La película "No", del director chileno Pablo Larraín, es la única cinta latinoamericana nominada al Oscar en 2013. Competirá en el rubro de Mejor Película Extranjera contra la austríaco alemana “Amour”, la noruega “Kon-Tiki”, la danesa “A Royal Affair” y la canadiense “War Witch”
BBC Mundo habló con su creador en agosto pasado, cuando se estrenó la película en Santiago.
Un arcoiris, una negativa, un gobierno militar y la democracia. Todos elementos de un episodio crucial en la historia moderna de Chile que llegó al cine en agosto de 2012 en medio de una gran expectativa.
La película "No", del director chileno Pablo Larraín, retrata la campaña del plebiscito de 1988 que marcó el inicio del fin del gobierno militar de Augusto Pinochet, quien había llegado al poder en un golpe de Estado en 1973. El filme se basa en la obra de teatro del escritor chileno Antonio Skármeta.
El largometraje se centra en la creatividad de la campaña publicitaria –que le puso un arcoiris de fondo a la palabra "No" e introdujo el eslogan "la alegría ya viene"- que le dio a Pinochet su única derrota electoral y abrió las puertas para el retorno a la democracia.
La publicidad de la coalición de partidos opositores, la Concertación, fue utilizada de manera clave para pedirle a los chilenos rechazar a Pinochet en las urnas, en un momento en que la crítica al régimen estaba prácticamente vedada.
"Es conocida la manera en que Pinochet asume el gobierno en un golpe de Estado y las posteriores violaciones a los derechos humanos que ocurrieron", dice Larraín a BBC Mundo.
"Pero creo que muy poca gente sabe –sobre todo fuera de Chile- cómo fue que Pinochet salió del poder, lo que ocurrió de una manera interesante y democrática", agregó.
Pinochet permitía en ese momento, por primera vez desde 1973, que se consultase a la población sobre su continuidad en el poder. Una posibilidad que se dio luego de una reforma constitucional que entró en efecto en 1980.
Sin embargo, las condiciones para la campaña opositora eran limitadas. En ello se centra la película.
Es la historia del creativo René Saavedra, el personaje de un chileno que regresa del exilio en México y es interpretado por el actor mexicano Gael García Bernal, quien representa a uno de los ideólogos clave de una propuesta que se estima movió la balance a favor del "No".
"(La campaña) es el catalizador que permite derrotar a Pinochet y volver a la democracia. Y todo resultó de una manera muy interesante y democrática", señala Larraín.
"Creo que es un caso único", afirma.
¿Ficción o realidad?
La película fue estrenada en mayo pasado en el Festival de Cine de Cannes (Francia), donde obtuvo buena crítica y además un reconocimiento en la categoría Art Cinema Award, según determinó un jurado de cineastas independientes.
Además de la propia historia, ha sido su realización cinematográfica algo que ha atraído reacciones positivas.
Las imágenes de ficción se muestran con el estilo de la televisión de los años ochenta, por lo que hay existe una compaginación de las tomas de película con material de archivo histórico, que hace difícil distinguir inmediatamente la realidad de la ficción.
Pero es la trama lo que ha venido generando comentarios en Chile. Sobre todo porque muchas figuras políticas de la época aún participan del debate actual.
Al preestreno del filme asistieron tres ex presidentes de Chile: Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos.
Los tres reconocieron la importancia del episodio en la historia del país, y la manera que fue retratada por Larraín en esta película.
Pero otros dirigentes políticos de la época han mostrado su malestar con el enfoque, al señalar que se banalizó el contexto de la importancia política del plebiscito a través de un filme sobre una campaña publicitaria.
"Creer que Pinochet perdió el plebiscito por una franja (publicidad) de Televisión, es no cachar (entender) nada de lo que pasó", señaló en Twitter el ex ministro de Lagos y de la ex mandataria Michelle Bachelet, Francisco Vidal.
Larraín responde: "(el filme) no pretende ser la historia oficial de la vuelta a la democracia".
"Es una película que corresponde a la ficción y desde ese punto intenta contar la historia de manera interesante y atractiva; pero que a la vez sea política y que cuente cómo se derrotan a los dictadores a través de las urnas", añade.
"Yo diría que lo que resultó fue una mezcla de ficción y de retrato de la realidad, ya que además entrevistamos a mucha gente a lo largo de varios años, y eso fue algo que tuvimos que convertir de algún modo en ficción".
Lo personal
El director chileno asegura que "mis padres están muy orgullosos y contentos de que podamos hacer este tipo de trabajo, y que esto sea vea dentro y fuera de Chile".
Una afirmación que no sorprende, a menos que se conozca la historia familiar de Larraín.
Su padre es Hernán Larraín, actual senador por el partido de tendencia conservadora Unión Democrática Independiente.
Su madre, fue incluso ministra del actual gobierno (de derecha) de Sebastián Piñera. Ambos de un sector más cercano al pinochetismo que a la izquierda.
Sin embargo, Pablo Larraín es tajante cuando responde a BBC Mundo, que "mi familia es muy diversa y hay diferentes opiniones. Siempre pude trabajar en libertad y no hubo inconvenientes".
Larraín está consciente, sin embargo, del interés que ha generado su largometraje.
En especial porque se enmarca dentro de una actualidad política chilena.
El movimiento estudiantil a nivel universitario y secundario mantiene un conflicto por la gratuidad de la educación que se mantiene presente como un tema en la opinión pública.
Además dentro de Chile hay una reciente ola –documental, televisiva, cinematográfica- de revisar lo sucedido en los años ochenta.
La figura del propio Pinochet también sigue generando un debate que polariza muchos sectores de la sociedad. La división de opiniones se resume en que para algunos fue "un dictador", para otros "salvó al país del comunismo".
De hecho, hace una semana salieron al conocimiento público algunos archivos secretos de la policía política de Pinochet que fueron largamente debatidos en el país.
"El tema es que cuando no hay justicia hay cosas difíciles de olvidar. Muchas de las personas que trabajaron para Pinochet y fueron acusadas de violar los derechos humanos aún están libres", señaló Larraín.
"Hay heridas abiertas y que tomarán mucho tiempo en cerrar", apuntó.
Por Vladimir Hernández, para BBC Mundo, Cono Sur