muerte se me iba a meter en el cuerpo. Cuando llegué a la vereda, Aranella vomitaba. Llegamos al diario y bajo el título “Piden investigar el crimen de un preso”, la nota salió como fotonoticia.

Aranella, a los días, se iba a vivir a Canadá y eso hizo. A veces me pregunto si conservará esa foto.

 

*Roly López es periodista de la sección Policiales de diario Los Andes

 

 

Share