OPINIÓN

El golpe desdoblador de los caciques peronistas a Pérez exaltó la debilidad de los gobernadores con poder prestado

Share
Tiempo estimado de lectura: 4 minutos

paco-perez

 Al príncipe nuevo que haya adquirido su Estado gracias a otro que se lo concede (por voluntad, dinero o corrupción), la adquisición le resultará harto sencilla. Todo lo contrario mantenerlo, pues queda sometido a la voluntad y la suerte del concesor, las cuales son asaz volubles. Lo único que puede salvarlo es una gran virtud; sin ella está condenado, porque no sabe mandar, no tiene poder y la obtención súbita de que se ha beneficiado no le ha permitido echar progresivamente las raíces que se requieren para resistir a las futuras adversidades.

Nicolás Maquiavelo

Por Javier Polvani
@javierpolvani

Mal venidos y peor sostenidos. Los problemas de gobernabilidad en Mendoza en los últimos tiempos están ligados a la falta de liderazgo de los mandatarios y esta circunstancia tiene más relación con el origen y la residencia en el poder de los electos que con la prohibición constitucional de reelegirse en el Ejecutivo.

La corrida desdobladora de los intendentes peronistas que cacheteó al gobernador Francisco Pérez el sábado, cuando no tuvo más remedio que aceptar el despecho de los jefes municipales, es un episodio más de la debilidad con la que se conduce Mendoza desde hace muchos años. Siete intendentes peronistas, los más pesados incluidos, pasaron al cuarto a Pérez. Sin más le comunicaron que no irían con él hasta la tumba. El plan de los siete para escapar a la muerte es adelantar las elecciones en sus comunas. Otros caciques los seguirían en la jugada.

La debilidad para asegurar la gobernabilidad de los últimos cinco gobernadores es fruto de la debilidad de origen de los candidatos que ganaron las elecciones más que de los obstáculos institucionales para perpetuarse en el poder. Ninguno ostentaba un liderazgo indiscutido antes de ganar la Gobernación. Ni demostró la virtud que exigía Maquiavelo para desmarcarse de su mentor sin perder el poder.

Los gobernadores de Mendoza desde Arturo Lafalla (1997) tambalearon a mitad de mandato; salvo Julio Cobos, en 2005, todos perdieron las elecciones legislativas siguientes a las de su elección. Y a Cobos no le sirvió de nada la victoria en las urnas porque el efecto se licuó con la ruptura con Roberto Iglesias, inmediatamennte después de los comicios.

Todos los gobernadores, incluido Cobos, fueron puestos por el dedo de alguien. Ninguno fue candidato a la Gobernación fruto de una gran construcción provincial previa. Pasaron Lafalla, Roberto Iglesias, Julio Cobos, Celso Jaque y Francisco Pérez. El primero fue electo por la corporación que dominó al peronismo en el pos bordonismo y arrasado por la oleada nacional antimenemista que consagró a los gansos en Mendoza en 1997 por única vez después de que compartieran el gobierno con la dictadura.

Iglesias fue candidato porque el dueño del poder en el radicalismo de Mendoza de entonces, 1999, José Genoud no medía, y prefirió bajarse a pesar de que había ganado sin siquiera ir a elecciones la interna partidaria.

Cobos fue el candidato de Iglesias, quien fue el único gobernador en el periodo capaz de recuperarse en las urnas de la derrota de mitad de mandato para elegir a su sucesor.

El delfín de Cobos para la sucesión fue César Biffi, pero perdió en las elecciones del 2007 contra Celso Jaque, el candidato del operador peronista Juan Carlos Chueco Mazzón. Como sus tres antecesores en el poder local, Jaque llegó a la Gobernación sin ser el líder del partido sino el candidato de algunas facciones.

El efecto del batacazo electoral del malargüino se licuó rápido por su incapacidad para responder a la promesa de bajar los delitos en seis meses un 30% y a otras demandas. Perdió a mitad de mandato y tuvo casi nulo protagonismo en las elecciones por su secesión, en las que Cristina Fernández arrastró a Francisco Pérez a la Casa de Gobierno de Mendoza.

Pérez fue ungido candidato mediante un pacto entre el kirchnerismo y Mazzón que entre otras cosas sacó del juego proselista a Jaque y le abrió las listas a jóvenes dirigentes de La Cámpora. Otra vez el gobernador adolescía de fuerza propia. Pérez perdió en la mitad del mandato. Y en los dos últimos años no logró siquiera aprobar el Presupuesto que diseñó para gestionar. En vano se pasó anunciado los dos primeros años que cambiaría la Constitución para incluir la reelección. Antes de ese paso, debió construir un liderazgo.

La debilidad con la que los últimos cinco gobernadores ejercieron sus mandatos electorales sepultó todos los intentos por transformar cualquier ámbito de la provincia que no fuese un negocio para sectores poderosos, como la implantación de decenas de bingos y casinos o la vigilancia con cámaras de la población o la licitación de pozos de petróleo que estaban abandonados. La debilidad viene de candidatos que ganan las elecciones con tropa prestada y, entonces, no gobiernan sino que administran el Estado para donde los poderes fácticos los llevan, mientras ellos creen que están conquistando la independencia de sus mentores.

Share